• Política
  • Alfonso Sánchez Anaya
En los últimos años en países principalmente de Europa y Latinoamérica, se han venido gestando importantes movimientos políticos que pretenden o buscan de manera muy seria, incidir en los procesos democráticos de sus respectivas regiones, para implementar un nuevo modelo de gobierno que sí sea un fiel reflejo de lo que las grandes mayorías desean.

Son sociedades como la nuestra, que experimentan ya por mucho tiempo, situaciones sociales que evidencian que los problemas de pobreza, desigualdad y falta de participación de los ciudadanos para decidir los gobiernos que más les convengan, son pendientes que las mantienen en el atraso y con altos grados de vulnerabilidad ante los ahora más constantes embates del poder económico internacional.

El objetivo de este nuevo modelo de gobierno que se está impulsando, es aquel que garantiza seguridad y bienestar a la sociedad, que responde a las verdaderas demandas ciudadanas para que sus gobiernos ejerzan el poder con transparencia y rendición de cuentas y, obviamente, que sean eficientes, honestos y que respeten los derechos humanos.

En México, son muchas las voces (ciudadanos, académicos y politólogos) que nos hemos estado reuniendo con similares de otros rincones del mundo, para debatir experiencias y estrategias que fortalezcan los movimientos de izquierda, progresistas y ciudadanos. Lo que queremos es definir una nueva agenda que rompa con las inercias y los moldes políticos que tanto daño han causado a generaciones enteras.

Es cierto, en nuestro país como en otras naciones, principalmente latinoamericanas, las “izquierdas” están francamente divididas; unas han agotado sus potencialidades, les han fallado a sus sociedades al igual que las “derechas”, porque han sobrepuesto intereses de grupo a los intereses ciudadanos, otras en cambio, están más vivas que nunca y dan muestras de apertura y diálogo.

Estoy convencido que la ciudadanía ha empezado a despertar, pero se está inclinando a proyectos que se caracterizan más por su orientación hacia la socialdemocracia donde tengan cabida todas las izquierdas, con la apertura para instalar puentes de comunicación con las más “radicales” o “antisistemas”, que se oponen al poder político y económico establecido.

Lo que no se puede o no debe permitirse es que sigan gobernando los que no han dado resultados y han tomado las peores decisiones, aumentando el deterioro social y la marginación. Las izquierdas por nuestro lado, hemos sido incapaces de ponernos de acuerdo para ir juntos en una misma dirección, porque ha imperado más la división que la coexistencia.

La indiferencia de la actual clase gobernante antes los legítimos reclamos de la sociedad para alcanzar una mejor forma de vivir, la ausencia de una verdadera fiscalización ciudadana del quehacer gubernamental, constituyen un escenario propicio para que se produzca un nuevo proyecto de gobierno.

Es urgente entonces, articular y encontrar las coincidencias de los movimientos progresistas en México hacia ese nuevo proyecto; por ello, afirmo, que sí creo en la unidad de lo diverso, pero dentro de las izquierdas del país y la apertura a otras posturas que realmente quieran lograr los cambios que los tiempos políticos por venir exigen.

“Tenemos un flagelo adentro de carácter ético. Cuando el afán de hacer plata se mete adentro de la política nos mata a la izquierda”:  José Mujica, expresidente de Uruguay.