• José Vicente Sáiz Tejero
La sismología, tema en que la ciencia apenas va más allá de la estadística y el cálculo de probabilidades

Tiempos de Democracia


La única prevención hasta ahora conocida es la alerta sísmica…, pero exige perfeccionar su funcionamiento 

Sin luz, telefonía ni internet…, pero buscando cómo cumplir el compromiso de los lunes con mis lectores

  El recorrido que por motivos laborales y familiares realizo todas las semanas entre Tlaxcala y Morelos atraviesa la zona que el movimiento telúrico de proporciones cataclísmicas del pasado 19 de septiembre afectó muy gravemente. Jojutla, población morelense, fue el epicentro del fenómeno y dañó, no sólo su entorno regional, sino también a Puebla y a la Ciudad de México y, marginalmente, a Tlaxcala y el Edomex, dejando una huella indeleble de destrucción y muerte. Habiendo vivido ambos eventos, conforme a mi vivencia personal afirmo que este reciente superó al acaecido hace treinta y dos años.

Distintas evaluaciones

   Usted, amigo lector, seguramente está al tanto de que la escala de Richter mide la cuantía de la energía liberada en los movimientos telúricos. Según ese parámetro, el sismo de la pasada semana alcanzó 7.1 grados, mientras que el de 1985, llegó -según recuerdo- hasta los 8.0 grados. Antaño, esos dos efectos -violencia e intensidad - se medían según otra gradación, conocida como escala de Mercalli, que atendía a la magnitud de los daños causados por los movimientos. Su falta de precisión científica y su valoración subjetiva explica que poco a poco cayera en desuso, al punto que hoy día ya ni siquiera se la cita.

Multiplicidad de factores

  Hay sin embargo en toda esta cuestión matices que escapan hasta a los mismos expertos. Uno de ellos es que no existe una fórmula que relacione los efectos que se registran a nivel de la superficie terrestre -lo que medía Mercalli- con la energía que se libera en capas ubicadas varios kilómetros de profundidad -lo que cuantifica Richter-. Existen otros factores que inciden en esa falta de correlato, por lo demás imposible de cuantificar con ningún procedimiento científico. Cito algunos: los distintos materiales de los estratos a través de los cuales se propagan las ondas; la distancia vertical que hay hasta el sitio en que colisionan las capas; la distancia horizontal entre ese punto y el lugar donde ocurren los daños; etc., etc.

Antecedentes cambiantes

 Poco, muy poco ha podido avanzar la ciencia en el estudio de los sismos y nada en el renglón que concierne a la posibilidad de anticiparlos. Tenemos, esos sí, sismógrafos que miden con precisión temblores ocurridos a grandes distancias. Nótese, empero, que digo ocurridos, no por ocurrir. La estadística, rama del conocimiento relativamente moderna, es la fuente donde se nutren los estudiosos para ubicar las zonas con mayor incidencia sísmica. Pero hasta ahí. El que tuvo su epicentro en Jojutla, Morelos, tomó por sorpresa a todos, pues no había antecedentes de sucesos similares en la zona, y menos aún de datos con los cuales comparar su insólita brusquedad.

La sismología, ciencia inexacta

 A los ciclones se les detecta desde que empiezan a formarse y se mide la evolución, tanto de su velocidad como de su intensidad. Hay incluso técnicas que permiten trazar con aproximación más que aceptable su trayectoria lo que permite prevenir con días de anticipación a las zonas que el meteoro podría afectar, dando un margen razonable para adoptar medidas de seguridad que salvaguarden vidas y bienes materiales. La sismología, en cambio, sólo ha logrado -con la llamada alerta sísmica- anunciar con 50 segundos de anticipación el arribo de las ondas telúricas provenientes de algunas -no de todas- zonas del país. Se trata, en todo caso, de una vertiente del mayor interés sobre el que todavía hay mucho que progresar.

El perfeccionamiento de alertas

  Con entrenamiento, está probado que esos pocos segundos son vitales y, si se ampliara el campo de influencia de las alertas, el beneficio sería notable. Por otro lado, los progresos en el conocimiento de la mecánica de suelos, el perfeccionamiento en el diseño de estructuras, el mejoramiento continuo de los materiales de construcción, y la aplicación de especificaciones rigurosas han contribuido a disminuir la letalidad de los temblores en zonas urbanas altamente desarrolladas, no así -por desgracia- en áreas suburbanas y marginales a las que por razones obvias no llegan esos avances tecnológicos.

Diferencias

  Estos son los números que sustentan lo dicho: en 1985, la cifra proporcionada por el Registro Civil fue, en la ciudad de México, de más de 12 mil defunciones, contra los menos de 200 fallecidos en este 2017. La diferencia es patente y muestra que el tamaño de la desgracia se puede acotar. En cambio, sigue siendo desconocida la real dimensión de los perjuicios en poblados y rancherías, en su mayoría carentes de caminos accesibles y alejadas por tanto de los centros políticos y financieros del país. Es en estos casos donde más claramente asoman los injustos desequilibrios del desarrollo de la nación.

Tlaxcala en guardia

  Aislado como me encuentro en el norte del municipio de Cuernavaca, y dedicado a atenuar en lo posible los perjuicios sufridos en el patrimonio propio y en el de los poblados circunvecinos, estoy sin embargo parcialmente enterado de que en Tlaxcala las pérdidas han sido por fortuna mínimas. En alguna intermitencia del servicio de Internet pude saber que una de las torres del templo de San José -en la capital del estado- observaba averías de importancia. Ojalá se salve, pues esa construcción data de tiempos de la colonia y es de especial significado para los tlaxcaltecas. Por lo demás, la forma errática e impredecible con que se están presentando los fenómenos naturales aconseja tonar las medidas preventivas del caso.

ANTENA

De solidaridad y buenos sentimientos

  Mi nieta Tamara, damnificada ella misma y no obstante coadyuvante en tareas de apoyo a la gente de pueblos morelenses cercanos, me pidió una vieja estaquitas que aún conservamos,- y con ella se fue a estacionar a la entrada de un supermercado. Con un letrero hecho a mano con plumón, ella, sola y su alma, le fue pidiendo colaboración a la gente que entraba y salía del establecimiento. Pocas horas después tenía el vehículo repleto de alimentos y distintos enseres de primera necesidad. Así, ya por la tarde de ese mismo día, manejó hasta los pueblos vecinos que conoce, transitando por un camino vecinal de circulación restringida por hallarse severamente afectado. La dejaron pasar y, finalmente, pudo entregar, en propia mano, y familia por familia, la mercancía reunida.

Vivencias reveladoras

  A su vuelta nos contó algunas de las vivencias de las que fue coprotagonista. Una señora de humilde aspecto la observó durante un rato y, aprovechando un momento que no hubo nadie cerca, se acercó para darle ¡cincuenta pesos!, explicándole en seguida y con apuro que era lo más que su situación le permitía. Otro señor de diferente condición social vio de lo que se trataba y, acto seguido, entró al mercado; media hora después retornó con el carrito del super lleno de comestibles. Los ojos de mi nieta se llenaban de lágrimas contenidas mientras seguía la narración. Para concluir nos dio un dato revelador: todos los donantes pusieron como condición que la vía para la entrega no fuera, ni representantes de partidos ni funcionarios públicos. Así de taxativa la exigencia; la entrega debía ser sólo a quien se percibiera que lo necesitaban.

ANTENA

Del compromiso del periodista

  El  sentido de responsabilidad y el profesionalismo de un articulista tiene varios formas de ser evaluados, ninguna de los cuales -aclaro- tiene que ver con la calidad de su trabajo. Eso, la calidad, es harina de muy otro costal. De entre esos indicativos destaco dos a los que atribuyo especial trascendencia: puntualidad en sus entregas y asiduidad en las mismas. Los lectores, por muchos o pocos que sean, esperan que en su diario aparezcan, el día y en el lugar de siempre, la letra y el pensamiento del escribidor que goza de su inmerecida atención.

Paradigmas a seguir

 Insuperable tiene que ser el problema para faltar a los compromisos esenciales del periodista. Uno, como queda dicho, es con los lectores; el otro, igualmente digno de consideración, es con las empresas editoriales que brindan generosamente espacio a sus opiniones. Ejemplos hay difíciles de olvidar de esas virtudes con las que el auténtico profesional del periodismo encara su responsabilidad; baste citar uno de los mayores: el Miguel Ángel Granados Chapa, que escribió ininterrumpidamente su Plaza Pública hasta la víspera del día de su fallecimiento.

Que por uno no quede…

 Hay sin embargo ocasiones en que adversidades imprevistas dan al traste con cualquier buena intención. Algunas tienen que ver con fenómenos naturales de inusual intensidad -ciclones, inundaciones, temblores, etc.- que a su vez producen alteraciones en servicios -agua, luz, telefonía, internet, etc.- imprescindibles para el ejercicio del periodismo moderno. Es hasta ocioso decir que su combinación por varios días deja al opinador en la incomunicación; yo, ahora mismo, escribo estas líneas valido de la pila casi exhausta de la computadora portátil con la que viajo, sin luz, telefonía celular ni internet, ni certeza de que este artículo pueda ser enviado a su destino final que es, en todos los casos, usted, amigo lector.

 

Para la Primera Plana

 

La sismología sólo ha logrado anunciar, con apenas 50 segundos de anticipación, el arribo de ondas telúricas destructivas provenientes de algunas -no de todas- zonas del país. Pese a la perentoriedad de su advertencia, ya ha salvado muchas vidas. No hay duda; la llamada alerta sísmica es una alternativa del mayor interés sobre la que todavía hay mucho que progresar.