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La diputada local Madai Pérez Carrillo presentó una iniciativa para reformar el Código Penal del Estado de Tlaxcala, con el fin de tipificar y sancionar de manera específica los crímenes de odio contra personas de la comunidad LGBTIQ+.
Sin embargo, su postura ha sido recibida con escepticismo y críticas, incluso dentro del propio colectivo, que no olvida su historial de oportunismo político y actitudes excluyentes hacia el mismo sector que ahora pretende defender.
Durante su exposición, Pérez Carrillo argumentó que “la ausencia de agravantes específicos limita la eficacia de la justicia penal”, y citó datos oficiales que reconocen a más de 62 mil personas en Tlaxcala como parte de la población LGBTIQ+.
Lo que no mencionó es que fue ella misma una figura cuestionada por colectivos de diversidad sexual, debido a actitudes discriminatorias y un uso cínico de las acciones afirmativas para obtener una curul que, a la práctica, no ha puesto al servicio de las causas que dice representar.
Cabe recordar que la diputada de Morena llegó al Congreso mediante una acción afirmativa como persona no binaria, pero posteriormente fue exhibida por su negativa a dialogar con organizaciones LGBTIQ+, ignorar oficios y solicitudes, y mantener una postura distante e incluso discriminatoria hacia integrantes del colectivo. Diversos activistas han señalado su falta de compromiso real y su uso meramente instrumental de la identidad de género con fines políticos.
En el mismo tenor, colectivos y activistas han señalado también a la diputada Aurora Villeda Temoltzin, quien fue confrontada públicamente durante un foro lésbico en el Congreso, donde quedó en evidencia su desconexión con las luchas del movimiento, así como su incapacidad para responder a cuestionamientos sobre su falta de resultados concretos.
Para la comunidad LGBTIQ+ en Tlaxcala, estas acciones no representan avances reales, sino un intento por lavarse la cara tras el descrédito acumulado. Lo que se esperaba de quienes accedieron al poder mediante acciones afirmativas era una agenda firme, congruente y comprometida. En cambio, lo que ha quedado claro es que la bandera de la diversidad ha sido utilizada como trampolín político por legisladoras que ahora intentan simular empatía y compromiso, justo cuando el capital político se agota y los señalamientos crecen.