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Insiste en que es claro e innegable el espíritu privatizador de la reforma avalada por el PRI y el PAN.

Compañeras y compañeros senadores,

Junto con la gran mayoría del pueblo de México, estamos aquí para seguir debatiendo en una lucha pacífica y llena de argumentos racionales a favor de la defensa del petróleo de México.

El poder de las empresas privadas –sobre todo extranjeras- han doblado a quienes dicen gobernarnos y a la mayoría de quienes también dicen representar los intereses de la nación en esta soberanía, y que han terminado sirviendo a la gente del dinero.

Es claro e innegable el espíritu privatizador de la Reforma Energética. Ante la evidencia, muchos no combaten los argumentos de quienes nos oponemos, sino que optan por el sarcasmo, la trivialidad y la descalificación, eso les define.

El proceso de aprobación de esta infamia, se está dando en condiciones muy aceleradas, y bajo una lógica nada abierta a las inquietudes que están siendo expresadas desde distintos sectores de la sociedad.

Como nunca, la nación está muy atenta a lo que sucede con la reforma energética; y estoy segura que será muy dura en sus juicios sobre nuestro trabajo.

De aprobarse esta reforma nos dirigimos hacia una paulatina privatización de los recursos energéticos de este país, aprovechándose de leyes creadas y queriendo imponer otras tantas, a modo del gobierno en turno para que cumpla con sus compromisos con el capital extranjero.

No sigamos en esta inercia forzados a dar un debate sin consultar a la sociedad, y que nos coloca en desventaja frente a intereses de particulares que buscan explotar recursos que le pertenecen a la nación.

De manera técnica, es cierto que esta reforma no pretende que los recursos naturales involucrados pasen a ser propiedad privada. Petróleos Mexicanos, es transformada en una compañía productiva y comercializadora, en una administradora de contratos de las empresas privadas.

La propuesta contenida en el presente dictamen otorga la cadena de actividad productiva, es decir, la exploración, extracción, industrialización, distribución y comercialización de los recursos energéticos y sus derivados, a unas cuantas empresas, sobre todo extranjeras, que monopolizarán la actividad de principio a fin. Con ello, estas empresas harán realmente suyos los recursos naturales energéticos.

El contenido de este dictamen, que es la propuesta del gobierno federal mexicano sí es una privatización, aunque la administración del Presidente Peña Nieto se esmere en negar lo evidente.

“Privatizar”, como dice el diccionario de la Real Academia Española, es: “Transferir una empresa o actividad pública al sector privado”. Y la reforma plantea transferir actividades, hasta ahora consideradas estratégicas para el país y reservadas para Pemex, a empresas privadas y extranjeras.

Incluso, como admitió el Subsecretario de Energía, Enrique Ochoa, si se aprobara la reforma del gobierno, empresarios extranjeros podrían tener ya refinerías en territorio nacional; habrá un despojo a las comunidades de sus tierras a favor de los transnacionales.

La reforma privatiza sus funciones y las ganancias petroleras. Se las quita a Pemex para darlas parcialmente a empresas extranjeras.

Debemos detenernos y seguir  fomentando un debate más amplio y nutrido, así podremos conocer a detalle las modalidades concretas que adoptaría la política energética y petrolera, en cuanto a su proceso que involucra el sistema eléctrico y el resto de las fuentes de energía, es decir, que se nos digan los alcances de la legislación secundaria que derivaría de las reformas a la Constitución que se pretenden.

Además, no está claro el contenido, limitaciones y características de los contratos con particulares, por lo tanto, de origen, queda en entredicho y en una ventana significativa de opacidad, cosa que parece inaudita por tratarse de un sector estratégico del país.

La conclusión es sencilla, con esta reforma se permite la participación de empresas extranjeras desde la exploración hasta la completa explotación de recursos energéticos por medio de concesiones o celebración de contratos; lo cual significa además, el tránsito de cifras multimillonarias en un medio donde no hay nada claro.

Y si esto no bastara, poco se ha precisado sobre la secuencia y mecanismos para solventar la ausencia de la participación de PEMEX del esquema fiscal actual, y como van a destinarse los supuestos beneficios petroleros al desarrollo del país sin comprometer los avances que sin reforma ya tenemos.

No son necesarias reformas constitucionales para modernizar a Pemex; se requiere de planeación y trabajo, se requiere de eliminar la corrupción e invertir en tecnología, se necesita que escuchemos a expertos en la materia que sean imparciales,  se requiere de administraciones capacitadas y eficientes en nuestras  empresas  públicas.

Es necesario e indispensable que nos detengamos, cada mexicano está mirándonos con lupa, y no le hemos dado explicaciones claras sobre la infamia que aquí se pretende concretar.

Propongo… aplazar la aprobación de la reforma energética, porque los ciudadanos de este país tienen derecho a que se le consulte sobre el hecho de que si es de su interés, el que se privaticen los recursos energéticos que le pertenecen. Millones de mexicanos estamos en contra, salgan a la calle en sus entidades federativas y pregúntenles a los ciudadanos.

No es justo ni conveniente, que la población de este país siga siendo una simple espectadora del actuar de los que supuestamente los representan y esté casi siempre sujeta a intereses personales. Con este afán de hacer de lado la opinión de la sociedad, se está evitando ir al fondo del tema, es decir, a las condiciones estructurales de una estrategia nacional energética que garantice la oferta suficiente y diversificada de fuentes sustentables y eficientes de abastecimiento de energía.

Estoy segura que con esto se maximizaría el impacto del aprovechamiento del petróleo, el gas y otras fuentes sobre el desarrollo y bienestar del país.

Señoras Senadoras y Senadores, mi voto es contra pero ojalá reflexionen y no concreten la infamia al pueblo de México, que sufrirá las consecuencias desastrosas pagando mayores tarifas que afectarán a los más desprotegidos, además de entregar el sustento más valioso de la nación, su petróleo.

Concluyo, citando a nuestro prócer Ignacio Ramírez, “Que los cielos y la tierra retumben para maldecir a esos traidores que entregaron a su país y a su gente a una nación extranjera; que sus almas no encuentren reposo hasta el fin de los tiempos porque lo más sagrado que tiene un hombre es su honor y la patria”.

Es cuanto, señor presidente.

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