- Tlaxcala
El estado de salud del matador Rodolfo Rodríguez, quien se encuentra hospitalizado en el Hospital Civil Juan I. Menchaca, de la ciudad de Guadalajara, continúa crítica. Luego de la embestida que sufrió el torero en Lerdo, Durango el pasado 1 de mayo.
El Pana", quien fue trasladado al nosocomio en la capital jalisciense para continuar con su rehabilitación tras quedar cuadripléjico.
Lamentablemente para Rodríguez, su estado físico continúa siendo delicado, luego de sufrir un paro cardíaco, que para su fortuna fue controlado por los médicos.
El maestro de Apizaco, quien posee muchos adeptos por su manera de torear, recibió este fin de semana muestras de cariño por parte de la Peña Taurina de Guadalajara, quien convocó a una oración en conjunto en la explanada del hospital, con la esperanza de que mejore su calidad de vida.
El presidente de la Peña, Felipe de Jesús Álvarez, hizo un llamado a la familia taurina de la Perla Tapatía en torno al diestro:
"Creo que todo el mundo taurino tiene que estar unido para pedir por la salud del matador Rodolfo Rodríguez, es una iniciativa de la Peña Taurina Guadalajara y lo que queremos es que, primero Dios se vaya restableciendo. Queremos que regrese a su casa y sabemos que puede ocurrir un milagro, esperamos un milagro", mencionó.
Álvarez reconoció la importancia del maestro para la tauromaquia nacional: "La figura del 'Pana' tuvo altibajos en su carrera, pero creo que es un ser humano que ha demostrado, que ha sido un gran torero, un torero clásico, de los últimos", añadió.
A este encuentro, se dieron cita admiradores y miembros de la organización, además de los hermanos del "Pana", quienes agradecieron las muestras de cariño que han recibido en este duro momento para su familia.
El estado de salud del tlaxcalteca continúa siendo grave, de pronóstico reservado, pero sus seguidores no pierden la fe y esperan que Rodolfo Rodríguez pueda regresar como lo ha hecho una y otra vez a lo largo de su historia de altibajos.
“EL PANA”, GENIO, FIGURA Y HASTA FERROCARRILERO DE CORAZÓN
Durante la celebración y frente a “La Maquinita”, un personaje ataviado a la vieja usanza ferrocarrilera, llamó la atención de propios y extraños, era Rodolfo Rodríguez “El Pana”, quien llegó para estar presente en la celebración de los primeros 50 años del emblema de Apizaco.
Sin importar que el día apenas iniciara, el singular matador de toros, con su inseparable puro, accedió a platicar del sentimiento ferrocarrilero que llevan todos los apizaquenses.
¿Matador, que recuerdos te trae esta maquinita?
RR.- Yo estaba aquí, en este lugar cuando la trajeron, fue una emoción tan grande, quien iba decir que ya pasaron 50 años, se fueron rápido, sin sentir, como se nos va la vida.
Estaba yo chamaco, hace cincuenta años yo tenía doce o trece años, prácticamente estaba yo saliendo de la primaria, fue una ceremonia inconmensurable.
Uuuy, yo creo que todo lo que tenía de vapor en la caldera, lo utilizaron en el silbato, lo hicieron sonar durante todo el trayecto, desde que salió del taller hacia su destino final.
Antes eran los almacenes de la Cemsa, que ahora son los almacenes de depósito, pero abrieron por ahí, y construyeron una rampita, hasta que llegaron aquí finalmente con la maquinita funcionando.
¿Fue muy emotivo este acontecimiento?
RR.- Fue un día de fiesta, hubo una corrida de toros en la Wiliufo González, actuaron en aquel tiempo quienes estaban en el caldero, Gabino Aguilar y Jaime Rangel, cuatro toros de Zacatepec.
Fue una fiesta local muy bonita, por eso y muchas otras cosas, por la herencia ferrocarrilera, me siento muy orgulloso de ser apizaquence, y creo que es el mismo sentir de todos los apizaquenses.
¿Por qué vistes ahora en este día el atuendo original de los ferrocarrileros?
RR.- En honor, homenaje y reconocimiento al gremio ferrocarrilero, porque en la vida hay que ser agradecidos con Dios, con la vida y con nuestros semejantes.
Yo estoy agradecido con mis viejos ferrocarrileros, porque gracias a ellos se fundó esta maravillosa ciudad.
¿Ya no es común que se vistan así?
RR.- No, la verdad es que ni los propios ferrocarrileros, con su pantalón de peto que se llama “yupa”, el paliacate colorado que rodea el cuello para frenar el sudor, la camisa blanca, muy bien almidonada, la gorra de rayitas azules y blancas, era el atuendo de los ferrocarrileros, los distinguía.
¿Qué recuerdos te trae esa ápoca?
RR.- Definitivamente cambian los tiempos, ya son otras cosas, antes se amaba el terruño, la patria, todo, ahora no.
Se han perdido los valores, más los valores morales, desgraciadamente.
Por eso les digo a las nuevas generaciones, sobre todo a los niños, que no le pierdan el amor a la tierra, que nunca renieguen de su parroquia, y que sean agradecidos a Dios y a la vida.
¿Ya quedan muy pocos ferrocarrileros en Apizaco?
RR.- Así es, cada día son menos y hay que reconocer que el gremio ferrocarrilero se encuentra en proceso de extinción.
¡Mira!, yo vengo de una familia de tamaleras, tanto mi abuela como mi madre, vendían sus tamales afuera de la estación, en ese tiempo, el paso del ferrocarril con sus pasajeros rumbo a Veracruz y de regreso, era la vida de Apizaco.
Porque en ese entonces viajaba mucha gente por el ferrocarril, entonces había muchos vendedores, de café, de pan, de los bastones de Apizaco, que son de Tizatlán, de gorditas, tamales, gallina hervida, de pulque.
Se vendía de todo, por el recorrido del ferrocarril, en Apan, Apizaco, en Esperanza, eran sitios para comprar comida y disfrutarla durante el viaje, la derrama económica era muy importante.
Muchas familias vivían del paso del ferrocarril de pasajeros, todo esto era el ferrocarril.
Curiosamente en esos momentos se dejó escuchar el potente sonido silbido de una locomotora, Rodolfo Rodríguez se emociona, sus ojos se llenan de agua,
¡Mira, escucha, verdad que se oye bonito!
Recordar es volver a vivir, por eso hay que darle gracias a Dios y a la vida, que nos permite estos momentos.
“Ahí nos vemos”, se despide el también llamado “Brujo de Apizaco”, el polémico, la leyenda viviente, el panadero que lo arriesgo todo para alcanzar con su genio y su arte la fama, esa a la que solo acceden gentes especiales, como es el caso de Rodolfo Rodríguez, el también ferrocarrilero de corazón.