Aunque se le ha querido acreditar un triunfo en la elección de la candidatura de Marco Antonio Mena Rodríguez, como candidato tricolor a la gubernatura en 2016, en realidad Mariano González Zarur tenía a otro favorito. Se trataba de su ex secretario de Finanzas y después diputado federal Ricardo García Portilla, cercanísimo colaborador suyo y confidente de diversas aventuras políticas.
Marco Antonio Mena Rodríguez tuvo a su favor un factor que le dio el empujón definitivo: era el aspirante priista con menos negativos, algo que le daba oportunidad de crecer electoralmente.
Además, no era mal visto por parte de la clase política, sobre todo de un personaje al que al final se refugió ante el distanciamiento que tuvo con quien le hizo toda su carrera política en el estado al convertirlo secretario de Turismo, diputado local, coordinador parlamentario, presidente de la Junta de Coordinación y Concertación en el Congreso del Estado y dirigente estatal priista.
Ese personaje fue Beatriz Paredes Rangel, la experimentada política que en Tlaxcala tiene aún gran ascendencia en diversos personajes que abarca todos los colores partidarios.
Pero aunque no era gran conocido en Tlaxcala, Marco Antonio Mena era parte de la gran familia política que ha gobernado desde los tiempos de Emilio Sánchez Piedras, y que sólo José Antonio Álvarez Lima cortó por un periodo de seis años. El padre del ex gobernador y ahora cónsul en San Francisco fue colaborador e integrante de gabinete de Beatriz Paredes.
Esa clase política es la quiere seguir gobernando Tlaxcala. Por eso no es raro que en torno de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros exista un grupo de ex gobernadores conformado por Alfonso Sánchez Anaya, Héctor Ortiz Ortiz, Marco Antonio Mena Rodríguez y la propia Beatriz Paredes. La misma Anabel Ávalos Zempoalteca forma parte de este círculo a pesar de haber sido “sacrificada” en las elecciones de 2021.
De las personas aspirantes a la gubernatura, los grupos o los equipos políticos están muy claros: el alcalde capitalino Alfonso Sánchez García y la secretaria de Turismo, Josefina Rodríguez Zamora, son quienes encabezan las preferencias de la vieja clase política. Los nombres de Homero Meneses, Carlos Augusto Pérez y Carlos Luna Vázquez están solamente de relleno, a pesar de sus esfuerzos por sobresalir.
Del otro lado se encuentra la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, quien contrario a sus oponentes dentro del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no forma parte de esa clase política. Esa es su ventaja, además de las encuestas que le dan amplio margen positivo rumbo a la definición de la candidatura al gobierno del estado.
La otra ventaja que tiene es su carrera política, que no es menor al haber sido ya diputada local y ahora senadora de la República, vicepresidenta y presidenta de la Mesa Directiva, algo que ningún tlaxcalteca había logrado. Su experiencia abarca diversas participaciones internacionales que le dan un bagaje que ninguno de sus oponentes tiene.
Es de dominio público que entre la senadora y la gobernadora no existe la mejor relación política. Esa, sin embargo, es otra ventaja que tiene la legisladora federal, sobre todo ante lo decepcionante que ha sido el actual gobierno estatal, sumido en un creciente descrédito ante los hechos de inseguridad y señalamientos de corrupción. Eso, sin embargo, no implica que, de darse el caso, existan los suficientes acuerdos para llevar a cabo una transición de gobierno ordenada.
Ahí están las diferencias. Que las encuestas digan lo que ahora es evidente deja más claro todo: hay la motivación de un cambio, que todo indica no será de partido, sino de un nuevo grupo encabezado por una mujer que busca emerger ante el desgaste y los errores de quien hoy despacha en Palacio de Gobierno. Y se verá nuevamente que gobernadora no deja gobernador.

