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  • Adolfo Tenahua Ramos
Esta no es la primera vez que Covarrubias actúa bajo este guión.

Una cosa es defender causas justas. Otra muy distinta es creerse un Robin Hood moderno y terminar actuando como un agitador más, sin ley ni respeto por el orden.

Así ha sido el comportamiento constante de Miguel Ángel Covarrubias, quien se ha querido vender como un “samaritano del pueblo”, pero cuyos actos lo exhiben como un provocador profesional.

Y es que Covarrubias protagonizó otro de sus ya conocidos episodios de “defensor social”.

De acuerdo con el C5i, el ex legislador local participó en un incidente de alteración del orden registrado en la carretera México-Veracruz, específicamente en Hyundai Apizaco, ubicada en la colonia Santa Úrsula Zimatepec, municipio de Yauhquemehcan.

Miguel Ángel Covarrubias, acompañado por un grupo de aproximadamente 50 personas, irrumpió en las instalaciones de la empresa, tornándose agresivo con los trabajadores. Lejos de resolver un conflicto o interceder con diálogo, se comportaron de forma hostil y violenta, desatando una situación que requirió atención prioritaria de las autoridades.

Esta no es la primera vez que Covarrubias actúa bajo este guion: se posiciona como el paladín del pueblo ante supuestos abusos, para luego incitar al desorden y al enfrentamiento. En lugar de usar los cauces legales o el diálogo institucional, elige la vía del espectáculo, la intimidación y el protagonismo.

Su estrategia es clara: posicionarse mediáticamente a costa de cualquier situación, incluso si eso implica sembrar el caos o poner en riesgo a trabajadores inocentes. Lo que empezó como una supuesta defensa del pueblo, se ha convertido en una peligrosa rutina de confrontación y populismo barato.

Tlaxcala no necesita mesías falsos ni defensores de cartón. Necesita líderes que construyan, que sumen, no que anden de fábrica en fábrica encendiendo fuegos para luego posar como bomberos heroicos. Miguel Ángel Covarrubias ha demostrado que su cruzada no es por la justicia, sino por su propio ego.

Y lo más preocupante: detrás de cada “acción social” que encabeza, va dejando un rastro de tensión, violencia y desconfianza.

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