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Ser original es una tarea verdaderamente compleja.

Satisfacer al usuario de los videojuegos no es una tarea nada sencilla. Abunda la competencia y, en nuestros días, acostumbrados a la satisfacción inmediata, tal vez no tengamos tanta paciencia como para darle una oportunidad a algunos títulos que, por otra parte, podrían aportarnos horas de diversión. Para cuantificar el éxito, evidentemente, la tecnología aplicada tiene su peso específico; así como, también, la promoción que se haga del juego, su formato, etc.

Pero no deberíamos olvidar la importancia que mantiene la temática. No todas funcionan igual ni llegan a la misma cantidad de público. Ser original, conectar con las preferencias y aprovechar un argumento que sea “jugable” son aspectos a tener en cuenta. Claro que no es fácil ser original, porque esta industria lleva ya muchas décadas lanzado sus productos. Por tanto, la inspiración representa un activo de gran valor.

Aquellos que puedan pensar que los profesionales del sector de los videojuegos están divididos en dos partes, los programadores y el resto, andan muy errados. Hoy, otras áreas tienen un enorme protagonismo en el desarrollo. Entre ellas, los productores y los guionistas, que están íntimamente relacionados con el proceso creativo. En ellos, junto con otros especialistas, recae la tarea de dar creatividad al juego y a su temática. Pero, ¿cómo se inspiran? ¿De dónde sacan sus ideas?   

En los inicios de esta industria, la ventaja era disponer de todo el terreno despejado, puesto que no existían ideas previas. Pero también contaban con una potente limitación: los recursos tecnológicos eran muy simples. Por tanto, el concepto se basaba en crear aquello que fuese entretenido pero no demasiado complejo a nivel técnico. El primer título de la historia, Pong, del año 1972, es un buen ejemplo de ello. Una simple bola pixelada que rebotaba entre dos plataformas.

 

 

Con el paso del tiempo, los recursos han sido más variados y avanzados, pero también se ha complicado el objetivo de ser original. Buena muestra de ellos es que abundan las secuelas y los “remakes”, como ocurre en el cine. De la misma forma, también se han consolidado algunos géneros, que parecen conectar mejor con el público gamer. Por tanto, el estudio de las costumbres y preferencias de los usuarios ha pasado a ser una herramienta imprescindible para el sector. Estos análisis se basan en las ventas, las descargas, las compras dentro del juego, etc.

De aquí surgen algunos géneros que se han destacados como “best sellers”. Entre ellos, el del “shooter” (disparos en primera persona) o los MOBA (arena de batalla multijugador). Las aventuras gráficas, la estrategia o los deportes son otras temáticas que también son comunes, así como los simuladores. Pero, llegados a este punto, aún falta definir el argumento concreto. Y este es uno de los aspectos que requiere inspiración. Bien, de nuevo, el proceso no es tan simple como sentarse a pensar y esperar a que se encienda la bombilla.

Para los videojuegos principales existen equipos creativos, como en las series o las películas. Hay que elegir una trama, unos protagonistas (y antagonistas), un desarrollo, objetivos, etc. Según sea el género, este proceso tiene sus particularidades. No es lo mismo conseguir una licencia para un juego de fútbol sobre una liga oficial que tener que crear un universo para una aventura gráfica. En el primer caso, como otros ejemplos, la realidad es la mejor inspiradora; en el segundo, la tarea es, casi, de una naturaleza literaria.

Otra fórmula muy habitual es aprovechar los grandes clásicos, algo que también se utiliza para las tragamonedas de dinero real México del iGaming (como la mitología, las épocas históricas, etc.). O los universos ya creados, con personajes reconocibles y que han triunfado en otros ámbitos, como los superhéroes, las novelas de fantasía o las historias de detectives. A pesar de tener una parte de trabajo ya realizado, estos ejemplos no son sencillos, pues la adaptación tiene que estar, mínimamente, a la altura del original.

Y aún queda algo más. Ese toque de originalidad que distingue unos títulos de otros. Los que ya somos algo veteranos tenemos grabado en la memoria el Monkey Island de 1990. Y no es casualidad, puesto que introducía las batallas con espada en las que se ganaba según la pericia en la ironía, en lugar de con el acero. Este es un ejemplo de carácter distintivo y de genialidad para suplir las limitaciones tecnológicas del momento. ¿De dónde llegó la inspiración para esta idea tan brillante? Tendremos que preguntárselo a sus creadores. 

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