• Nanacamilpa
Sin embargo, las autoridades también brillaron por su ausencia

Nanacamilpa, Tlaxcala.- Otra vez la magia se hizo presente en los bosques de la Sierra Nevada del Ixta-Popo, en Nanacamilpa miles de visitantes fueron testigos del prodigio natural de la danza de estos insectos en su santuario de reproducción.

El fenómeno se presenta puntualmente las noches húmedas de junio, julio y agosto, los pinos, sauces y oyameles se llenan de magia, al parecer de la nada empieza una danza de luces fluorescentes, las lucecitas fugaces de color verdoso muestran el vuelo de estos fantásticos insectos.

Son totalmente inofensivos para el hombre, más bien es la presencia del ser humano la que es un riesgo para su santuario, silencioso, obscuro, húmedo, misterioso.

Esa lucecita que aparece, desparece y a veces brilla mucho más que las demás, es y se ha comprobado que lo producen las luciérnagas hembras que han llegado a reproducirse.

Estas criaturas son pequeñas hadas aladas, silenciosas, elegantes, admirables que forman parte importante de la cadena por la vida, por eso han sobrevivido a cataclismos, cada año llegan a este lugar a reproducirse.

Nanacamilpa y la Isla Norte de Nueva Zelanda, son los dos únicos santuarios en el mundo donde las luciérnagas se reproducen en estas cantidades, las autoridades federales, estatales y municipales prometieron cuidarlas.

La alcaldesa de Nanacamilpa, Lilia Caritina Olvera Coronel, se comprometió otra vez públicamente a cuidar de las luciérnagas, a cuidar a los visitantes y mantener el orden en los accesos y sus alrededores.

Pero a la hora de la hora, las autoridades también brillaron, pero por su ausencia, el lugar ahora llamado “Sendero de las Luciérnagas”, en el ejido de San José, por momentos entrar o salir en auto convirtió en un infierno.

Improvisaron un estacionamiento de tres hectáreas metieron a cientos de autos, quienes debieron sortear el primer obstáculo para llegar, un camino fangoso, estrecho que obliga a circular en un solo sentido.

Los demonios se soltaron cuando un auto venía de frente, ni uno, ni otro podían pasar, sin posibilidad de dar la vuelta o retroceder, así muchos visitantes estuvieron varados.

Justo a un costado, en el otro acceso a “Piedra Canteada” el pago de 200 pesos por persona hace la diferencia, un acceso de terracería transitable y fangoso, lleno de señalamiento y guías.

Por el pago de acceso se tiene derecho a un estacionamiento cercado, servicios de sanitario, un guía, el recorrido por más de un kilómetro por el sendero de las luciérnagas y tras el recorrido de una hora y media, se reconforta a los visitantes con ponche de frutas muy caliente y un pedazo de pan de fiesta

Lo malo fue el comportamiento de los visitantes, sin importar el famoso reglamento, metieron lámparas, algunos gritaban y se violaba  la quietud milenaria del santuario.

Poco antes, una pertinaz lluvia, que se abatió por espacio de quince minutos, marcó la diferencia, casi de la nada comenzaron a aparecer las lucecitas, primero de arriba de los árboles, luego por las ramas, parecía un bosque de navidad, con sus luces intermitentes.

Las luciérnagas bajaron, el ambiente se iluminó, fue un espectáculo que dejó sin habla a los visitantes, las luces danzaban entre la gente, curiosas, sutiles, suaves y hermosas.

Pero otra vez el reglamento no se respetó, luces de teléfonos celulares comenzaron a encenderse para buscar al familiar extraviado, sin policías a la vista, comenzaron a tomar fotografías con flash

Ya para ese entonces la arribazón de las luciérnagas estaba en su apogeo, y de pronto el llanto de un bebé rompió el silencio, una madre irresponsable lo llevaba en brazos, en la penumbra se adivinada que no era el único caso.

Total que nunca se aplicó el reglamento, la gente levantaba del suelo a los insectos encendidos, la gente no paraba de llegar, el regreso del sendero fue tormentoso, gente que venía de frente chocaba por la oscuridad.

Más de dos horas fue el tiempo para poder salir, por el tráfico y todo lo demás que salió de control de los organizadores que no estaban por ningún lado, otra vez a tomar el camino de terracería.

La imagen  de cada año fue la misma,  puestos de vendimia mal organizados, entre lodo, venta de pulque a la media noche, antojitos, fritangas, elotes, esquites y de todo menos orden y limpieza.

Mientras allá en el templete, otra vez las funcionarias daban cuenta de su satisfacción por el éxito obtenido, decían que estaban de regreso del sendero, daban entrada a un espectáculo de trova, para no variar la moda del trienio.

Mientras los demonios de la desorganización estaban sueltos en su sendero, allá donde brillan las luciérnagas y también brillan las autoridades por su inoperatividad, inexperiencia e ineptitud demostrada.

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