- Política
La gobernadora de Tlaxcala, Lorena Cuéllar Cisneros, ha declarado que intensificará las acciones de seguridad con un objetivo explícito: “cerrar la brecha entre datos y percepción”.
La frase, dicha con la serenidad de quien cree haber encontrado la clave del problema, revela en realidad una preocupante incomprensión de lo que significa gobernar en un contexto de inseguridad generalizada.
Porque, en el fondo, ESA EXPRESIÓN ASUME QUE LA PERCEPCIÓN CIUDADANA ES UN ERROR ESTADÍSTICO QUE PUEDE CORREGIRSE CON MÁS PATRULLAS, MÁS CÁMARAS O MÁS CONFERENCIAS DE PRENSA. Y NO LO ES.
La percepción de inseguridad no es un capricho subjetivo ni una distorsión mediática. Es la suma cotidiana de experiencias concretas: la madre que ya no deja salir sola a su hija después de las siete de la noche, el comerciante que paga “derecho de piso” porque sabe que denunciar es inútil, el joven que evita ciertas colonias porque ha visto cómo desaparecen amigos, la familia que entierra a sus muertos sin que nadie investigue, los pobladores que quieren hacer justicia por su propia mano.
ESA PERCEPCIÓN NO ES UN DATO EQUIVOCADO; ES EL ÚNICO DATO QUE REALMENTE IMPORTA CUANDO SE TRATA DE LA VIDA COTIDIANA DE LAS PERSONAS.
Cuando un gobierno habla de “cerrar la brecha entre datos y percepción”, está diciendo, sin decirlo, QUE LA PERCEPCIÓN ESTÁ INFLADA, que los ciudadanos exageran, que los homicidios, las extorsiones y los secuestros “no son para tanto” porque las cifras oficiales no alcanzan los niveles de Guerrero o Michoacán. Es una forma elegante de culpar a la víctima: no es que estés en peligro, es que sientes que estás en peligro. Como si el miedo fuera un lujo que Tlaxcala no puede permitirse reconocer.
La percepción, en cambio, es el termómetro más honesto que tiene cualquier sociedad. NO MIENTE, NO SE MANIPULA CON FACILIDAD Y NO ADMITE MAQUILLAJE. Cuando ocho de cada diez tlaxcaltecas se sienten inseguros al caminar por la noche en su propio municipio (según la propia ENVIPE del INEGI, aunque la gobernadora prefiera no mencionarlo), no es porque estén mal informados; es porque su experiencia diaria les dice que el Estado no los ha abandonado. Y esa experiencia no se corrige con boletines ni con operativos espectaculares que duran lo que dura la nota periodística.
UNA POLÍTICA PÚBLICA RESPONSABLE NO BUSCA “CERRAR LA BRECHA” HACIENDO QUE LA GENTE DEJE DE SENTIR MIEDO; BUSCA REDUCIR LA INSEGURIDAD REAL HASTA QUE EL MIEDO DESAPAREZCA POR SÍ SOLO. Eso requiere reconocer que los datos oficiales suelen ser apenas la punta del iceberg: LAS CIFRAS NEGRAS DE DELITOS NO DENUNCIADOS EN TLAXCALA SON ABRUMADORAS, SOBRE TODO EN EXTORSIÓN, VIOLENCIA FAMILIAR Y DESAPARICIONES. Pretender que la percepción está “desfasada” de la realidad oficial es ignorar deliberadamente que la realidad oficial está desfasada de la vida real.
TLAXCALA NO NECESITA QUE SU GOBERNADORA LE EXPLIQUE A LA CIUDADANÍA QUE SU MIEDO ES EXAGERADO. Necesita que reconozca que el miedo es la consecuencia lógica de una estrategia fallida, de una policía rebasada, de un sistema de justicia que no castiga y de una presencia del crimen organizado que ya no se esconde ni en los municipios más pequeños.
DECIR QUE SE VA A “INTENSIFICAR LA SEGURIDAD” PARA QUE LA GENTE “DEJE DE PERCIBIR” LO QUE VIVE TODOS LOS DÍAS NO ES SOLO UN ERROR DE DIAGNÓSTICO; ES UNA FALTA DE RESPETO A LA INTELIGENCIA Y AL SUFRIMIENTO DE LOS TLAXCALTECAS. La brecha que realmente hay que cerrar no es entre los datos y la percepción, sino entre el gobierno y la realidad que padecen sus gobernados.
MIENTRAS LA AUTORIDAD SIGA CREYENDO QUE EL PROBLEMA ES QUE LA GENTE SIENTE DEMASIADO, y no que el Estado protege demasiado poco, esa brecha solo se hará más grande. Y con ella, el miedo.


