• Seguridad
  • Cristian Mastranzo Garrido
Los patrullajes llegan después, cuando ya no hay asaltantes ni víctimas visibles. La prevención brilla por su ausencia.

Los asaltos a transeúntes continúan azotando las calles de los municipios tlaxcaltecas, mientras la autoridad sigue sin poder contener un delito que afecta directamente a los ciudadanos comunes, a plena luz del día y en espacios públicos. La sensación de impunidad crece y, con ella, el miedo de salir siquiera a caminar.

Y es que en la Calle Hidalgo, Colonia Santiago Michac, en el puente del río, un joven identificado como Luis Fernando Hernández, vecino de La Concordia, alertó a las autoridades tras recibir un mensaje de su hermano indicando que sujetos armados estaban asaltando en la zona comprendida entre el puente de la autopista y el puente del río. Los presuntos agresores se movilizaban a bordo de una camioneta blanca con placas iniciadas en “ATI”.

Aunque no se confirmó un asalto en ese momento, la descripción del lugar como "despoblado y propenso a robos" expone un punto ciego más en el mapa de la inseguridad del estado. A pesar de la movilización, no se localizó a víctimas ni a los responsables, y los policías se retiraron sin mayor novedad. En otro hecho sobre la Calle Ignacio Zaragoza, Col. San Miguel, en el municipio de Apizaco frente a la marisquería El Pacífico, dos adultos mayores fueron víctimas de un violento asalto por parte de un sujeto con sudadera negra, cubrebocas negro y gorra azul, quien los despojó de dinero en efectivo, un monedero y un teléfono celular. Las víctimas —un hombre con gorra roja y chaleco verde, y una mujer con suéter blanco— fueron sorprendidas sin defensa alguna en plena calle.

Este hecho ocurrió en pleno mediodía y en una zona transitada, lo que refuerza la gravedad de un problema que ha dejado de limitarse a “zonas de riesgo” para pasar a ser un peligro constante, sin importar la hora ni el lugar.

Mientras las cifras oficiales tratan de maquillar la situación, la realidad en las calles es otra: Tlaxcala no solo enfrenta robos a casa habitación o a transporte de carga, sino una crisis de seguridad a pie de calle. Personas comunes —jóvenes, adultos mayores, vecinos, trabajadores— son blanco diario de la delincuencia en calles que carecen de patrullaje efectivo.

Los reportes se repiten, pero la respuesta de las autoridades es tibia o tardía. Los patrullajes llegan después, cuando ya no hay asaltantes ni víctimas visibles. La prevención brilla por su ausencia.

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