• Marco Antonio Muñoz Sánchez
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El Partido Acción Nacional ya tiene candidata a la gubernatura en nuestro estado. Para ella y mis lectores va el siguiente análisis.  

Hace cinco años el futuro político inmediato parecía inmejorable para la recién nombrada candidata a la gubernatura Lic. Adriana Dávila Fernández independientemente del roce natural con los precandidatos perdedores en la designación interna para Gobernador.  Haciendo memoria, no se sabía con certeza si el gobernador saliente, el Lic. Héctor I. Ortiz Ortiz, iba a apoyar o no a la joven candidata por tratarse de grupos políticos de corrientes diferentes y contradictorias en sí, pero al final de cuentas se contaba con el apoyo incondicional del actor político más notable del país: el entonces presidente constitucional Lic. Felipe Calderón Hinojosa.

Había una cierta magia en este peculiar proceso electoral, parecía el momento del PAN: una candidata en plenitud  de juventud y mentalidad de cambio, de modestos orígenes, y con quien muchos jóvenes se identificaban.  La convicción del proyecto era tal que incluso la candidata por el PRD declinó a su favor. ¿Acierto o error aceptar ésta dimisión? No lo sé.

Pero, lamentablemente, algo falló.   ¿Las razones? Me atrevo a elucubrar algunas: La falta de compromiso del  gobernador saliente; inexperiencia del equipo cercano a la candidata en la estrategia de conquista de mercado electoral; la corta trayectoria política de la candidata, la ausencia de  operación cicatriz con los perdedores al interior del PAN estatal; la falta de “amarres políticos” con actores relevantes (recordemos la suma importancia de ello en una entidad federativa con ingresos fiscales propios de solamente 3% y cuya economía se sostiene en un porcentaje importante de los miles de servidores públicos municipales y estatales en la entidad); o incluso la falta de definición en el proyecto político; es decir que la gente supiera con exactitud qué diferenciaba a esta candidata de los otros proyectos políticos. Pero, como un factor preponderante –y a juicio muy particular- percibí que el propio status quo de las eternas familias incrustadas en el poder,  veían a Adriana Dávila como un verdadero peligro inminente. La clase política oligárquica con apellidos de renombre (y que son una constante en la vida política tlaxcalteca), sabía que alguien que no perteneciera al club difícilmente aceptaría las propuestas torcidas de desarrollo, los negocios monopólicos que enriquecen sólo a unos cuantos o la violación sistemática de derechos humanos en el afán de mantener en pocas manos el raquítico poder económico y político de nuestra entidad federativa; en suma: Adriana Dávila no convenía al sistema… en ese momento.

Recuerdo perfectamente dos frases reiterativas en sus discursos políticos: “yo no sé hacer amarres… pero sé lo que es bueno para la gente”; y “yo quiero hacer de mi Tlaxcala, la pequeña Suiza de México.” Estas  frases, denotaban dos cosas en ese momento: en el primer caso demostraba cierta ingenuidad política pues en política los “amarres, compromisos o acuerdos” son parte de la vida misma de un país, estado o municipio. Y, en el segundo, se manifestaba la intención ya no cambiar sino de revolucionar la forma en que se dirige económica, política y administrativamente una entidad geográfica para, por lo menos, poner los peldaños que quizás algún día   nos haga parecernos aunque sea en nuestra infraestructura carretera a ese país desarrollado tan  distanciado de nosotros, porque para llegar a ser como los suizos se necesitan cientos de cambios sustanciales en la forma de dirigir a Tlaxcala para que sus habitantes tengan ese grado de riqueza económica y calidad de vida.  

Así, la vida da muchas vueltas y hoy en el 2016 se nombra nuevamente a Adriana Dávila candidata a la gubernatura por el PAN pero… ¿qué debería cambiar en el discurso y acción de un partido como éste que ahora va solo, sin aliados relevantes a una contienda electoral tan atomizada políticamente? ¿Qué decir frente a  una ciudadanía tlaxcalteca con una de las tasas de pobreza más alta en el país (60.3% Fuente: INEGI 2014); de informalidad  laboral (71.8%), así como la segunda tasa más baja de satisfacción con la vida de todo el país (7.7 Fuente: INEGI)?
Mi  propuesta para aquéllos que deseen aceptarla, la plantearé en mi próximo artículo. ¡Hasta pronto!