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  • Adolfo Tenahua Ramos
Este tipo de pronunciamientos huecos no sorprenden viniendo de Emilio de la Peña, quien a estas alturas se ha ganado —con total mérito— el título del diputado más improductivo de la actual legislatura.

Mientras brigadistas, voluntarios y ciudadanos se enfrentaban al fuego en los distintos incendios forestales registrados el miércoles en Tlaxcala, el diputado local Emilio de la Peña Aponte decidió “atender” la emergencia desde la comodidad de sus redes sociales.

A través de una publicación en su cuenta oficial, el legislador expresó su “profunda preocupación” por el desastre natural que afecta a la entidad. Sin embargo, sus palabras no tardaron en ser rebatidas con dureza por los propios ciudadanos, quienes lo acusaron de oportunismo y de utilizar la tragedia como escaparate político.

Y es que, más allá del discurso, De la Peña Aponte no se presentó en las zonas siniestradas ni destinó un solo peso de su salario para apoyar en la contingencia, a diferencia de otros funcionarios y figuras públicas que sí acudieron al lugar del desastre o aportaron recursos reales para combatir las llamas.

“Preocuparse no es suficiente, hay que ocuparse”, fue una de las frases más repetidas en los comentarios de su publicación. La crítica fue unánime: Tlaxcala no necesita políticos de escritorio ni mensajes vacíos, sino representantes comprometidos que actúen cuando más se les necesita.

Este tipo de pronunciamientos huecos no sorprenden viniendo de Emilio de la Peña, quien a estas alturas se ha ganado —con total mérito— el título del diputado más improductivo de la actual legislatura. 

No ha presentado iniciativas relevantes, no ha defendido causas sociales, y mucho menos ha bajado recursos para sus representados. 

Se ha convertido en un legislador parásito. De esos que solo calientan la curul, cobran puntualmente cada quincena y aparecen cuando hay una cámara o una tragedia que usar como plataforma política. 

Su “preocupación” por los incendios no fue más que un intento burdo de protagonismo. Y la gente no se lo perdonó: en los comentarios de su publicación, fue duramente tundido por ciudadanos que ya no se tragan discursos baratos.

Tlaxcala no necesita diputados de ornato, necesita representantes que actúen, que suden la camiseta, que estén al pie del cañón cuando su gente los necesita. Lo de Emilio de la Peña es el ejemplo perfecto de cómo no debe ejercer el poder un servidor público.