• Alfonso Sánchez Anaya
Con miras a las elecciones federales del próximo año, la lista de aspirantes a candidaturas independientes a la Presidencia de la República, sigue creciendo, hasta ayer se contaban 24 y el INE ha ampliado el plazo para el registro una semana más, “disque” por los terremotos de septiembre pasado.

La presión social que desdeña desde hace mucho tiempo a los Partidos Políticos y en general a la clase política de este país, “obligó” a  que se hicieran reformas electorales en 2012, que posibilitaron a que la ciudadanía tuviera una opción de acceder a posiciones de gobierno; de esta manera, se pensó, se podría empezar a erradicar los vicios que han precedido y siguen estando vigentes, en el entorno electoral y gubernamental de este país.

Pero el sueño sólo duró mientras se ponían en práctica esas normas electorales, pues lejos de hacer posible la verdadera participación ciudadana, resultó que los “personajes” segregados, ignorados o expulsados de los partidos políticos, por los intereses internos que en ésos prevalecen, se adueñaron inmediatamente de esta opción democrática independentista, para aspirar a posiciones de poder de las que sus antiguos compañeros, amigos o aliados en esos organismos políticos, los marginaron.

La sociedad ahora mejor informada, suma a una serie interminable de frustraciones para poder corregir todo lo malo que se hace en este país, la de tener que soportar nuevamente el embate de la misma clase política que ante sus ojos se transforma en candidatos independientes, aunque los identifica completamente por el desprestigio que los antecede en la mayoría de los casos.

Muy poquitos son los que se salvan, casi nadie, del rechazo social generalizado, pero eso para aquellos no tiene la menor importancia, porque en la danza de los intereses políticos y económicos, prevalecen las intenciones y ambiciones ocultas, que terminan por prevalecer cuando llegan a ocupar algún cargo dentro del aparato gubernamental.

Como siempre, quien pierde es el ciudadano, la población gobernada, que tiene décadas viviendo expuesta a los caprichos y excesos de quien debiera trabajar para beneficio de ella, pero que lamentablemente no ha sido así.

Triste, lamentable y perjudicial, es el escenario que enfrenta el pueblo de México, pues carece de las herramientas jurídicas y hasta económicas necesarias, que le permitan poner freno a tantas inequidades e injusticias que provienen desde las entrañas del poder gubernamental en este país.

La gente es y se siente rehén de un gobierno y un partido oficial en particular, corruptos e ineficientes, que alientan estas candidaturas independientes porque así les conviene; divide y vencerás, es una fórmula perversa que ya les ha dado exitosos resultados.

Por si fuera poco, suponiendo que un verdadero aspirante ciudadano se animara a participar, se tiene que enfrentar a una serie de requisitos legales para poder consolidar su candidatura, los cuales parece que están hechos para que ningún registro prospere, excepto para los que manejan, de una u otra manera, recursos públicos para lograr su objetivo o reciba "apoyo desinteresado" del poder mismo.

La verdad, la posibilidad de que haya tantos candidatos independientes para la grande, es una estrategia política en contra de un objetivo perfectamente identificado, que sigue arriba en las encuestas y en la preferencia de los ciudadanos; pero está mucho en juego, habrá más acciones de altísima desesperación para evitar que llegue alguien que desnude y evidencie el saqueo de las arcas nacionales y la corrupción recalcitrante.