• Horacio González
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La gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros ha entrado a su etapa final como titular del Ejecutivo, y lo hace en medio de un desgaste político no visto en la etapa moderna de Tlaxcala, que abarca los últimos 30 años, a partir de la entrada en vigor de la alternancia partidista en el gobierno.


Son varios los factores que hacen esa crisis, pero enumeremos solo cuatro:


* La violencia: Si bien las estadísticas indican que Tlaxcala es una de las entidades federativas con menos delitos registrados, la percepción ciudadana contrasta con el discurso de las autoridades. Esa crisis de percepción está acompañada de una falta de estabilidad en el tiempo de permanencia de la persona titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
Se ha evidenciado una incapacidad gubernamental, que lo mismo afecta a esa dependencia que a la supuestamente autónoma Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE). Y para detrimento de la gobernadora, la imagen de incapacidad afecta ya su propia imagen, quien, además, demuestra intolerancia ante las críticas.
* Corrupción: No son pocas las voces que señalan una tremenda corrupción en la élite gubernamental, que abarca diferentes dependencias. La Secretaría de Movilidad, la SEPE-USET, la Secretaría de Infraestructura; la Secretaría del medio Ambiente; la Oficialía Mayor; la Secretaría del Trabajo; la Secretaría de Salud y todas aquellas instituciones revisoras de negocios particulares, como Protección Civil y Protección contra Riesgos Sanitarios.


Basta recordar que, a Propósito del Día Internacional contra la Corrupción que se conmemora cada 9 de diciembre, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer en 2024 que el porcentaje de Tlaxcala supera al promedio nacional. De hecho, Tlaxcala se ubica en la posición 11 de los porcentajes más altos.


Este informe evidencia que la corrupción se presenta, principalmente, con autoridades de seguridad pública al realizar trámites en oficinas oficiales, en gestiones relacionadas con negocios o empresas, en trámites con el Ministerio Público o las fiscalías, y durante procedimientos en los municipios.


* Opacidad: La adquisición de al menos 10 camionetas blindadas que involucra el gasto de 56 millones de pesos, es el más claro ejemplo de una falta de transparencia. Se suma a ello la falta de información oficial en cambios que involucran espacios dentro de la misma estructura gubernamental. Ha sido mediante filtraciones como las y los tlaxcaltecas nos hemos informado sobre la forma de operar de las autoridades.
* Ocupación de cargos de primer nivel a personas no oriundas de Tlaxcala: No es menor el número de funcionarios de primer nivel no oriundos del estado de Tlaxcala, provenientes de entidades federativas circunvecinas, más señaladamente Puebla y Morelos. Y la pregunta surge irremediablemente: ¿Qué cuentas se le van a exigir a esas personas cuando concluya el sexenio? Ningún compromiso existe en los “fuereños” para entregar buenas cuentas de su trabajo.


A eso hay que sumar el hecho de que el gobierno de Lorena Cuéllar desapareció del radar a los morenistas de cepa y comenzaron a surgir y resurgir figuras provenientes del PRI y del PAN que hasta hoy forman parte del gabinete.


Tiene la gobernadora una concentración de poder no vista desde el gobierno de Héctor Ortiz Ortiz. La administración pública, gran parte de los ayuntamientos, órganos autónomos, el Poder Legislativo y ahora el Poder Judicial, están llenos de incondicionales suyos.
En ese escenario es que ella entra al quinto año de su gobierno, un quinto año trascendental para la sucesión gubernamental. Lo ha hecho inclinando sus dados a favor del alcalde de Tlaxcala, Alfonso Sánchez Anaya, pero la inexperiencia de éste en el servicio público, su procedencia de élite familiar directa con el ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya y el propio desgaste de la mandataria estatal, hacen que el favorito no crezca en las encuestas. Al presidente municipal poco o nada le ayuda la imagen de la titular del Ejecutivo. Más bien lo contrario.


A esos factores hay que sumarle que Cuéllar Cisneros no apostó por Claudia Sheinbaum para ser la candidata presidencial por Morena en 2024, sino por el tabasqueño Adán Augusto López Hernández. 
Así que no esperemos un buen final para este gobierno, no sólo por la inconformidad que se palpa dentro y fuera de las esferas gubernamentales, sino porque tanta concentración de poder puede explotarle en la cara como una olla exprés. Que no se crea sus propias mentiras: las encuestas y la decisión en la sucesión no las tiene a su favor.