Desde que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió la presidencia en 2018, el sistema de salud en México ha estado en el centro de intensos debates. Uno de los cambios más significativos fue la eliminación del Seguro Popular, que brindaba cobertura a millones de mexicanos. En su lugar, se implementó el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), con la promesa de un sistema de salud universal y gratuito. Sin embargo, el camino ha estado plagado de desafíos y críticas severas.
Cabe recordar que El Seguro Popular, en operación desde 2004, había logrado expandir la cobertura a cerca de aproximadamente 60 millones de mexicanos, principalmente de bajos recursos. Su desaparición, anunciada por AMLO, fue motivada por el argumento de que este sistema era ineficiente y estaba marcado por la corrupción. Sin embargo, el impacto inmediato fue el desamparo de muchas familias que dependían de esta cobertura.
Ante esta situación, el Instituto de Salud para el Bienestar más conocido como el “INSABI”, fue creado como una solución para cubrir los vacíos del Seguro Popular. Según datos de la Secretaría de Salud, al inicio de 2020, el INSABI había hecho progresos en la inscripción de beneficiarios; sin embargo, las estadísticas también revelaban que el 30% de quienes requerían atención médica no estaban recibiendo la atención necesaria, manifestando un grave desabasto de medicamentos y servicios médicos.
Lejos de resolverse, el problema se fue intensificando cuando el INSABI enfrentó numerosas críticas por su implementación y funcionamiento. En 2022, un informe de la organización no gubernamental "México Evalúa" indicó que el 40% de los hospitales en el país reportaron fallas graves en la provisión de medicamentos esenciales. La falta de personal médico y la infraestructura deficiente se convirtieron en problemas recurrentes, exacerbados por la pandemia de COVID-19.
En medio de esta crisis, la llegada del IMSS Bienestar, que busca consolidar y mejorar la atención en el sistema de salud, ha sido una respuesta a estas fallas. Sin embargo, muchos cuestionan si estas estrategias son suficientes para resolver problemas estructurales que afectan a la salud pública en el país.
Por lo tanto, a pesar de los esfuerzos implementados, resulta evidente que estas iniciativas aún no abordan de manera efectiva las raíces profundas de la problemática, poniendo en duda su capacidad para transformar sustancialmente el sistema de salud en beneficio de todos. La actual reforma del IMSS-Bienestar, lejos de consolidarse como un avance en la atención universal y eficiente, presenta múltiples fallas que evidencian su carácter superficial y desconectado de las necesidades reales de la población más vulnerable. En primer lugar, la centralización excesiva de recursos y decisiones en la Secretaría de Salud ha debilitado la autonomía y capacidad técnica de las unidades médicas, generando una atención fragmentada y de baja calidad en muchas regiones. Además, la falta de inversión suficiente en infraestructura y personal especializado ha perpetuado las desigualdades en el acceso a servicios médicos, especialmente en zonas rurales y marginadas.
La incorporación de tecnologías y sistemas digitales, en teoría para mejorar la eficiencia, ha resultado en procesos burocráticos, engorrosos que retrasan la atención y generan desconfianza entre los usuarios. Por otra parte, la reforma también ha sido criticada por su enfoque meramente asistencialista, dejando de lado la prevención y promoción de la salud, elementos clave para un sistema sustentable.
En definitiva, la reforma del IMSS-Bienestar parece más un acto de maquillaje institucional que una verdadera transformación estructural, evidenciando una falta de visión integral y compromiso real con el bienestar de la población más vulnerable del país.
Por consiguiente, la continuidad en las políticas y enfoques adoptados refleja una tendencia a mantener el estado actual, en lugar de impulsar cambios profundos que aborden las raíces de los problemas estructurales del sistema. No obstante, el relevo en el liderazgo no ha significado una ruptura con estas deficiencias, la hoy presidenta Claudia Sheinbaum, quien en su momento estuvo como jefa de Gobierno de la Ciudad de México en 2019, ha heredado estos desafíos. En su administración, ha habido esfuerzos por mejorar la situación, como el aumento de un 15% en la inversión en salud y el compromiso de resolver el desabasto de medicamentos. Sin embargo, aún en 2024, se reportó que el 20% de los medicamentos no estaban disponibles, lo que contradice sus afirmaciones de progreso.
A nivel nacional, Claudia Sheinbaum ha defendido las reformas implementadas por AMLO, argumentando que son necesarias para combatir la corrupción y mejorar los servicios. Sin embargo, la insatisfacción entre los ciudadanos persiste; en encuestas recientes, el 60% de los encuestados expresó desconfianza hacia el nuevo sistema de salud y su habilidad para atender adecuadamente a la población.
Cabe mencionar que el sistema de salud en México ha pasado por una transformación drástica desde el inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador hasta la administración de Claudia Sheinbaum. A pesar de las buenas intenciones y el objetivo de crear un sistema universal y gratuito, los problemas estructurales persisten. El desabasto de medicamentos, la calidad de atención y la insatisfacción de la población son desafíos que el gobierno debe enfrentar con urgencia. La eficacia del INSABI y el IMSS Bienestar aún están en entredicho, y el camino hacia un sistema de salud sostenible y eficiente depende de la capacidad de los líderes para abordar con seriedad estas preocupaciones.