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¨Indio sin india, cuerpo sin alma¨
Cada vez más fragmentada la charrería tlaxcalteca, no se le ve un rumbo fijo y para muestra un botón, bueno dos, se anunciaron las eliminatorias rumbo a lo que serán las primeras olimpiadas charras con sede en el estado regio, pero para ello debe haber eliminatorias estatales, luego regionales y así llegar a la olimpiada nacional, lo malo acá es que Claudio Rugarcía que es el encargado de que estos menesteres como representante de los charro de nuestra entidad, no ha emitido comunicado alguno convocando como debe ser, es decir por escrito, ya que no es raro que hace sus campeonatos sin tener la convocatoria escrita acostumbrado a hacer las cosas al ¨ahí se va¨.
Ya incluso mencionamos que en la nacional de charros se estará celebrando el 4º campeonato charro por selecciones y la idea es que Tlaxcala lleve lo mejor de cada entidad, incluso la convocatoria refiere que debe haber charros de mínimo 3 o 4 equipos y de nueva cuenta parece ser que Claudio pretende privilegiar a conocidos y a amigos con la finalidad de ´armar´ una selección que no ha sido debidamente analizada y mucho menos consensada, esperemos que a menos de 10 días las cosas cambien, aunque hemos visto que todo se vuelve una utopía con este tipo de dirigentes que cambian de la noche a la mañana de estado de ánimo.
4ª PARTE DE LA HISTORIA DEL DEPORTE NACIONAL
(Continuación, 4ª parte)
En el siglo XVI, el virrey Velasco I emprendió la conquista de Querétaro (chichimecas) y autorizó bestias y armas para dos caciques aliados que fueron los pioneros de la charrería: Nicolás Montañés de san Luis, descendiente de nobles de Tula y Jilotepec. Asimismo, es importante el instructor portugués dominico, fray Pedro Barrientos, quien enseñó a los indios la cría y conservación de los caballos y el arte de dominarlos, montarlos y correrlos.
Pero a quien se reconoce como máximo profesor de equitación, es el beato Sebastián de Aparicio (1502-1596); cuyo cadáver incorrupto se conserva en la iglesia de san Francisco, Puebla; considerado mentor en las labores del campo (siembra y pizca, carga y desgrane de maíz, cosecha de trigo, fríjol y tareas de riego), guía de los indígenas en la realización de las faenas de domesticación y aprovechamiento de las bestias: tiro, carga y después a la silla, instruyó a los arrieros, inventó una carreta tirada por dos bueyes para sustituir la carga de los naturales y enseñó a manejar una buena yunta.
El beato Sebastián Aparicio adquirió la hacienda de Careaga, ubicada entre Azcapotzalco y Tlalnepantla y en ella se dedicó a la agricultura y a la ganadería, lo mismo que a enseñar a los aborígenes a sembrar maíz y trigo. Adiestró a estos a la doma de bovinos y cautelosamente, en la de caballos, práctica o habilidad que era exclusiva para los españoles. Por esto, se le tiene como el verdadero precursor de la charrería, arte local que poco a poco se extendió desde la mesa central; principalmente del actual estado de Hidalgo, a los confines del virreinato. Este ejemplar y virtuoso varón a los 71 años dejó la actividad civil donando sus propiedades al convento de santa Clara en el estado de México. (Continuará)
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