• Gaby Flores
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“Mi trabajo no me permite gestionar recursos extraordinarios para Tlaxcala”: Con esa frase, la senadora Ana Lilia Rivera Rivera ha justificado su incapacidad o su falta de voluntad para apoyar a los tlaxcaltecas que le han pedido gestión, acompañamiento y resultados.

La explicación que da se ha convertido en un golpe en seco para quienes la llevaron a convertirse primero en diputada local en 2008 y posteriormente en senadora desde 2018 a la fecha, cargo para el que la gente no alcanza, pero para las encuestas sí.

Mientras la senadora se deslinda de las necesidades del estado bajo el argumento de que su cargo no le permite gestionar recursos extraordinarios, una encuesta nacional de QM Estudios de Opinión, en alianza con Heraldo Media Group, la coloca como la favorita rumbo a la sucesión estatal para la gubernatura de 2027.

A quienes esperan respaldo se les ofrece una explicación burocrática, a quienes miran desde afuera se les presenta una imagen inflada de fortaleza política, esto es una forma de darle la espalda a su propia gente y de reírse de ella con cifras y gráficas.

Rivera Rivera decide invertir en su reflejo político, presume números cuando debería rendir cuentas, y con ese escenario, insiste en estar dentro de la boleta en 2027, aunque dentro del propio partido su posición ya no sea sólida.

Hoy, la imagen que proyecta no es la de una senadora cercana, sino la de una política aferrada al poder, va de asamblea en asamblea, de encuesta en encuesta, pero sin un trabajo legislativo que responda al tamaño de las expectativas que ella misma sembró.

Por más que las encuestas nacionales pretendan engrandecer su popularidad, el electorado sabe reconocer cuándo un representante dejó de escuchar y cuándo empieza a burlarse de quienes le dieron poder.