- Tlaxcala
Antes de escribir esta carta quise acudir personalmente a su oficina en la Oficialía Mayor de Gobierno, pero temí ser reprendida por algún funcionario de la dependencia a su mando en la cual estoy adscrita o, en el peor de los casos, por mi propio sindicato.
Le anticipo, no soy una persona de influencias ni represento un partido distinto al suyo. De hecho, he apoyado de manera puntual y muy discreta en la distribución de cobijas, chamarras y útiles escolares en los municipios que usted mismo nos señala a través de nuestros jefes, también bajo su honorable supervisión.
Lo que me motiva pues a expresarle estas líneas deriva de una situación muy peculiar. He leído con mucha atención la solicitud de incremento salarial cercana al 10 por ciento planteada por el sindicato 7 de mayo. Usted lo sabe claramente, no sobra recordarle que la mayoría de asalariados burócratas, como su servidora, recibimos un ingreso promedio de cinco mil pesos mensuales y, aún en el entendido que la respuesta a nuestra petición fuera en sentido positivo, estaríamos hablando de un aumento formal de quinientos pesos al mes, cantidad muy por debajo de los sueldos, compensaciones y gastos de alimentación que reciben, bien merecidas, sus compañeros del gabinete del "Desarrollo para Todos".
Estoy consiente don Ubaldo, mis escasos estudios y solidez económica, me alcanzaron apenas para colocarme en una de tantas oficinas de gobierno del estado, y al igual que muchas como su servidora, nos encontramos olvidadas lo mismo aquí que en algún municipio del estado.
Por cierto, su posición no es la única que lacera la clase asalariada, también nos duele la forma en la que ofenden a la sociedad los alcaldes de todos los partidos. Créame que, salir a presumir cien días de gobierno sin siquiera resolver el problema de los laudos laborales, es una tomada de pelo que ofende a cualquiera.
Estoy consiente señor Oficial que, a menos que cambie de empleo, seguiré condenada a vivir una vida apenas menos miserable que la de cualquier aprendiz de albañilería. Mi situación no es aislada. Así trabajamos a diario miles de burócratas en éste bella entidad. No, tampoco es su culpa, cada quien debe asumir su papel.
Entiendo el esquema laboral productivo y procuro no ser ingenua licenciado Velasco. Nuestro sindicato hace como que exige mejoras laborales para nosotros y ustedes, obligadamente, contestan que están revisando. Ese es el círculo virtuoso para el sexenio de la Consolidación de quién sabe qué cosa. Lo que no entendemos señor, le soy honesta, es la ligera y anticipada respuesta por su persona y quien, así lo entiendo, representa la posición del titular del poder ejecutivo.
No es una carta a los reyes magos, como desafortunadamente calificó a nuestro pliego petitorio estimado Señor, es una exigencia histórica de derechos y libertades que ni usted ni yo impusimos o inventamos. Los así llamados derechos laborales, pese a su ninguneo, son sólo eso, una petición que puede o no ser concedida. Sin ir más allá al borde de saltar nuestra humilde pero consistente inteligencia colectiva. Una carta a los Reyes Magos, sí gusta que hablemos de ellos, para una aglomeración más potente que los propios agremiados sindicales, tendría que ver, no con nuestra postura sino con la revocación de mandato de personajes que han decepcionado con la incongruencia del discurso oficial, con la falta de respeto a un pueblo, engañando de manera sistemática y generalizada, con esa premisa de mal gusto, es decir, concediéndonos a vivir junto a sus excelentes tiros de precisión en la gestión social, política, económica, en una especie de año bizarro de la Consolidación. A menos que de refiera señor Oficial, a la Consolidación de su propia derrota.