- Política
Lic. Adriana Dávila Fernández
Senadora de la República y Presidenta de la Comisión en Contra de la Trata de Personas.
Señora Senadora:
Algunos comunicólogos de profesión recibimos su misiva con tremenda sorpresa. En lo personal, valoro su intento de juego de palabras, pues si bien remite su comunicado a la "opinión pública", desde sus primeros renglones no hace más que reprimir, a base de insinuaciones, a quienes nos atrevemos a ser "Opinadores" de la sociedad, entiéndase: gremio de reporteros, periodistas, reporteros, columnistas y quizá, para su entender, unos desatinados tunde teclas.
Usted señora Dávila, licenciada en Ciencias de la Comunicación, por profesión, y agiotista de los cargos con fuero constitucional, por oficio, no es más que dueña y rehén de sus propias palabras.
Por cierto, no está por demás recordarle, el fuero fue inventado para impedir justamente la represión de la libertad de expresarse y discernir, pero crea que es prerrogativa exclusiva de la representación popular que hoy la levita, pues, aunque jodidos, sus ex colegas, tampoco seremos menos ATREVIDOS a la hora de establecer las claras diferencias entre ambos: a) el tamaño de la chequera, b) los metros cuadrados de la casa en que vivimos, c) los autos en que nos movemos, o también, d) la carencia de esa despectiva forma de llamarle a las cosas, porque se supondría que al ser instruidos en las misma aulas, usted y nosotros deberíamos clamar, señalar, descubrir, pero sobre todo, hablarle a la sociedad sobre la verdad de las cosas.
Ni hablar, si a usted le gustó más la política como forma de vida, enhorabuena, solo que por salud mental debemos permitirnos, ambas partes, mantener esa sana distancia.
La misma diferencia entre ser borracho que cantinero nos obliga, de este lado, a señalar sus aciertos y errores, como política, simplemente porque usted vive del erario público y nosotros no. Así que, si le parece bien, usted haga lo suyo y déjenos hacer lo nuestro, y si no quiere que cualquier columnista de quinta le señale sus limitaciones o sus incongruencias, evite andar mandando indirectas y adjetivos de muy mal gusto, a los ya de por sí, pésimos comunicados.
En último de los casos, sobre la información publicada que no fue de su agrado, si usted nunca negocio con Mariano aquella desaseada reforma política, si nunca estuvo ahí, si al menos puede asegurar que no hubo testigos o cámaras viéndola en aquel lugar, también se vale aclararlo y no dejar ese vacío mediático, en su propio comunicado.
Pero le imploro otro favor. Si usted y sus diputados de "oposición" de pronto dejaron de ser críticos del nulo trabajo del poder Ejecutivo; si en su estrategia política decidieron sacrificar en la reforma, que su propio partido deje de conservar sus históricas 3 curules por la vía plurinominal, también es momento de avisar en esos comunicados tan certeros, pero no a nosotros, sino a quien también tenía la ingenuidad de verla como una opción distinta a las raquíticas formas de llevar las riendas de este estado.
Pero regresemos al punto que nos llama Senadora. Sepa que nunca será ATREVIDO señalar el doble discurso ni de confirmar las prebendas obtenidas a cambio, pero más allá de esas insignificancias, me llama la atención que justo al margen del crecimiento exponencial de las agresiones contra periodistas mexicanos, sus intolerantes apreciaciones a sus ex compañeros, los OPINADORES ATREVIDOS, sea también tan atrevida como autoritaria.
Al menos, llama la atención que habiendo sido instruida (se supone), como periodista, se sume usted a la lista de acciones de la llamada Rígida Censura; que sea usted, más allá de sus oficios, de los mismos pensamientos intolerantes a la crítica, de quién le da lo mismo detener escribientes y de que hoy, en su oportuna carta, nos deje ese mal sabor de boca del hostigamiento y el enfadado, cuando no se habla bien de su trabajo.
Por personas como usted, que les aligera el alma mandar regaños por correspondencia, escritores y periodistas han llegado a huir de sus lugares de origen; porque la extraña mezcla entre poder, ignorancia y arrogancia (y no hablo de su nuevo aliado), es la antesala de la represalia a las opiniones políticas de cualquier OPINADOR ATREVIDO.
Ya por último, deseo en lo personal, a nombre de mi profesión, permitirme hacerle llegar MI MÁS ENÉRGICA PROTESTA por su misiva, que constituye una intolerancia imperdonable contra el espíritu libre de quién OPINA, escribe y se ATREVE a buscar y narrar la verdad de los hechos, y que resulta particularmente insólito que en un estado como el nuestro, con una ejemplar cultura política ancestral, tenga un simple parroquiano que exhortarla a tolerar a la prensa, y a respetar el derecho de disentir, y pedirle dejar desempeñar libremente el oficio que usted decidió abandonar, por su entendida (no sé si legítima) ambición propia.
Pido a este medio de comunicación y a cualquier otro, la publicación integra de esta carta. No como medida inspirada en política de ninguna clase, sino, dentro del espíritu de la libertad de expresión, de solidaridad y de defensa de los más elementales principios que hacen posible un estado democrático como el que anhelamos.
Atentamente
Diego Oaxaca