- Seguridad
La madrugada de este jueves, en Apizaco, el hallazgo de un cadáver con signos de haber sido torturado horrorizó a habitantes y autoridades.
La descripción del reportero Alfredo González, es estrujante: apareció el cuerpo desmembrado, quedando lejos el miembro superior izquierdo (mano), aunque curiosamente también aparece una cuerda a su lado, maniatado de la cintura, lo que podría indicar que fue arrastrado a propósito.
Cinco días antes, cien elementos de la Gendarmería llegaron a este municipio. Los dirige el comandante Juan Carlos Dorantes Martínez.
No se había visto este nivel de crueldad.
Información del ayuntamiento refiere la muerte de una persona por atropellamiento.
La realidad va más allá. Lo demuestran impactantes imágenes tomadas por dicho reportero.
En otro rumbo del estado, localizaron a otros dos ejecutados. Así lo narra un medio poblano: El primero de los cuerpos fue localizado en el camino a Santa Ana Xalmimilulco, pero en territorio de San Rafael Tenanyecac, que pertenece al municipio tlaxcalteca de Nativitas; atado de las manos y con cinta gris tipo industrial y plástico envolviéndole la cabeza. Poco después, se reportó el hallazgo de otro cadáver en las mismas condiciones, en los límites entre Puebla y Santiago Michac, localidad –también- del municipio de Nativitas.
Estos homicidios no pueden ser pasados por alto.
Un día antes, en esa misma zona, cayó un agente de la Policía Federal de Caminos. Le dieron cuatro balazos, en pecho y rostro. Lo hicieron, dicen otras notas periodísticas, sujetos que custodiaban un tráiler.
Ocurrió en los límites de Puebla y Tlaxcala, en el entronque de la carretera al aeropuerto Hermanos Serdán y la autopista a México.
La violencia registrada nos hace pensar en la disputa del territorio. Pueden ser zetas y miembros de la familia michoacana, peleando por conservar la exclusividad de los caminos y la vulnerabilidad de la gente.
No es fortuita la llegada de la Gendarmería. La autoridad, alarmada por el elevado índice de asesinatos la solicitó.
Falta información. Falta aclarar los móviles de estos asesinatos. Permanecer ignorantes nos hace pensar lo peor. Se supone que somos el estado más seguro. Los hechos señalan en sentido contrario.
Estamos rebasados. Aquí los poderosos usan guaruras. ¿Pero, y la gente común y corriente?
Ante esta realidad, las autoridades suelen afirmar sin pruebas que se trata de hechos aislados, ocurridos en otras latitudes y culminados aquí, pero solo porque nos dejan los cuerpos.
No es cierto. Ya los tres niveles de gobierno acordaron luchar en la misma dirección.
Hace falta trabajo de inteligencia. Así como los criminales dan muestra de tenerlo.
Su perversidad les permite generar el horror en la gente. Arrojar un muerto despedazado en calles céntricas del municipio más rico de Tlaxcala, debe tener un fin: la extorsión.
No estamos bien. Las evidencias nos demuestran la llegada de grupos violentos. Puede ser el efecto cucaracha causado por la intensa persecución en estados como Tamaulipas, Sinaloa, Michoacán, Guerrero y Veracruz.
Saben que llegaron a tierra fértil para sus infernales propósitos. Bueno, eso imaginan.
Cien elementos de la Gendarmería no son suficientes. Necesitamos diez veces más. Sobre todo, nos urge una eficiente labor de análisis. Probablemente habrá cuadrantes y estrategias para aplicarlos en cada uno.
Nos da vergüenza reconocer que quienes deberían dedicar su tiempo a esas labores, hoy se encuentren organizando campañas políticas.
Los órganos de inteligencia no trabajan. No sirven. Son pasivos. Acaso se han concentrado en la Feria de Tlaxcala.
Ya vimos que el estado es más que este vil negocio en el centro de Tlaxcala.
El sistema de seguridad de este gobierno es un fracaso. La autoridad lo debe reconocer.
Pero insiste en que somos el estado más seguro.