• Alfonso Sánchez Anaya
Coincido plenamente con mi estimado amigo Mauricio Merino cuando afirma que la situación actual que vive nuestro país, es extremadamente critica; un hecho irrefutable es que “los errores y los abusos cometidos por la clase política, el crimen organizado y las oligarquías del país han puesto a México al borde de la ruptura”, y cada día parecen agravarse más.

Es cierto, la historia reciente de México, está llena de malos gobiernos, de malas decisiones políticas y malos resultados. Los dos partidos políticos que han gobernado a la Nación, en las décadas recientes, han evidenciado una clara coincidencia, ambos gobiernan con el mismo modelo y los mismos intereses.

Las evidencias de la anterior afirmación, se centran en los beneficios a la partidocracia, corrupción, ineficiencia, enriquecimiento excesivo de los gobernantes acompañado de impunidad, y el control del poder representativo a través de la complicidad y servilismo a los poderes fácticos, para concretar los más ofensivos abusos legales en contra de la voluntad del pueblo.

Para aportar a la reflexión, si me permiten, tendríamos que analizar algunas cuestiones relacionadas al concepto de sistema representativo de un pueblo.

Desde las monarquías constitucionales, pasando por las parlamentarias hasta llegar a un sistema representativo, la idea había evolucionado a que una auténtica representación de las mayorías de la población, sirviera de limitación a los excesos de grupos gobernantes privilegiados.

Esta modificación histórica sufrida del siempre anhelado sistema democrático y de no ignorar los intereses de una mayoría gobernada que desencadenó en el sistema representativo, ha resultado como lo estamos viviendo, en una realidad cuestionada.

El sistema surgió con ciertas limitaciones desde su origen, porque nunca se logró plenamente cumplir con los objetivos y fines para los que ese sistema representativo fue creado.  

Democracia y sistema representativo siempre han sido asociados, pero sólo en el discurso de la clase gobernante, porque en lugar de que los representantes de las mayorías erigidos mediante una elección, se dieran a la tarea de cumplir con el “supuesto” mandato que la población les había encomendado, pasaron de ser representantes del pueblo a gobernantes del mismo.

Y esta es una de las peores realidades que vive el país, porque los intereses colectivos de los gobernados, no sólo se pierden en aquellos que eligen como sus “representantes”, sino que son materialmente ignorados.

Hoy en este país, las grandes mayorías están marginadas porque no tienen manera de participar en las decisiones gubernamentales, sobre todo en aquellas que les afectan de manera evidente. La población mayoritaria no tiene quien represente sus intereses, porque ahora a quienes eligen, se convierten en sus flamantes gobernantes.

De la misma forma, el grueso de la población está impedida para obligar a los poderes del Estado, para que los malos gobernantes sean castigados por sus ineficiencias y corrupción. Gobernados y gobernantes de México, viven separados por un abismo en la que los primeros aumentan cada día más sus limitaciones de participación y pobreza y, en la que los segundos agrandan sus privilegios e impunidad.

El sistema representativo que tenemos en este país ya es completamente inoperante y perjudicial para las grandes mayorías, porque está definitivamente separado de la intención democrática que algún día lo vio nacer.

Ya no existe un sistema representativo de gobierno; sólo existen gobernantes como una casta de privilegiados e intocables y, los gobernados plenamente sujetados a la voluntad de los primeros.

“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria, un poder que pretenda hacerse superior a las leyes”: Cicerón