El tercer informe de gobierno se acerca, y con él, la oportunidad de evaluar los logros y desafíos de su administración. Sin embargo, un elemento fundamental para la comprensión y la valoración de este ejercicio democrático brilla por su ausencia: la comunicación.
Y es que, a pesar de la importancia de este proceso, la comunicación institucional se ha visto relegada a la suerte, depositada en manos de quienes, como el coordinador de Comunicación, Octavio Ortega, son ajenos al estado, sus actores políticos y, lo que es más grave, al pensamiento de los tlaxcaltecas.
El funcionario fuereño, parece haber llegado con la idea de que la comunicación se reduce a la elaboración de comunicados y la organización de exposiciones artísticas. Olvida que la comunicación efectiva se construye a través del diálogo, la empatía y la comprensión de las necesidades y aspiraciones de la sociedad. Hasta ahora es raro que se le vea tejiendo y construyendo alianzas mediante las relaciones públicas.
Ha preferido, tal vez, inteligentemente, no meterse de lleno a hacer su trabajo por aquello de que pueda salir raspado, peleado, boletinado, o hasta en una de esas inhabilitado.
La comunicación institucional no puede ser un ejercicio de imposición, sino una herramienta para construir puentes de entendimiento entre el gobierno y la sociedad. Es necesario que se reconozca la importancia de este elemento y se busque una estrategia de comunicación que verdaderamente conecte con la realidad del estado.
De que el fuereño falte a las grabaciones del informe, mejor ni hablemos porque como dice la máxima: el que puede lo más, puede lo menos. Pero este ni lo más, ni lo menos, ni nada.