• Ángelo Gutiérrez Hernández
Los triunfos ni las victorias son permanentes, por ello ante el vital e importante panorama que tiene el Partido Acción Nacional (PAN) de cara a las elecciones de sucesión presidencial del próximo año, es momento para cerrar filas en torno a proyectos generales y no personales.

La derrota del PRI seguramente tendrá dos futuros o la debacle total de los tricolores casi al exterminio y el uso del Estado para reconstruir un monstruo que podría ser muy peligroso para la incipiente e inacabada democracia del país. 

Los resultados de la víspera, que nos dio a Acción Nacional los triunfos en los estados de Nayarit e inminentemente en Coahuila, así como en la mayoría de los municipios de Veracruz, nos confirman como el partido con perspectiva para generar la alternancia en la presidencia de la República.

Pero también, con amplias posibilidad de ganar la mayoría en el Congreso de la Unión y en las entidades federativas, con lo cual se comprobaría que es real la extinción de un partido político que ha detenido el desarrollo de esta nación y de su gente.  

Desde que el PRI perdió el congreso en 1997, terminó formalmente el tiempo del carro completo y la garantía de victoria electoral, aunque algunos mareados pensaron que había culminado la transición democrática, ese es un proceso que sigue sin concluir.

Antes, en 1989 por primera vez el PRI entrega una gubernatura al candidato victorioso. Ernesto Rufo del PAN venía de ser presidente municipal de Ensenada y ganó la elección de gobernador de Baja California, que el PRI sorpresivamente reconoció. Desde entonces, Acción Nacional ha avanzado, a pesar de muchas piedras en el camino.

Ahora, el PRI enfrenta un complicado panorama para repetir en el poder. Contrario al optimismo expresado por sus líderes, la percepción sobre el tricolor es bastante negativa. Aunque ningún partido principal destaca por ser bien evaluado, el PAN es el que capta mejor opinión promedio.

 Pese a que los dirigentes priistas manifiestan que su partido es el que ha hecho las grandes transformaciones para bien del país, la población señala más al PAN con cambios positivos, con 36 por ciento de la aceptación social.

Peor aún, el PRI ha dejado de superar al PAN en la cualidad que el electorado acostumbraba reconocerle, la experiencia para gobernar, además de seguir cargando con el lastre de ser considerado el partido más corrupto, ya que la sociedad, en un 67 por ciento, considera a dicho partido como un ejemplo de lo peor.

Esta postura negativa de la población hacia el PRI ocasiona que las críticas indirectas de los dirigentes priistas hacia sus principales opositores difieran de las percepciones de la población. En efecto, en lugar de concordar con que alguno de los partidos de oposición representa más el pasado, engaña con ilusiones, conduciría al país al retroceso, “nada de muertito” o promueve más la división, la población señala sobre todo al propio PRI como el que cumple más con esas características.

Ante estas condiciones, es urgente mantener la unidad y no sobredimensionar los hechos y mucho menos, asumirse como el eje central de estos logros. Todos sus militantes y cuadros son los responsables de estas inmejorables condiciones.

Con esa visión, desde ahora debemos sumarnos a un proyecto de nación en el que se antepongan los intereses generales a los de un grupo o liderazgos. México se merece un cambio verdadero y ese solo se dará a través de una propuesta del bien común y la defensa de  la dignidad de todos.