• Tlaxcala
  • Pedro Morales
Orgullosa y altiva nos remonta a los tiempos de Agustín Lara

Tlaxcala.- “El “oficio más antiguo del mundo”, “chicas alegres”, “mujeres de la vida”, “trabajadoras sexuales”, son términos que esconden una de las formas más penosas de esclavitud y violencia, la prostitución.

Sobre este tema hay dos posiciones totalmente divergentes: una, de carácter “progresista”, que defiende la prostitución como una profesión, pues la entiende “como una consecuencia de la libertad sexual de las personas”.

Según esta posición, las prostitutas son trabajadoras sexuales, con los mismos derechos que otro trabajador.

La segunda posición, de carácter “conservadora”, entiende que la prostitución no es más que una forma cruel de explotar a los seres más indefensos de nuestra sociedad como son las mujeres sin recursos, con hijos.

Una vez domados los instintos, roto el corazón, muertas las ilusiones y sin posibilidad de escapar de las garras de los lenones, algunas mujeres, hasta le encuentran gusto a su actividad.

Se resignan a vivir y sobrevivir de la prostitución y quienes logran independizarse, viven de otra forma su realidad.

Sabedoras de que en otro lugar, en la fábrica, de criadas o secretarias no alcanzarían para gastar lo que gastan en vestidos, perfumes y  otros artilugios propios de su profesión, que es ni más ni menos la más antigua del mundo.

Cada semana, una robusta mujer cuarentona, de buen ver llama la atención por las calles de Apizaco, sobre todo a los transeúntes por la terminal de autobuses por la presencia de esas rotundas piernas, cara bonita, minifalda y escote generosos.

Los jueves por la mañana, es la hora de llegada de una mujer que es conocida en su

sitio de trabajo como “La Jarocha”, el apodo le viene como anillo al dedo, es una mujer directa, que no se anda por las ramas y llama al pan pan y al vino vino o a lo que vino.

Llega de su natal Veracruz, como cada semana y deja con las bendiciones a sus tres hijos en el puerto jarocho.

Dice que sus hijos no saben de que trabaja su mamá, no saben de dónde sale el dinero para sostener sus carreras, para su alimentación, para que vivan la vida que ella no pudo tener.

Narra una triste historia de amores y desamores que la llevaron a la desesperación, al borde de la tumba y que sin embargo una mujer de las que llaman de “la vida galante”, fue la que le salvó la vida.

No hay detalles de ese pasaje que quiere ser borrado de la mente de la mujer, sin embargo luego de su llegada se instala en céntrico hotel, descansa unas horas y se apresta para tres días de intenso trabajo o ¿Quién sabe?

Porque en ocasiones la aventura y su “trabajo” la han llevado de largas vacaciones hasta Acapulco, Oaxaca y una vez, una vez hasta Miami, allá en Florida, pero eso forma parte del baúl de los recuerdos.

Hay que consumir

Los comentarios fluyen con facilidad, pero hay que consumir, eso es lo más importante, dice la por momentos dura e insensible mujer, sin embargo al recordar cada primer día de su actividad, llega a su mente el recuerdo de quienes la esperan.

De quienes dependen de ella y de esta forma se anima, se acicala, se arregla, se perfuma, se pinta y a trabajar o a divertirse, depende del humor en que se encuentre.

También todo depende de la noche, de los buenos días que coinciden con la quincena, de que sus clientes de hace más de diez años, en el mismo lugar sigan buscando su compañía, sigan contando con sus servicios.

 Pero sobre todo sigan contando con su presencia en la mesa, ya que por su belleza nocturna, es realmente una mujer para ser exhibida, para presumir, para bailar con ella en la pista todas y cada una de las piezas de esas noches de cabaret.

Siempre me buscan

Orgullosa y altiva, “La jarocha” nos remonta a los tiempos de Agustín Lara, pero en la realidad dice que ella no tiene necesidad de pelearse por los clientes, que su mesa siempre está ocupada.

Que no en balde tiene más de diez años en los negocios nocturnos, “ya me conocen desde jóvenes que apenas inician su vida, ejecutivos importantes, prominentes comerciantes y hasta famosos políticos de Tlaxcala”.

Muchos, gran parte de ellos saben de mi carácter, han gozado de mi compañía, porque reconocen la calidad, dice entre carcajadas, cigarro en mano, mirada calculadora, como de gata.

Cada noche es como una cacería está siempre pendiente de la puerta porque dice que hay que estar al alba con “un ojo al gato y otro al garabato”, porque la que se atonta, pierde cliente y dinero.

Invariablemente las noches de los jueves son tranquilas, la actividad y el ambiente se eleva los viernes y sábados, muy pocas veces se trabaja los domingos, salvo en ocasiones como el fin de año.

Cuando hay dinero, pero normalmente se trabaja bien tres días a la semana, hay que esperar que los clientes junten su dinero, que cobren su quincena, por lo que se puede hablar de una semana buena y una mala.

Pero nuca falta quien quiera llegar a relajarse, algunos clientes sin muy comprensivos, saben que se brinda un servicio y casi siempre es de acompañamiento

“Hay que escuchar y tener paciencia para que entre trago y trago primero te cuenten su vida, sus problemas, luego y a medida que consumen las bebidas, se abren de capa y no pasa mucho tiempo cuando se les sube lo macho”.

La explotación del cuerpo

Sobre todo al notar que la hembra es deseada, que es la envidia de otros, que al bailar los ojos se les van a los hombres sobre los mejores cuerpos, sobre las meretrices más conservadas.

Las más jóvenes, las más bonitas, poco a poco les sale lo bronco, algunos lo tonto, otros lloran y se ponen espléndidos, no todos.

Pero como de acuerdo al sapo es la pedrada, ”vemos al cliente y si lo conocemos pedimos de lo mejor, primero vino blanco, que es agua pintada, luego disque champán”.

Pero para aguantar la noche, muchas veces las mujeres toman agua mineral con refresco de toronja.

Pero otras, las nuevas, se apendejan, se emborrachan y hasta se enamoran de sus clientes.

Todo en una noche.

Lo más duro es al avance de la noche, el ambiente se torna pesado, los clientes meten mano por donde pueden.

Ese caballero que llega atento y disparador, se convierte en bestia sedienta de sexo, casi siempre se les hace caro el cobro por el sexoservicio, se hacen los enojados, pagan y se van.

 Otros se quieren pasar de listos y pretenden irse sin cobrar, pero lo que no saben es que los dueños de los antros trabajan en combinación con las policías, sobre todo con la estatal porque los municipales son unas bestias.

Hay buena coordinación y en cuanto un parroquiano se niega apagar, primero se reporta al encargado.

Se le invita a pagar lo que debe, si no tiene dinero le quitan lo que lleve de valor, su reloj, cartera, lentes y demás pertenencias.

Luego se lo entregan a los policías, es el arreglo, para que le den su “calentadita” y le digan que eso que hace está mal, luego se lo llevan a Tlaxcala donde le dicen que insultó a los policías.

Que escandalizaba y le suman cargos, total que el chiste le sale al incauto en una fuerte multa, su madriza y advertencia para que en caso de reincidir, ya sabe a lo que le tira.

Es el arreglo entre algunos alcaldes, sus directores, sus policías, los estatales y hasta los ministeriales, todos ponen y todos ganan, en tanto que las mujeres y los dueños de los antros son los que más aportan.

Sin olvidar a los de Coepris, ni a los de protección civil.

A final de cuentas, todos invierten algunos su credibilidad ante la sociedad, otros sus deberes, otros que hasta previenen contactos o accidentes.

Todos se hacen pendejos, es la mafia organizada que sostienen a las que “nos llaman las putas”, de eso viven y se enriquecen, sin remordimientos.

Así transcurren las noches, entre historias de negocios increíbles, entre noches de llanto por desavenencias con esposas, de historias de traumas, de ganancias fabulosas y si hay buena onda, pues el cliente paga lo que se le pide.

Todo esto, sin chistar y luego se suspende la actividad y a ganar el billete grande.

Dice que en una buena noche se puede levantar hasta tres mil o cuatro mil pesos, solamente de la ficha, que es el consumo de alcohol por botella.

Pero la salida al cuarto es lo que deja, luego los clientes se pican y la noche deja más de cinco mil pesos, todo depende, no hay una tarifa establecida.

Pero al menos en tres días, “me llevo entre diez y quince mil pesos”.

Por eso vengo hasta Apizaco, por eso me buscan los clientes y hasta hay que agarrarle el gusto a esta vida,  como que te diviertes a veces, “soy prostituta, pero no tonta”, asegura.

“No nos engañemos”.

El fin último, tiene que ser la erradicación de la prostitución.

Las leyes son para regular acciones positivas, y no para dar carta de naturaleza, ni perpetuar situaciones de abuso de poder.

Tenemos que decir “basta” al mercado del cuerpo humano, pues las personas ni se compran ni se venden.

Las personas somos libres y libres llegaremos a ser con el esfuerzo de todos y todas.

Lo que se ve y se juzga, en esta administración estatal del PRI, todo sigue igual o peor. Concluyó.

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