• Emilio Piedras
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En Tlaxcala, pocos políticos han dejado una estela tan marcada de confrontaciones y traiciones como Julio César Hernández Mejía, exalcalde de Apizaco, a quien sus críticos definen como un operador que más que construir, se dedica a destruir y a acomodarse donde mejor le conviene.

Su historial reciente lo confirma. Primero buscó cobijo en el PAN, el partido que le abrió las puertas y le permitió colocar a su esposa, Noemí Rivera como suplente, en una diputación federal. Sin embargo, cuando sus caprichos encontraron límites y el Consejo Político azul lo frenó con una fuerte zarandeada, no dudó en darle la espalda a quienes le habían dado poder. El “negocio redondo” ya estaba armado: mientras su esposa cobraba en San Lázaro, también lo hacía Mariana Jiménez Zamora, a quien impulsó con el mismo fin de controlar espacios y recursos.

Si que siempre juega con un pie en otros bandos

Cuando estaba en el PAN operaba para que Santiago Sesin tuviera su partido "Renovemos Tlaxcala" quien por cierto quien fungía como secretaria general de ese movimiento era Mariana Jiménez Zamora. Pero al no darles el registro la impuso en el PAN.

Pero la historia no terminó ahí. Tras el desencuentro con los panistas, Hernández Mejía viró hacia Movimiento Ciudadano, partido al que abrazó con el mismo cálculo personalista. Lo que muchos aseguran es que, cuando dejen de serle útiles, tampoco dudará en darle la espalda.

Paralelamente, Julio César realizaba bloque en MC con Ernesto Ordóñez y Salvador Acametitla, a quienes Danae Figueroa corrió del partido Naranja por malas prácticas, y hoy le jura amor eterno a Danae Figueroa.  

Campaña negra en Apizaco

En su tierra natal, Apizaco, Julio César ha encabezado una campaña de desprestigio contra la morenista Lorena Ruiz García, a quien las encuestas colocan con ventaja inalcanzable sobre su esposa, Noemí Rivera, aspirante a la alcaldía. Lejos de dejarle tomar decisiones en su propio proyecto, el exalcalde intenta controlarlo todo.

El episodio más reciente lo exhibe: en una encuesta digital orquestada para medir preferencias, sembró más de 700 perfiles falsos con el objetivo de inflar números a favor de Rivera. El tiro le salió por la culata, pues la legisladora local lo denunció públicamente antes de que pudiera cantar victoria.

Un político que daña. 

Así es Julio César Hernández Mejía: un político de vieja escuela que se mueve de un partido a otro según su conveniencia, que manipula encuestas y que impide a otros crecer con independencia. Su reputación no es la de un constructor, sino la de alguien que genera daño y desgaste a los proyectos políticos que toca, dejando tras de sí divisiones y campañas sucias.

En Tlaxcala, su nombre vuelve a sonar no por propuestas o resultados, sino por la sombra de sus jugadas.