• Homero Meneses Hernández
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Ayer sábado 15 de noviembre se realizó en la Ciudad de México —y en algunas ciudades del país— una marcha supuestamente convocada por la “Generación Z”. Bastaron unas horas para descubrir que no se trataba de un movimiento juvenil auténtico, sino de un intento más de los viejos políticos de la oposición por esconderse detrás de nuevas etiquetas y, lamentablemente, de la tragedia humana.

La muerte de Carlos Manzo, expresidente municipal de Uruapan -un hecho doloroso que merece justicia, no manipulación- fue utilizada como bandera para convocar estas movilizaciones; pero lo que vimos no fue indignación genuina, fue una marcha agresiva, sin rumbo y lejos de la tradición pacífica que ha caracterizado a las grandes luchas sociales.

Quienes marchamos en los momentos más difíciles de México lo sabemos. Ni en 2005, con el desafuero; ni en 2006, con el robo de la Presidencia; ni mucho menos en el 68, con la histórica marcha del silencio, se respondió con violencia. En esas jornadas había dignidad, conciencia y un verdadero sentido de país.

Lo de ayer no se parece a eso. No es movimiento social, es una estrategia de desgaste político impulsada por quienes nunca han entendido al pueblo y ahora intentan apropiarse del discurso juvenil.

En Tlaxcala, un pequeño grupo replicó la movilización. Están en su derecho, pero también es evidente su desconexión con la realidad social y la facilidad con la que terminan siguiendo el guion del viejo régimen económico que siempre ha explotado a las clases populares. Buscaron hacer ruido; lo que consiguieron fue mostrar la magnitud de su confusión.

La presidenta Claudia Sheinbaum lo ha dicho con claridad, en tiempos de transformación, quienes perdieron privilegios buscan cualquier pretexto para recuperar espacios. Y MORENA ha sido firme al señalar que la derecha intenta usar a los jóvenes como estandarte porque no tiene proyecto, ni propuesta, ni credibilidad.

Pero las y los jóvenes de México no son fichas de nadie. Tienen pensamiento crítico y causas propias.

Por eso cierro con respeto hacia quienes marcharon de buena fe. En Tlaxcala, nuestra ruta es otra, aquí seguimos dialogando directamente con las juventudes, escuchándolas y construyendo con ellas. Siempre ha sido así y seguirá siéndolo.

Con afecto, 

Homero Meneses Hernández