Tlaxcala, otrora un estado tranquilo y seguro, se encuentra sumido en una ola de violencia que ha dejado una estela de dolor y miedo en su población. La escalada de homicidios, secuestros y extorsiones, lejos de ser un problema aislado, se ha convertido en una realidad cotidiana que empaña la paz y la tranquilidad que antes caracterizaban a la entidad.
La respuesta de las autoridades, sin embargo, ha sido más bien un silencio institucional que busca normalizar la violencia, como si se tratara de un fenómeno natural e inevitable. Los comunicados oficiales se limitan a ofrecer fríos números, estadísticas que no reflejan el sufrimiento de las familias que han perdido a sus seres queridos, ni la angustia de quienes viven con el miedo constante de ser la próxima víctima.
Para las autoridades, un fin de semana violento se traduce en un par de cifras que se añaden a un registro frío e impersonal. Para los ciudadanos, en cambio, se traduce en desconfianza hacia las instituciones, en una sensación de inseguridad que se instala en el corazón de la sociedad y en una pésima respuesta por parte de quienes tienen la obligación de protegerlos.
Esta crisis de seguridad, que se ha instalado en Tlaxcala con una fuerza inquietante, no puede ser ignorada. La apatía y la indiferencia de las autoridades solo alimentan la impunidad y la sensación de que la violencia es un problema que no tiene solución.
La ineficacia de las estrategias de seguridad, la falta de inversión en prevención y la ausencia de una verdadera política de seguridad ciudadana son los principales factores que han propiciado la escalada de violencia en Tlaxcala. El silencio institucional, lejos de ser una solución, solo perpetúa el problema y deja a la sociedad vulnerable ante la amenaza de la delincuencia.
Esta crisis de seguridad, sin duda, tendrá consecuencias políticas. La imagen del gobierno y de sus funcionarios en materia de seguridad se verá afectada, y la desconfianza de la ciudadanía se traducirá en un voto de castigo en las próximas elecciones.
La sociedad tlaxcalteca exige una respuesta contundente y efectiva a la violencia. La indiferencia y el silencio institucional no son una opción. Es hora de que las autoridades tomen acciones concretas para combatir la delincuencia, recuperar la seguridad y devolver la tranquilidad a la entidad.
- Abel Velázquez
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