• José Vicente Sáiz Tejero
La Reforma político-electoral de 2014 incluyó en el texto fundamental la figura del gobierno de coalición

Tiempos de Democracia

 

Arrecia el ataque de un priísmo apremiado y tenso contra los dirigentes de los institutos convergentes

La ambivalencia política de José Antonio Meade, al descubierto en su comparecencia ante el Senado

   No descubro nada nuevo al decir que la coalición acordada entre PAN, PRD y Movimiento Ciudadano es una idea que impulsa Ricardo Anaya, el político mexicano en mi opinión más hábil y audaz de su generación. Repito algo archisabido porque es punto de partida de las reflexiones que siguen, aunado al hecho de que ese esquema convergente que reúne a partidos ideológicamente antagónicos fue ya ensayado en los comicios estatales de 2015 con notable éxito. Merced a esa pragmática estrategia, el PRI de Manlio Fabio Beltrones fue inesperadamente doblegado en siete de las doce entidades cuyas gubernaturas se disputaron ese año. La victoria del pacto entre izquierdas y derechas provocó la renuncia del experimentado sonorense a la dirección del tricolor, y catapultó al joven queretano al rango de figura política relevante, convirtiéndolo de paso en la mejor carta panista para la contienda por la presidencia de la República.

Crónica de un frente anunciado

  Era previsible que, tras los triunfos del 2015, el proyecto aliancista se volviese a repetir el 2018. Si alguna duda se abrigaba al respecto, el proceso electoral mexiquense de este 2017 la disipó por completo y confirmó al PAN y al PRD -partidos a los que se agregó Movimiento Ciudadano- que la suma de sus fuerzas era la vía para: 1) vencer a un partido en el gobierno dispuesto a todo a fin de evitar su derrota y, 2) para llegar a la recta final en carrera parejera con López Obrador, favorito en los estudios demoscópicos levantados antes de la formalización del posible frente. Ante la inminencia de su concreción, no valieron los acartonados argumentos priístas repitiendo una y otra vez que agua y aceite no pueden mezclarse, pese a que electoral y políticamente se ha demostrado -en México y en otros países- que es perfectamente posible, máxime cuando los une un programa compartido que los lleve al establecimiento de un gobierno de coalición.

La Reforma político-electoral

 Vale aquí una acotación pertinente: la reforma constitucional en materia político-electoral del 10 de febrero de 2014 incluyó la figura de gobierno de coalición, una modalidad esencialmente democrática en tanto abre la posibilidad de que fuerzas políticas de signo diverso participen en el ejercicio del gobierno por la vía Ejecutiva del Poder Público. Mientras que una alianza electoral se circunscribe a la obtención de una mayoría en las urnas, un gobierno de coalición va más allá por cuanto obliga a los partidos signatarios del acuerdo a comprometerse con una agenda específica de políticas públicas. En México, la Constitución otorga al presidente de la República la opción de gobernar en consonancia con esa figura, a través de un convenio basado en un programa político pactado entre los partidos convergentes, y en la composición de un gabinete plural que, al ser sometido a la aprobación del Senado, asegure que los perfiles de los secretarios propuestos sean los adecuados.

En pos de un nuevo régimen

   Al registrarse ante el INE, el frente PAN-PRD-MC asumió que formaría un gobierno de coalición en el que “…el titular de la Secretaría de Gobernación tendrá la función de líder del gabinete y será propuesto por fuerzas políticas distintas a las del Presidente de la República, garantizando así la pluralidad indispensable para la puesta en marcha del nuevo régimen...”. Pugnará además por la formación de un gabinete plural integrado con criterios de paridad de género que será, en cada caso, ratificado por el consenso del Congreso. En el mismo acto de su registro, los frentistas entregaron al órgano electoral el reglamento que regirá su organización política y su funcionamiento financiero, precisando detalles de su estructura e indicando que el esquema se replicará en las demás entidades federativas. Estamos ante una curiosa paradoja: el impulsor de estas ideas fue Manlio Fabio Beltrones, y las propuso atendiendo al pluralismo que vive México y a la consecuente imposibilidad de formar gobiernos de mayorías. Se trata de una fórmula intermedia entre un presidencialismo condenado irremisiblemente a la obsolescencia, y un parlamentarismo del que Porfirio Muñoz Ledo siempre ha sido ferviente creyente y partidario.   

Obsesión priísta contra Anaya

  Pero dejemos las abstracciones teóricas y vamos de una vez al México de estos días. Visto que el frente PAN-PRD-MC tiene proyecto político y, en Ricardo Anaya, a su más probable candidato, tanto el PRI como López Obrador le lanzaron ya las primeras granadas. Ochoa Reza aparcó la campaña difamatoria que tenía enderezada contra el tabasqueño, y apuntó las baterías tricolores hacia su rival panista mediante acusaciones de confuso sustento que atribuyen a Anaya una fortuna familiar de origen inexplicable. Andrés Manuel, por su parte, tras tachar de simulación la constitución del frente y de tildarlo de promiscuo y gatopardista, prefirió retirarse de la línea de fuego y se replegó a una posición, más de observador que de combatiente. El candidato de Morena comprendió a tiempo que esta fase de la lucha pre-electoral no era con él; se libraba entre las facciones que se disputan el abanderamiento de la causa pro-sistema y antipopulista.

El que se ríe se lleva…

  Seguramente porque sus propias previsiones apuntan a que el electorado acabará reduciendo la contienda constitucional a un pleito entre sólo dos opciones -y no entre tres-, para evitar su eliminación temprana el PRI diseñó una campaña de acoso mediático contra el Frente orientada a cuestionar la riqueza que atribuye a sus dirigentes, particularmente la de Ricardo Anaya y ahora también la de Alejandra Barrales. Empero, aventurarse a ventilar públicamente la presunta corrupción de los políticos es una arma arrojadiza que puede volverse contra los acusadores, pues de todos es sabido que las impunidades y los abusos contra el erario no es la arena más propicia para la defensa de los intereses tricolores. El efecto boomerang de la medida lo tienen ya sobre sus cabezas: a la propuesta del líder camaral César Camacho para integrar una comisión que investigue la legitimidad del patrimonio de Anaya, el PAN contestó solicitando una similar, esta dedicada a indagar el origen de los bienes de Ochoa Reza… ¡y también los de Peña Nieto!        

Calderón y su perversa estrategia

 Aunque tampoco sean muchos los dividendos que pueda esperar de ella, quizá la mejor alternativa del PRI sea seguir proporcionando elementos a la señora Zavala y a los senadores de extracción panista -Ernesto Cordero y tres más-, dóciles seguidores que son de las líneas trazadas por Felipe Calderón, Los Pinos y Bucareli. Y aunque el oficialismo ayude a la hoy candidata independiente a reunir las firmas necesarias para aparecer en la boleta del 2018, la merma en la votación del Frente puede anticiparse que no será de cuantía. Basta haber constatado lo pequeñita que se vio Margarita arengando a sus partidarios en el INE, sin mensaje ni fibra ni personalidad alguna, leyendo un papelito y olvidando lo que recién acababa de expresar. Elementalidad pura y dura. Adelanto mi pena ajena tan sólo de imaginarla debatiendo con Anaya o con López Obrador. ¿En qué estará pensando su cónyuge el ex presidente al aventar a su esposa a una lucha política en la que su condición de mujer no podrá librarla de quedar expuesta a todo tipo de ataques?   

ANTENA NACIONAL

El voto de Meade en el 2012

  Tuvo ingenio y profundidad política la inquisitoria cuestión que el senador Zoé Robledo formuló al secretario de Hacienda José Antonio Meade en su comparecencia ante la Cámara Alta. En su intervención apremió al funcionario y aspirante a la candidatura priísta del 2018 a que -si podía y quería- dijera a la audiencia por quien había votado en la elección presidencial del 2012. El representante chiapaneco por Morena pegó en el flanco más vulnerable de Meade, no en tanto eficiente funcionario sino en cuanto a su recién descubierta afinidad con el PRI. Contestara o no, el planteamiento de Robledo exhibió la ambivalente conducta de Meade. Y luego, al confesar que votó por Peña Nieto, dejó al descubierto que su dilema ético al llegar ante la urna aquel domingo 7 de junio del 2012 lo resolvió sufragando contra el interés del gobierno panista para el que laboraba.., y a favor de la propuesta priísta a la que se enfrentaba.

Lo mismo da Chana que Juana

  José Antonio Meade, no lo olvidemos, fue con Calderón secretario de Energía y de Hacienda, y con Peña Nieto, de Relaciones Exteriores, de Desarrollo Social y también de Hacienda. Tal diversidad de carteras y, por ende, de enfoques sociales, lleva a pensar que, o bien Meade se adapta sin ningún prurito a cualquier cambio político que ocurra en el país, o bien los principios del PRI y del PAN son en esas materias coincidentes, lo que le estaría dando la razón a López Obrador cuando habla del PRIAN, identificando a ambos partidos, el centrista y el conservador, como una y la misma cosa. Por lo demás, pobre de Joséfina Vázquez Mota; tarde se enteró que los calderones, los corderos y los zavalas la dejaron morir sola. Y también Meade, su fraterno compañero de gabinete.

ANTENA INTERNACIONAL

Precariedad salarial y desigualdad

  Con su estilo sencillo y desenfadado, Justin Trudeau, el carismático primer ministro canadiense vino a poner el dedo en la llaga. Los bajísimos salarios que se pagan en México -incluso a los obreros calificados- generan una competencia absolutamente desleal, tanto con su país como con los Estados Unidos, y son además la principal causa de la migración de trabajadores mexicanos hacia ambas naciones norteñas. Aquí sabemos, mucho tiempo atrás, que esa precariedad salarial denunciada por Trudeau es la culpable de la desigualdad social en México. Lo malo es que, desde el gobierno, no se hace nada efectivo por remediarla.