Tlaxcala de Xicohténcatl, capital del estado, es un municipio con rica historia y un gran potencial, económico y de turismo cultural, por ello, la gestión de un presidente municipal debería ser la de una agresiva política de progreso y responsabilidad. Sin embargo, bajo el mando de Alfonso Sánchez García, lo que hemos presenciado es un auténtico caos: calles inundadas de ineficiencia, corrupción, inseguridad, cobro de piso, extorsión y un abandono sistemático que ha convertido la administración en un pozo negro de intereses personales.
La realidad no se puede ocultar con el dedo elector de quien manda en la entidad, al contrario, es una abierta caja de irregularidades que ya es el dominio público: de cómo un alcalde, apodado "Ponchito", el “Jr” o “pañalón”, por su eterna imagen de "hijo de papi", ha llevado a la ciudad a un estado de deterioro que exige rendición de cuentas inmediata.
La infraestructura urbana de todo el municipio de Tlaxcala es el espejo más fiel de esta debacle. Inundaciones por doquier, sí, por una temporada de lluvias atípicas, pero también por la falta de atención, prevención y planeación. Las inundaciones, están agravadas por una red de drenaje colapsada, han convertido avenidas en ríos de materia fecal, un escándalo sanitario que expone la negligencia absoluta de su administración.
Miles de baches salpican las calles de la capital, sus colonias y las comunidades periféricas, abandonadas a su suerte como si fueran territorios olvidados. Estos cráteres no son solo un peligro para conductores y peatones; simbolizan los "baches" constantes en la carrera política de Sánchez García, quien parece más hábil en evadir responsabilidades que en resolver problemas.
¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, un municipio capitalino de México sufra tales condiciones medievales? La respuesta radica en una gestión plagada de corrupción, donde los recursos públicos tienen fines ajenos a las prioridades de la gente, en lugar de invertirse en obras esenciales.
Los problemas políticos y la inconformidad con la administración de Ponchito, empieza a generalizarse entre habitantes y comunidades, no sabe qué hacer, se apoya en ese amigo del alcohol, su secretario del ayuntamiento, para resolver los problemas, pero los agrava más. Y cuándo el agua le llega al cuello al presidente, se oculta, mete la cabeza en las faldas de su mujer y aquí no pasa nada.
Efectivamente, el problema va más allá de las calles agrietadas, de la inseguridad y la basura regada en las calles. La influencia omnipresente de su esposa, Marcela González, líder estatal de Morena, ha convertido a la alcaldía en la caja no tan chica de los dineros públicos, para objetivos electoreros. Acusada por comerciantes, presidentes de comunidad y hasta miembros del Cabildo de ser la verdadera alcaldesa, la que administra los dineros, contrata y despide empleados a capricho, González ha manipulado las estructuras partidistas para posicionar a su esposo como candidato a la gubernatura en 2027, lo pasea por toda la entidad sin el menor decoro y aprovecha para darse a conocer en las portadas de los “pasquines” informativos de Morena Tlaxcala. Todo esto, con la bendición de su "madrina" política, la gobernadora, quien está más interesada en blindar sus propios "demonios" que viene arrastrando y asegurar una sucesión a modo.
Esta particular forma de administrar la capital y todo el municipio, ha sumido al ayuntamiento en un completo desorden, donde las decisiones se toman no por el bien común, sino por ambiciones electorales y para pagar favores políticos y personales. El resultado: un municipio paralizado, con servicios públicos en ruinas y una ciudadanía que paga el precio de esta camarilla corrupta. No Alfonso, la culpa no es de Hernán cortés, es tuya.
La cereza de este pastel putrefacto son los festejos por los 500 años de la fundación de la ciudad, un evento que Sánchez García ha convertido en un circo de atropellos al patrimonio cultural. Fingiendo presidir la Comisión Conmemorativa, ha permitido invasiones grotescas: una carpa de circo en la Plaza de Toros, estructuras metálicas que dañan las construcciones coloniales en la Plaza de la Constitución, similares a las de eventos pasados como los mundiales de voleibol, ya olvidados. Este "pan y circo" populachero no son más que distracciones baratas para que el pueblo olvide, aunque sea por momentos, el colapso generalizado.
Es una afrenta a la historia de Tlaxcala, donde el alcalde prioriza espectáculos efímeros, con la complicidad de los otros miembros de la Comisión, sobre la preservación de un legado invaluable, revelando su incapacidad crónica y su desconexión con la realidad.
Lo irónico es que este ambicioso y fallido plan podría volverse en contra de "Ponchito" y su esposa. Todo indica que fueron lanzados al ruedo prematuramente para "quemarlos" políticamente, solo para ser descartados con un cínico; "no se pudo, qué le vamos a hacer ahijado, no te quieren". Los compromisos políticos y económicos con el padre Alfonso Sánchez Anaya, de parte de la Jefa, han sido cumplidos.
Las señales, aunque aún efímeras, están abriendo paso a otra posible candidata preferida, que es del agrado de la gober, apoyada por un siniestro personaje de la política nacional, que, atraída por el poder y el dinero, ignoraría de llegar a la grande del Estado, los oscuros manejos de la actual administración estatal.
Y Alfonso Sánchez García, lejos de ser un líder visionario, que oportunidades no le faltaron, se perfila como una figura penosa y decepcionante, cuya herencia será un municipio en ruinas y una lección amarga sobre cómo las torpezas, la incapacidad y la inexperiencia, pueden acabar con las aspiraciones.

