• Gaby Flores
.

Los viajes alimentan el alma, pero también el ego, y la senadora por Tlaxcala, Ana Lilia Rivera Rivera, ha decidido seguir el ejemplo de su colega de bancada, Gerardo Fernández Noroña, y tomarse una pausa del trajín legislativo, tan agotador, claro, para hacer las maletas rumbo a Roma.

No, no va a rezar en el Vaticano ni a lanzar monedas a la Fontana di Trevi, va a representar, según dice, al noble campesinado tlaxcalteca en la ceremonia donde la FAO entregará el certificado del metepantle como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM).

Un honor, sin duda, pero uno que, curiosamente, siempre parece venir con boleto de avión incluido, clase ejecutiva y agenda “muy activa” (según ella), porque alguien tiene que sacrificarse por Tlaxcala, y la senadora decidió ofrecer su pasaporte al altar del deber.

Mientras tanto, aquí en México, los campos se anegan, los cerros arden y los damnificados se cuentan por miles. En los días en que las lluvias azotaban estados, la legisladora se limitó a un par de frases de consuelo digital: “Saldremos adelante”, “no están solos”, palabras huecas lanzadas al vacío de las redes, mientras las comunidades afectadas esperaban manos.

Pero, ¿qué se podía esperar? No es la primera vez que la senadora Rivera practica la política del espectador, pues cuando el fuego devoraba Atltzayanca, ella observaba desde lejos, justificándose con un “yo no podía hacer nada”, y, sin embargo, ahora sí puede, puede ir a Roma para hablar de sustentabilidad y orgullo campesino desde una cómoda butaca diplomática.

La paradoja del poder: cuando hay tragedia, no hay recursos ni tiempo, cuando hay reflectores internacionales, sobran los vuelos disponibles.

Habrá que ver cuánto nos costará esta “gestión internacional” en nombre del metepantle, esa técnica ancestral que fue creada por campesinos que sabían cultivar con las manos en la tierra, no con las uñas recién arregladas para una cumbre en Italia.

Porque mientras los verdaderos guardianes del campo tlaxcalteca siguen luchando por sobrevivir a la sequía, a los precios y al olvido, su senadora se da un baño de “patrimonio mundial” en Roma, una postal más para el álbum del oportunismo político, sonriente, diplomática, viajera, pero ausente de su trabajo legislativo.