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El coordinador de Comunicación del Gobierno del Estado, Antonio Martínez Velázquez, volvió a exhibir su ya conocida falta de tacto, oficio y responsabilidad durante su más reciente aparición pública.
Lejos de aportar soluciones o brindar información clara, el vocero agregó otro capítulo a su historial de tropiezos, declaraciones desafortunadas y confrontaciones gratuitas con los medios de comunicación, reforzando la percepción de que es él mismo uno de los principales factores que deterioran la imagen del gobierno estatal.
En un intento fallido por abordar los casos de suicidio adolescente que se han registrado en Tlaxcala, Martínez Velázquez optó por culpar y regañar a los medios, acusándolos de “romantizar” la tragedia, mientras esquivó cualquier responsabilidad institucional ante la falta de políticas preventivas efectivas.
Periodistas que siguieron su intervención coincidieron en que el funcionario volvió a mostrarse confuso, acusatorio y poco preparado, lanzando señalamientos generales sin sustento, lo que terminó por convertir un tema delicado en un espacio más para su ya repetitivo enfrentamiento con la prensa.
Aunque aseguró que existen videos, cartas y mensajes que revelan “falta de aprecio por la vida” entre adolescentes, sus palabras fueron interpretadas como frívolas y simplistas, pues reducen una problemática compleja a frases superficiales que poco aportan al análisis real de la situación.
Mientras hablaba de responsabilidad mediática, evitó profundizar en los fallos del propio gobierno. A cambio, anunció una campaña general de prevención y un taller para periodistas, decisiones calificadas como insuficientes, tardías y claramente orientadas a desviar la atención del desempeño oficial.
Incluso su decisión de no participar en el taller —supuestamente para “no intervenir”— fue vista como un nuevo acto de evasión frente a un gremio que ha cuestionado repetidamente su falta de transparencia, su tendencia al reproche y su incapacidad para dialogar sin confrontación.
Hoy, para muchos, no es una sorpresa que cada vez que Martínez Velázquez habla, crece el descontento y se profundiza la percepción de improvisación en la comunicación gubernamental.
Su presencia, en lugar de fortalecer el puente entre gobierno y ciudadanía, se ha convertido en un lastre constante, alimentado por discursos torpes, señales contradictorias y un estilo que desgasta más de lo que informa.


