• Gaby Flores
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Queridos lectores, lo que ocurrió en Ixtulco merece contarse. No sé si sepan, pero un grupo de vecinos interceptó al presidente municipal Alfonso Sánchez García durante su visita a esta comunidad, con toda la intención de reclamarle. Llegaron organizados, con toda la bravura y un pergamino de quejas en la mano, pero lo que no contaban era que se estaban metiendo a los terrenos del “arqui”.

Y lo que pintaba para ser una emboscada ciudadana terminó convirtiéndose en un recorrido de más de dos horas bajo los rayos del sol y en medio del lodo que derivó en una audiencia pública itinerante.

Las exigencias eran calles encharcadas tras la tormenta que azotó Tlaxcala el pasado domingo, viviendas afectadas, familias sacando agua con cubetas y escobas, lodo por doquier y hasta obras improvisadas de algunos vecinos que bloquean vialidades. Reclamos legítimos, sin duda, pero cargados de esa furia momentánea que muchas veces nubla la razón.

Lo cierto es que Sánchez García no se intimidó y con paso firme caminó junto a los inconformes, escuchó uno a uno y, con su conocimiento técnico, el arquitecto fue respondiendo en el momento.

Ahí mismo instruyó a Obras Públicas, Servicios Municipales y CAPAM acelerar las obras de drenaje que se ejecutan en la comunidad, además de reforzar la limpieza y atender a cada vivienda afectada. También ordenó a la Policía Municipal intensificar los rondines, advirtiendo que, de ser necesario, lo harían incluso con apoyo de la Guardia Nacional.

La escena terminó por desinflar la fiereza frente a las respuestas inmediatas, mientras que los reclamos se toparon con un alcalde que no huyó por la puerta de atrás, dio la cara, se ensució los zapatos y convirtió la protesta en una jornada de trabajo comunitario.

Y entonces surge la pregunta, queridos lectores: si el “arqui” fue capaz de transformar la furia en diálogo, ¿qué estamos dispuestos a transformar nosotros como ciudadanos para mejorar nuestra comunidad?