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Lo que faltaba, el Partido del Trabajo (PT), ese mismo que ha sido un convidado de piedra en cada elección, que solo sobrevive gracias a su oportunismo electoral y alianzas convenientes, ahora se atreve no solo a levantar la mano, sino a destapar con bombo y platillo a su “corcholata” para la gubernatura de Tlaxcala en 2027.
Durante su Consejo Estatal extraordinario —que más bien pareció un acto de autoengaño colectivo— anunciaron que la diputada federal Irma Yordana Garay Loredo es su apuesta para contender por la primera magistratura del estado. Según ellos, es una mujer “capaz” y con “expertis”, aunque la evidencia y su historial político digan otra cosa.
En lugar de hacer un análisis serio de sus errores, fracasos y del por qué son irrelevantes para el electorado, el PT prefiere seguir jugando a la política con los dados cargados hacia sus propios intereses. En un evento que buscaba definir a los delegados estatales para el próximo Consejo Nacional del partido, aprovecharon el foro para lanzar una candidatura anticipada, como si de verdad tuvieran injerencia real o influencia política en el estado.
¿A qué le tira el PT a lograr una candidatura por imposición disfrazada de consenso? Porque si algo ha quedado claro en los últimos procesos electorales, es que el PT no gana solo, no construye por sí mismo y no representa una opción de cambio. Solo es un apéndice más del sistema, uno que se disfraza de aliado pero actúa como lastre.
La apuesta de "destapar" desde ahora a su candidata solo evidencia una cosa: desesperación. Porque en lugar de fortalecer estructuras, conectar con la ciudadanía o al menos reinventarse, el PT se encierra en sus viejas prácticas, reciclando nombres, apellidos y fórmulas desgastadas.
Garay Loredo tiene su cercanía familiar con el líder nacional del PT. Otra historia de nepotismo que se disfraza de meritocracia. Tlaxcala no necesita más simulaciones. Y mucho menos necesita que partidos sin rumbo intenten imponer candidaturas a fuerza de grilla interna.
La pregunta no es si el PT ganará en 2027 —porque ya sabemos la respuesta—, sino cuántos años más seguirán vendiendo humo mientras otros hacen el trabajo político real.