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Una vez más, la violencia se apodera de la vida nocturna en Tlaxcala. Esta vez el escenario fue el antro “Monique”, ubicado en la Capital, donde dos guardias de seguridad fueron exhibidos golpeando brutalmente a un joven, aparentemente en estado de ebriedad. El caso se viralizó rápidamente en redes sociales, generando indignación y encendiendo los reflectores sobre una preocupante práctica que se ha vuelto cada vez más común en antros de la entidad: el abuso de poder por parte de guardias y dueños de estos negocios.
Por este acto brutal durante la noche del sábado, autoridades municipales y estatales, acompañadas por Protección Civil, realizaron un operativo y procedieron a clausurar el establecimiento por faltas administrativas. Sin embargo, para la sociedad tlaxcalteca esta medida resulta insuficiente, pues no es la primera vez que se reportan casos similares en antros tanto de Tlaxcala capital como de municipios como Apizaco, Chiautempan y Zacatelco.
Los testimonios coinciden en que jóvenes en estado inconveniente son blanco fácil de agresiones, robos, humillaciones y extorsiones por parte de los llamados "cadeneros", quienes en lugar de brindar seguridad, se comportan como verdaderos agresores. Muchos de estos casos nunca llegan a una denuncia formal por miedo, vergüenza o simplemente porque las autoridades nunca les dan seguimiento.
Se han reportado incluso casos en los que los jóvenes son despojados de sus pertenencias —carteras, celulares, dinero en efectivo— tras ser golpeados y expulsados de los bares. Lo más grave es que no hay responsables, no se fincan cargos, y los mismos agresores continúan operando en total impunidad.
Mientras tanto, los dueños de estos negocios guardan silencio o minimizan los hechos, protegiendo a su personal bajo la excusa de mantener “el orden”. La realidad es que la noche en Tlaxcala se ha convertido en un peligro, especialmente para los jóvenes, quienes deberían tener garantizado un espacio de diversión seguro, no un campo de violencia encubierta.