Dicen que cuando el barco se hunde, el capitán debe ser el último en abandonarlo, pero en Tlaxcala, el capitán decidió abordar un vuelo a Nueva York.
Mientras la Secretaría de Educación Pública del Estado se desmorona entre pleitos, padres indignados y escuelas sin clases, Homero Meneses Hernández prefirió relajarse unos días en la Gran Manzana, quizá para “desestresarse” del caos que florece en las aulas.
El secretario de Educación, ese que recientemente declaró que “no hay una sola escuela sin antecedentes de violencia”, cambió los patios escolares por la Quinta Avenida. Allá, entre banderas y flashes, desfiló con una sonrisa durante el Día de la Hispanidad, repartiendo souvenirs de los 500 años de la fundación de Tlaxcala.
En el COBAT 14 de Natívitas, una alumna de 17 años fue agredida físicamente por una compañera en evidente estado de ebriedad, todo pasó en un salón de clases, siendo la continuación de una serie de episodios que exhiben la descomposición del ambiente escolar. Hace menos de un mes, en el plantel 10 de Apizaco, una alumna atacó con un cúter a un compañero, presuntamente por celos.
Además, padres y madres de las escuelas “Emiliano Zapata” y “Juan Escutia”, en la Loma Xicohténcatl, acusan al secretario de haber dejado sin clases y sin escuela a unos 500 niños y niñas.
Pero todo indica que la preocupación del funcionario no está en los planteles, actúa como un político en campaña, repartiendo recuerdos, buscando aplausos, y midiendo su popularidad.
Y mientras los maestros exigen apoyo, los padres exigen respuestas, y los alumnos piden seguridad, Homero sigue buscando su próximo escenario. Porque, al parecer, en Tlaxcala la educación puede esperar, pero las aspiraciones políticas, nunca.

