Estuve en el Albergue San Juan Diego en Huehuetoca, Estado de México, justamente un Viernes Santo. El Albergue ya tenía programadas varias actividades para conmemorar la Semana Santa; además de las misas y los retiros espirituales, se tenía planeado una movilización colectiva. El viernes 19 de abril de 2019, asistí por la mañana al albergue, eran las 8:30 de la mañana. Todo estaba preparado para comenzar con la representación perfomartiva del Viacrucis Migrante. Esta movilización estaba compuesta por un contingente de 31 migrantes, contando al padre, a los integrantes del albergue y otros integrantes de organizaciones civiles. Muchos integrantes del contingente portaban pancartas donde se leían los siguientes fragmentos: “¡Ningún migrante es ilegal!” “¡Somos migrantes, no somos delincuentes y pedimos seguridad!” “¡Pedimos a los gobiernos nos dejen transitar!”
A las 9:20 de la mañana comenzó la procesión. El padre Tomás (nombre pseudónimo para ocultar la identidad de nuestro informante) fue quien encabezó la procesión del Viacrucis: “Vamos a iniciar este viacrucis, recordando el camino de Jesús hacia la Cruz”, dijo el padre, seguido de una letanía de rezos y frases bíblicas que el grupo inmediatamente comenzó a reproducir.
Una de las actividades que estaban programadas fue el recorrido por las vías de tren. Hubo una cruz que los migrantes tenían que cargar alternadamente durante el recorrido, era una cruz de madera. El resto de la caravana durante el trayecto rezaba, pero también coreaban una frase: “¡Tránsito libre y seguro para los migrantes!” Los integrantes del Viacrucis Migrante recorrían simbólicamente un camino doloroso, que a manera de escenificación como lo hizo Jesús quien desde lecturas bíblicas es personificado como aquel sujeto que pese al dolor que padeció en su camino a la crucifixión, caminaba y aguantaba el dolor con un pálpito esperanzador de resurrección que lo llevaba a la construcción de un mundo mejor para los demás hombres.
De manera paralela, los migrantes que escenifican el Viacrucis Migrante buscan mostrar un tránsito marcado por abusos, violencias, discriminación, maltratos, desaparición y muerte durante estos trayectos. Aunque el fin de su camino está lejos de celebrar su día de insurrección, los migrantes en tránsito siguen viviendo perpetuamente el calvario de la escenificación de un Viernes de castigo. A diferencia de la representación del viacrucis religioso, el migrante no actúa el dolor, más bien lo experimenta cotidianamente con las violencias que se despliegan durante su tránsito. No hay una actuación o escenificación de la violencia, sino es la experiencia de la violencia que está interpelando su experiencia y está encarnada en sus cuerpos en tránsito.
El Viacrucis Migrante estuvo conformado por 21 migrantes oriundos de Centroamérica, 3 integrantes del albergue, 5 personas que apoyan con víveres al albergue y el padre, quienes caminaron sobre las vías del tren y sobre las rutas comunes por las que los migrantes acostumbran transitar cuando se desplazan por Huehuetoca, Estado de México. Durante el recorrido, quienes conformaron esta caravana de protesta, rezaban algunos pasajes bíblicos, elevaban plegarias para proteger el camino del migrante, atravesado de se cuestros, extorsiones y desapariciones. Además, pidieron por el descanso de aquellos migrantes que han sido desaparecidos en estos caminos de muerte. Los migrantes que transitan por esta ruta están conscientes de que la zona de Estado de México es muy violenta. Además de escenificar este camino de sufrimiento, quienes conformaron esta caravana buscaban denunciar la violencia que padecen los migrantes centroamericanos durante su travesía por México, y evidenciar la violación de sus derechos humanos, así como protestar con el fin de concientizar que su migración no es un delito. Si bien, en esta escenificación no todos los migrantes cargaban al mismo tiempo la cruz a cuestas, todos cargan cotidianamente con el peso de todas las vejaciones que sufren en su recorrido rumbo a Estados Unidos.
En México, la Caravana del Viacrucis Migrante ha sido una movilización colectiva de tradición católica que se realiza anualmente desde el año 2010 en la temporada de Semana Santa. Esta representación es un performance que se realiza en las principales rutas del tránsito migrante del país. Esta representación es un acto simbólico, además de un performance religioso. Se trata de formas de protesta abierta donde los migrantes exponen sus demandas políticas a las autoridades, ocupan espacios públicos como carreteras, fronteras, plazas, calles, vías de tren e instituciones de migración. Además, durante este recorrido se despliegan distintas técnicas corporales, símbolos rituales y prácticas comunicativas.
Estas técnicas sirven para construir el cuerpo militante como campo de acción política y para producir una identidad activista. De esta forma, el Viacrucis Migrante puede entenderse como un performance de protesta a través del cual los migrantes, en tanto activistas, visibilizan un contexto plagado de prácticas violentas y deshumanizantes que se encarna en los cuerpos migrantes precarizados en tránsito por México.
Esta violencia performativa puesta en escena por los migrantes la situamos en un contexto de acción política, pues la representación del sufrimiento despliega un uso político. Entendemos por usos políticos de sufrimiento “las maneras en que el cuerpo y los discursos sobre sufrimientos son puestos en escena, con el objetivo de hacerse valer en determinado momento de la historia, después de todo, el cuerpo sobre el cual se ejercen violencias es el que da derechos” .
El Viacrucis Migrante que transitó en San Juan Diego en Huehuetoca, Estado de México, duró una hora y media. Al retornar al albergue, quienes caminamos en este contingente compartimos experiencias, mientras tomábamos agua fresca de guayaba. Los migrantes que participaron en este viacrucis dijeron que nunca habían participado en una escena donde más que representar el calvario de Jesús, representaban el calvario de su propia experiencia migratoria.
En los relatos compartidos, los migrantes se sentían identificados. Léase el testimonio de Charly Alan, migrante oriundo de Honduras:
Migrar es un camino duro, es doloroso porque dejas a tus hijos, a tu madre, hermanos, dejas tu casa, dejas todo. Es un viaje que no sabes si lo vas a terminar, no sabes dónde vas a acabar o cómo vas a acabar. Cuando tienes momentos duros, ¿qué haces? Rezarle a Dios, es lo único que te queda. Él más que nadie nos entiende porque vivió un camino difícil, sólo Dios sabe nuestro destino. Con este santísimo viacrucis que recorrimos sé que no estoy solo, sé que estoy protegido. Me hace sentir que Dios está en todo mi camino. El poder de Dios es tan grande que no pensé que, siendo migrante, iba a ser parte de un recorrido y que Dios me iba acompañar así. Aquí me doy cuenta de que la fe sigue siendo mi camino. La fe y la palabra de Dios no sólo nos ayuda a estar tranquilos, sino como lo hicimos aquí en el viacrucis, desde la fe y la palabra de Dios le decimos a todos que no somos malas personas, le decimos a los gobiernos que no nos persigan, que no nos regresen a nuestros países, que somos migrantes, que no somos
delincuentes (Charly Alan, entrevista a profundidad, Huehuetoca, Estado de México, abril 2019).
En el viacrucis migrante, la fe se politiza. Los viacrucis del migrante son eventos de protesta que vinculan lo religioso con lo político. Desde este lugar se hacen públicas diversas demandas y se hace ocupación pública, aunque momentánea, de diversos espacios como las vías de tren, las calles, las carreteras, las instituciones, etcétera.
Hay dos tipos de viacrucis que se despliegan en el territorio mexicano como protestas migrantes. El viacrucis trasnacional que comienza en la frontera sur y que se estructura como una caravana de mayor estructura, aglutina migrantes, defensores de derechos humanos, diversas organizaciones no gubernamentales, etcétera. Y los viacrucis que se organizan desde las rutas migrantes y desde los aparatos de ayuda humanitaria específicos que desde sus trincheras aprovechan las conmemoraciones simbólicas para protestar y politizar la experiencia de lo que significa ser un migrante en tránsito.
Frente a un Estado que con prácticas militarizantes-criminalizantes trata de forma inhumana a los migrantes que transitan desde la irregularidad, el performance religioso del viacrucis es una forma de hacer visible una expresión del sufrimiento que más que paralizar y despolitizar al migrante, los incita a la manifestación, la lucha y la protesta. Dentro de estos performances corporales migrantes de protesta, podemos enmarcar otros como huelgas de hambre, los encadenamientos y el cocimiento de labios que realizan los migrantes como forma de protesta en Tapachula, Chiapas, con el fin de presionar a las autoridades para la entrega de visas por razones humanitarias que les permitan transitar por México. Con la representación de estos actos, los migrantes hacen visible y audible el sufrimiento y la desesperación que padecen al estar varados en esperas indefinidas sin ninguna respuesta institucional.
Tlaxcala, Tlaxcala 10 de abril de 2025