• Felipe Hernández Hernández
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Cuenta Santiago Posteguillo en su libro La legión perdida, el sueño de Trajano, que Publio Elio Adriano, quien aspiraba a ser el sucesor de su tío el emperador Marco Ulpio Trajano, organizó un gran desfile triunfal en la ciudad de Roma.

El majestuoso desfile incluía más de un centenar de carros con los despojos de guerra obtenidos por las legiones romanas, le seguían centenares de personas con grandes cuadros pintados donde se mostraban las hazañas de Trajano, la gran procesión recorrió la ciudad de Roma hasta llegar al Circo Máximo donde doscientas cincuenta mil personas bramaban de júbilo ante aquella exhibición del poder romano.

Este esplendoroso desfile tenía el propósito de ganarse el respaldo del pueblo a partir de ensalzar la figura de Trajano que era reconocido como el gran conquistador romano y de darle al pueblo una fiesta que mostrara el orgullo de pertenecer al más grande imperio de principios de nuestra era, pero también para que el pueblo olvidara las nefastas acciones de Publio Elio Adriano que le habían valido el rechazo de Roma.

Esta novela histórica de Santiago Posteguillo, retrata de alguna manera los mecanismos que en la antigüedad seguían algunos gobernantes para obtener los favores de su pueblo.

Sin embargo, cuando uno compara estas historias con ciertas acciones que los gobiernos actuales de todos los niveles realizan, pareciera que los eventos festivos siguen siendo un mecanismo muy socorrido a fin de que los ciudadanos olviden las necesidades y problemáticas que afectan su vida cotidiana.

Al revisar el calendario social se observa que prácticamente no hay mes donde no realicen los gobiernos eventos festivos, sea por la rosca de reyes, el carnaval, las fiestas patrias, el día de muertos o la villa navideña, pero también por el día de las madres, del adulto mayor, de los maestros, del chofer o de las enfermeras, por ejemplo.

Por si lo anterior no fuera suficiente, también están las ferias municipales, los eventos conmemorativos, los aniversarios fundacionales, los informes de gestión, los congresos temáticos o los eventos deportivos, medianos o de gran escala, que se promocionan como acciones que favorecen la difusión de la entidad o el municipio para posicionarlos como lugares de interés turístico.

Conviene resaltar que estos eventos si bien forman parte de nuestra identidad y cultura local son utilizados por fines distintos, quizás aplicando la máxima romana: al pueblo pan y circo. Aunque ahora abunda el circo y escasea el pan.

Por otro lado, todos estos eventos implican un gasto que en mayor medida asume la hacienda pública estatal o municipal y que terminan sufragando los ciudadanos, además dado que su realización demanda el uso de recursos económicos, humanos y materiales, impiden que los gobiernos atiendan las necesidades urgentes que de algún modo develan, por ejemplo, los fenómenos naturales, como ha ocurrido en muchas localidades que en estos días han sido afectadas por las lluvias.

A colación de lo anterior, pareciera que los eventos que tendrán lugar durante la primera quincena de este mes en la capital del estado destacan eventos que no tienen mucha relación con el festejo que se quiere ensalzar. Cada día de actividades cierra con un concierto en grandes escenarios de grupos populares de música norteña, música pop, música de rock, de un festival circense, o artistas, cuya trayectoria es relevante, pero que tienen poca o nula relación con el motivo del festejo.

Tal vez, y so riesgo de cometer un error por omisión, solo son destacables los congresos, encuentros o conversatorios donde se analiza la destacada presencia del pueblo tlaxcalteca en la integración de la nación mexicana, o los eventos que resaltan la cultura local que se ha mantenido incólume durante tantos años como es la elaboración del pan de fiesta, aunque ahora lo promueven para ganar el Récord Guinness, o las camadas de carnaval que se mantienen vivas gracias a la organización comunitaria.

Quizás esta errada apreciación es por desconocer el propósito de estos eventos, aunque por la programación que se observa, me atrevo a pensar que su finalidad es dar más fiesta al pueblo y solo destacar que hace 500 años se fundó la ciudad de Tlaxcala por cédula real como corolario de la alianza tlaxcalteca y española.

Solo faltaría emular a Publio Elio Adriano quien “en una hábil estrategia para ganarse el favor del pueblo (…) había repartido grandes cantidades de dinero” entregando a cada ciudadano romano tres aureus, equivalente a trescientos sestercios.

¿O tal vez esa es la finalidad de los llamados programas sociales? Es pregunta.