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Neoliberalismo Frankeinstein (Wendy Brown), Neoliberalismo Zombi (Mark Fisher), Neoliberalismo Mutante (Callinson y Manfredi) o Neoliberalismo Autoritario (Nancy Fraser) resultan ser términos que, además de ser utilizados para adjetivar la metamorfosis del neoliberalismo que ha devenido desde la crisis financiera en 2008 y la crisis pandémica de 2020, han resultado una racionalidad que ha preparado el terreno para la movilización y la legitimación de fuerzas antidemocráticas, así como para la consolidación de partidos de ultraderecha con rasgos ultra nacionalistas que han ganado cargos públicos en Estados Unidos, Europa, Latinoamérica y Asia durante la segunda década del Siglo XXI.
Haciendo un ejercicio de ejemplificación sobre el arribo de las derechas en el mundo encontramos: el arribo presidencial de Donald Trump en EEUU en 2016 y 2024, el de Javier Milei en Argentina en 2023, el de Jair Bolsonaro en Brasil en 2018, el arribo presidencial de Nayib Bukele en El Salvador en 2019, el arribo de la ministra ultraderechista Giorgia Meoli en Italia en 2022, de Marine Le Pen en Francia en 2017, la elección del canciller alemán Friedrich Merz en Alemania en mayo 2025. Las reelecciones de Viktor Orbán como ministro en Hungría en 2014, 2018 y 2022 y el de Narendra Modi en India, el ministro israelí Benjamín Netanyahu y, en general, la fuerte presencia de los partidos políticos de ultraderecha y neoconservadores en Europa.
En terminos generales, estas fuerzas de derecha antidemocráticas y neoconservadoras promueven políticas que violentan los derechos. Si bien, el conservadurismo ha sido parte de la arquitectura original del neoliberalismo, se ha radicalizado, al punto que se ha alineado, más estrechamente, con los discursos, retóricas y postulados ideológicos de la extrema derecha. Podemos decir entonces que el ataque contemporáneo contra la sociedad y la justicia social en nombre de la libertad del mercado y del tradicionalismo moral ha devenido directamente de la racionalidad neoliberal.
Llevando esta aproximación a una discusión profunda propongo problematizar dos perspectivas. La primera, la propuesta de Wendy Brown respecto a las ruinas del neoliberalismo que nos ayuda a referirnos a un tipo de neoliberalismo en proceso de decandencia que, si bien aún no ha sido enterrado, se encuentra alterado respecto a su forma original y, en tanto, ha sido reinventado por otros medios. Así la formación actual que se ha ido gestando es relativamente nueva, es distinto de los autoritarismos, fascismos, despotismos o tiranías de otros tiempos y espacios, y distinto también de los conservadurismos convencionales o conocidos. Entonces, la figura de “la ruina” significa aquello que los movimientos neoconservadores hicieron al apropiarse del ideal de la libertad y de los postulados neoliberales para con ellos avasallar todas las instituciones progresistas del Estado de Bienestar. La segunda perspectiva tiene que ver con cuestionarnos sobre si ¿Es posible hablar no solo de un neoliberalismo antidemocrático desde arriba, sino también de la apertura de nuevos espacios de oposición popular al neoliberalismo que se han abierto desde abajo? como lo propone Verónica Gago.
En esta deriva buscaré poner en tensión, por un lado, la estela de narrativas y políticas antimigratorias que se han operativizado en un contexto de arribo de fuerzas de derecha y que claramente se articulan con el régimen global de fronteras militarizado-criminalizante que promueve un nacionalismo extremo, políticas racistas, xenofobas y antimigrantes, legitimando así un discurso de la intolerancia hacia la presencia de alteridades amenazantes, entre otras retóricas que estigmatizan, deshumanizan y demonizan a poblaciones, hasta el punto de instrumentar una economía de la hostilidad y una política de la enemistad hacia ciertas poblaciones, grupos o personas que no encarnan las normas hegemónicas de clase, raza, género, nacionalidad, etcétera. En este caso, la idea de la construcción del otro como enemigo resulta ser un signo económico-político, un espectro, una construcción mediática, una mercancía económica y una mercancía política-jurídica. Así el arribo de estas fuerzas, han optado por presentar al otro como un enemigo a destruir, asegurando que está este otro está poniendo en peligro la seguridad nacional de los países hegemónicos.
Por otro lado, busco poner en tensión la efervescencia de la ingobernabilidad, la resistencia, la protesta y la lucha de migrantes, desplazados, solicitantes de asilo, así como de refugiados que se enfrentan a las políticas migratorias restrictivas, criminalizantes y al poder del régimen global fronterizo securitario.
En primera cuenta, podemos afirmar que el neoliberalismo no solo como una política económica que ha privatizado la propiedad y los servicios públicos, flexibilizado además el mundo del trabajo, liberado la movilidad del capital, reducido radicalmente el Estado social, o producido un clima de impuestos y tarifas amigables para inversores extranjeros, desmantelando así cualquier mercado interno posible, etcétera. Sino que, más bien, lo entendamos, de la mano de la perspectiva foucaultiana, como un ensamblaje de múltiples prácticas, tecnologías y saberes que se articulan en virtud de una lógica o de una racionalidad gubernamental basada en la mercantilización y empresarización de la vida. En este sentido, esta perspectiva ayuda a reconocer que la subjetividad es la materia prima sobre la que actúa el neoliberalismo o, en otras palabras, es el sujeto lo que se pone en juego en el neoliberalismo. Lo anterior nos revela a los gobiernos, sujetos y subjetividades trasnformados por la nueva versión de la razón neoliberal.
De forma que, como lo subraya Gago, el neoliberalismo no solamente funciona de arriba hacia abajo. Más bien, sus movimientos son mucho más complejos, y suponen múltiples vasos comunicantes que obligan a pensarlo desde una topología más compleja que la de los movimientos verticales. Así que más que un conjunto de políticas desplegadas desde arriba por corporaciones y gobiernos, el neoliberalismo se repliega desde abajo produciendo sujetos en sujeción que justo están constituidos a través de diversas técnicas orientadas a la estetización de la vida a partir de prácticas de elección y consumo, que buscan la maximización de las propias capacidades (de rendimiento), y maximizar experiencias (de placer y bienestar) en contextos de competencia e incertidumbre. O por el contrario, prácticas de subjetivación que refieren a los modos de resistencias y las luchas colectivas que emprenden los sujetos contra los dispositivos de sujeción que devienen de esta racionalidad.
Sobre todo, creo que es importante poner el acento en este neoliberalismo desde abajo que avanza y fracasa. Avanza, porque sus lógicas se despliegan en la experiencia singular y popular y fracasa porque se ve desafiado por dinámicas que lo desbordan, lo subvierten y lo resisten, aunque estas resistencias no siempre impliquen otras coordenadas de salida al neoliberalismo. En tanto, el abajo del neoliberalismo es el lugar donde se hace visible, audible e interpelable la ruina o la crisis de dicha gubernamentalidad. Desde abajo, se encarnan las dinámicas de explotación, desposesión y precarización producto del neoliberalismo impuesto desde arriba y, en tanto, desde abajo se abre la posibilidad de la emergencia de derivas posibles para derrumbarlo, franquearlo o desmantelarlo.
Wendy Brown dice que el neoliberalismo está en crisis, y justamente es esta ruina la que ha permitido el ascenso de las políticas antidemocráticas, autoritarias y neoconservadoras en Occidente que son alimentadas por los movimientos de extrema derecha. Lo carácteristico de estas fuerzas es su posicionamiento radical de control sobre la población, la vigilancia, así como de la definición de normas morales. Además de caracterizarse por ser una fuerza reactiva respecto a la libertad de pensamiento que ha combinado el nacionalismo, militarismo, cristianismo, retorica racista y un capitalismo desenfrenado. De forma que las elecciones que han llevado a las fuerzas de ultraderecha al poder han traido un nuevo shock: los neonazis en el parlamento alemán, neofascistas en el italiano, el ascenso del nacionalismo blanco y, por supuesto, el régimen supremacista blanco que encabeza Trump, entre otros regímenes autoritarios formándose en Turquía y en Europa del Este.
Los eslóganes de sus campañas lo dicen todo: ¡Que América vuelva a ser grandiosa! Eslogan utilizado por Donald Trump en su campaña presidencial de 2016. O la narrativa que ha circulado en sus discursos racistas, xenófobos y antinmigrantes, los mismos que lo llevaron a convencer a votantes y a ganar las elecciones en dos ocasiones cuando se ha se referido a la migración como “La mayor invasión de la historia que hay que hay que detener”..Entre otras consignas que podemos mencionar se encuentra ¡Francia para los franceses! Consigna vociferada por la ultraderechista Marine Le Pen y el Frente Nacional. O la consiga “Polonia pura, Polonia blanca” vociferada por el Partido de la Ley y la Justicia polaco, entre otros.
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 y luego la de 2024 marcó un hito para el mundo al elegir a un candidato con posturas explícitamente antidemocráticas. Simultáneamente con el éxito de Trump, los movimientos de extrema derecha que ya venían creciendo en todo el mundo cobraron impulso. El argumento no es que el neoliberalismo por sí mismo causó la insurgencia de la derecha dura en el Occidente contemporáneo, o que todas las catástrofes que generan grandes flujos de refugiados en Europa y Norteamérica pueden ser reducidas al neoliberalismo. Más bien, el argumento es que nada queda intacto por un modo neoliberal de la razón y que el ataque neoliberal a la democracia en todas partes ha modulado la ley, la cultura política y la subjetividad política.
En tanto, para entender las raíces de la situación actual es necesario ponderar la cultura política neoliberal y la producción de sujeto, no solo las condiciones económicas y los racismos perennes que las han engendrado. Significa además ponderar el ascenso de formaciones políticas autoritarias del nacionalismo blanco animado por la rabia movilizada por los abandonados económicamente y racialmente resentidos, pero diseñado por más de tres décadas de ataques neoliberales a la democracia, la igualdad y la sociedad.
Desde el primer ascenso a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump sostuvo un perfil de radicalismo xenofóbico. Prometió no solo la puesta en marcha de una política de cero tolerancia a la inmigración ilegalizada, sino también la construcción de un moderno muro en la frontera con México para restringir el ingreso de migrantes indocumentados, retoricas que materializó con lasOrdenes ejecutivas firmadas por Trump. La Declaración abierta de una emergencia nacional y el despliegue de medidas excepcionales que violan derechos y procesos.
Esto nos deja ver un escenario que supone el endurecimiento global de las políticas migratorias, lo que significa una declaración de guerra contra los inmigrantes de todo el mundo. Sin embargo, esta política no es invención de Trump, pues la tendencia a frenar la inmigración se viene manifestando de manera radical desde las administraciones de Bill Clinton, quien levantó el primer muro fronterizo, y Barack Obama, quien posee el record de deportación de inmigrantes.
Con el arribo de estas fuerzas de ultraderecha y con la profundización de giro punitivo y securitario “desde arriba” en el tratamiento político de la cuestión migratoria. Ante las políticas que buscaron reforzar el control, aumentar la violencia y la expulsión de lxs migrantes y ante los intentos de criminalizar la migración y de utilizarla como chivo expiatorio de la crisis, “desde abajo” en el proceso de constitución de subjetividades construidas en un campo de batalla, en el cual dispositivos de sujeción son enfrentados por prácticas de subjetivación; es decir, insertos en una tensión entre opresión y fuga, han emergido en un acumulado histórico multiples protestas y luchas migrantes.

