• Tlaxcala
  • Juan Silva
Estimado compañero: Sirvan estas líneas para expresarle mi respeto como militante del Partido Acción Nacional.

Estará de acuerdo conmigo Ingeniero, desde nuestra fundación, el PAN se ha preocupado por la buena fama pública y el prestigio del partido, de sus dirigentes y sus militantes. Somos de las pocas instituciones de interés público en México donde se nos distingue por dirimir de manera sana, respetuosa y responsable, las controversias de nosotros mismos.

Esos son nuestros deberes y seguro estoy que ni usted ni yo permitiríamos lo contrario, pues, a diferencia de los que no son panistas, llevamos muy dentro la inquebrantable convicción de practicar y honrar nuestra doctrina y nuestros principios. Tengo sangre demócrata Cristiana, al igual que usted, querido amigo.

El camino no ha sido fácil. Nuestro paso por los pinos no pudo ponernos mejor prueba para consolidar una patria ordenada y generosa que tanto pregonamos. No dudo que, lograr una mejor vida y respetar la dignidad humana, haya sido la filosofía de quienes ocuparon los mejores cargos en el sexenio de Fox y Calderón. Lástima que hayan sido demasiados los malos ejemplos de quienes, de pronto, olvidaron los ideales de nuestra declaración de principios.

Usted asentirá conmigo, como buen consejero político, la ideología que le dio sustento a nuestra existencia, explica porque el PAN adquirió, desde su inicio, una personalidad, a partir por hombres y mujeres libres y de buenas costumbres, quienes de forma permanente aspiramos a un bien común; a un bien superior basado en la suma de intereses individuales. Esa es justamente la idea.

Es aquí donde quisiera hacer una pausa don Sergio. En los últimos días, en el camino a la renovación a la dirigencia nacional, algunos compañeros y usted mismo, parecen haber olvidado estos sueños.

Le pregunto en voz alta, con tristeza y preocupación, estimado presidente: ¿Cómo vamos a construir una obra común para mejorar la vida humana, sí en la práctica, nos violentamos entre nosotros mismos?

Dígame, ¿Cómo haremos posible nuestra doctrina, para vivir solidariamente, si no hallamos el mínimo respeto de quienes se sienten dueños de nuestras vidas?

Me intriga conocer su pensar, mi líder ¿Somos personas, los que militamos, o apenas simples firmas de respaldo?

La historia no miente señor González, no es así como se gana el liderazgo de quienes lucran con nuestra voluntad. Bueno, que le digo del respeto para su investidura, postrada en esa doble moral, de hacer campaña para su ex compañero Oliva (Cordero), pero con un hijo de avanzada, "trabajando" para un Maderista de ocasión. No ofenda nuestra poca inteligencia señor presidente.

La libertad, Inge, nos hace ser merecedores de ser iguales. Mi voto y mi voz pesa lo mismo que la suya o que la de Madero o Cordero; tiene la misma calidad que el voto de Adriana Dávila, de Adolfo Escobar, de Aurora Aguilar o de quién me ponga enfrente.

Don Sergio, si no se tienen respeto entre ustedes y no asume el papel de líder estatal, mucho menos de ser el hilo mediador de éste proceso, al menos en el Tlaxcala, no entiendo cómo pensaran conservar la dichosa subsidiariedad de nuestra comunidad y hacer posible que prontamente nazca aquella fraternidad cívica anhelada por nuestros fundadores. Ah no ser que estemos sin timón ni rumbo, mi ponderado guía.

Le pido encarecidamente me conteste: ¿Cómo daremos coherencia a nuestro origen, ante escándalos de posibles moches a cambio de obra pública desde la Cámara de Diputados?

¿Cómo enfatizar la crítica a la clase burguesa y sostener el destino universal de los bienes materiales si nuestra pareja de líderes, de apellido Romero, se quejan de ser víctimas y viven en un palacio que bien podría competir con la de cualquier jefe del narco?

Le conmino a que haga ejercicio de sinceridad ¿Cómo fustigar la clase pudiente sí usted mismo ha incrementado su patrimonio personal a cambio de nuestras prerrogativas partidistas auxiliado desde su propio nepotismo? ¿De eso se trataba la filosofía cristiana?

La esperanza que nos distinguía, don Sergio, tiene que ver con el deber ser de las cosas, no con lo que las cosas son. Para ser un demócrata, lo mismo que un torero, hay que parecerlo.

Si el humanismo que debíamos promover, trataba de respetar, real y efectivamente, la dignidad humana y reconocer los derechos personales, entonces ¿cómo concebimos la soberbia de nuestro alcalde Adolfo Escobar respecto a su auto imposición como representante de la Asociación Nacional de Alcaldes? ¿o qué opinión le tiene su grupo de porros pagados para gritarle "gobernador" en todos los lugares que acude. Ni que no hubiéramos aprendido la lección estimado líder.

Tiene razón, me disculpo por la estupidez y dureza de mis palabras; pero dígame usted, si así me lo concede, si lo humano nos debiera llevar a una comunidad fraterna, entonces, ¿cómo llamarle así, por ejemplo, a la agresividad y despotismo que distingue a los hermanos Valentín y Angelo Gutiérrez con toda la gente que no compartimos sus gustos?

O tan solo piense un poquito compañero de Texoloc, si el bien común es distinto de la suma de los intereses particulares, ¿cómo podemos entender los militantes la mezquindad y soberbia de una Senadora que hace 4 años promovía su campaña a gobernadora, a partir de su origen humilde, ahora nos vea hacia abajo desde su lujosa residencia, en un fraccionamiento que sólo personajes de la alta burguesía como el propio Gonzalez Zarur u Orlando Santacruz, pueden hacerlo? Estoy de acuerdo con usted don Checo; dicen, que los extremos opuestos, al final, son lo mismo.

Si el deber del Estado es la justicia, y el poder político, buscado por nuestras siglas, se legitima estando al servicio del hombre, contésteme objetivamente ¿por qué nuestros presidentes municipales panistas se hallan, en pleno trueque, intercambiándose entre ellos puestos laborales para sus familiares, disque para disimular el nepotismo que tanto criticamos?

La democracia es mucho más que el cumplimiento de las reglas constitucionales señor presidente y ni usted ni nadie la practican. La democracia, según entiendo, exige una revolución mucho más intensa, ya que se aferra a principios más profundos. Es un estilo de vida no un discurso barato. Es buscar el bien de todos nosotros, sin denostar. Haga de cuenta todo lo contrario a lo que un tal Ricardo Sánchez, quién, sin ser compañero nuestro y no obstante de haber gozado de otro sublime ejercicio de nepotismo Davilesco, se empeñe en promover la guerra sucia al partido. Esa gente debiera esperar, desde afuera, futuras oportunidades.

Somos libres y libres debemos emitir nuestro sufragio. Sin un gobernador poblano arreándonos como mulas necias, sin un Alejandro Aguilar y su distintiva tibieza, sin un Félix Solís generándonos discordia interna.

Ya para finalizar mi letrado amigo, no sobra recordarle que, la democracia panista, en aquella parte de la historia, sirvió para reivindicar posiciones sociales sometidas. La historia entonces se encargará de reivindicar la nuestra.

Atentamente

Juan Silva.

Militante Activo

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