• Ángelo Gutiérrez Hernández
México y Tlaxcala desde luego, es un territorio de machistas y excesos contra las féminas. No es posible que en pleno siglo XXI sigan habiendo agresiones, vejaciones y desde luego, discriminación a un ser humano solo por el hecho de ser mujer.

 

Esa condición debe cambiar y urge hacerlo, pero estoy convencido que solo se generará a partir de la educación, como podemos propiciar esos cambios estructurales en la forma de ser y de proceder.

Pese a que el machismo ha estado presente en la sociedad mexicana desde hace mucho tiempo y lo vemos en las telenovelas, películas, ámbitos laborales, familias y relaciones, mismo que ha sido tolerado e, incluso, celebrado.

Y eso se ve reflejado en el aumento en las tasas de violencia de género en los últimos años y sobre todo, en actos y actitudes que distan mucho de generar en la práctica condiciones de igualdad. 

Por ejemplo, según la publicación “Géneros asimétricos. Representaciones y percepciones del imaginario colectivo. Encuesta Nacional de Género”, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en nuestro país las mujeres aún piden autorización a sus parejas o familiares para trabajar y salir solas”.

El documento puntualiza que 23 por ciento de las personas consultadas dijo que las mexicanas aún piden permiso para trabajar, 49.7 por ciento para salir solas, y casi 50 por ciento para salir de noche.

Y son los esposos-parejas los que deben autorizar el posible ejercicio de ese derecho, quienes también, en 52 por ciento de los entrevistados consideran, lea usted amigo, que “si una mujer estudia se vuelve más rebelde”.

En este estudio, también se advierte que en el rubro “Relaciones y violencia”, 88.1 por ciento piensa que ésta es parte de la vida familiar, mientras que 30 por ciento considera que los golpes a los niños sirven “para corregirlos”; 6.4 por ciento piensa que pegarle a una mujer se justifica “cuando ella te pega” y 4.7 por ciento cuando es necesario corregirla.

En “Estado civil y la organización de parejas y familias”, 33.6 por ciento de los hombres encuestados, apuntaron a la maternidad como una actividad exclusiva del género femenino y aunque los varones se involucren más en labores domésticas, se inclinan por actividades que exijan menor tiempo, como sacar la basura, tender camas, atender mascotas  y reparaciones.

Pero la situación se pone peor cuando analizamos el caso de la violencia ejercida en contra de las mujeres a partir de sus deseos de estudiar, ya que la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016 nos muestra que 2 millones 562 mil estudiantes han sido vejadas con la idea de los varones, que piensan que ellas no deben estudiar.

Esa reacción es no solo de compañeros de aula, sino de los propios maestros.

Según la encuesta que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 4 millones 469 mil 129 de mujeres jóvenes han pasado por incidentes de violencia emocional en el ámbito escolar a lo largo de su vida, actos que se consideran como degradación o acoso emocional e intimidación y acecho que sufren por el hecho de ser mujeres.

Dentro de estas categorías se encuentran las ofensas o humillaciones que reciben las mujeres por el hecho de serlo, que han sufrido 1 millón 617 mil alumnas a lo largo de su trayectoria académica.

Pero es de llamar la atención que del total de agredidas, 91.3 por ciento no denunció ni pidió ayuda porque no se sintieron afectadas), mientras que 9.8 se sintieron avergonzadas o tuvieron miedo, mientras que 9.7 por ciento pensó que las iban a culpar o porque “son las costumbres”.

Por tan situación, es necesario que desde el hogar y las instituciones educativas acabemos con estereotipos y conductas que propician ese desprecio y agresión en contra de las mujeres. Erradicar actitudes y conductas contrarias a ellas, como esas de “no llores como mujer”, “eso es de mujeres”, “eso es de niñas”, “niña el último”, en fin.

No podemos dejar al Estado solo en esta situación, todos, desde nuestra trinchera, como es el hogar, en nuestra función de padres, esposos, hijos, hermanos, primos y tíos estamos obligados a generar nuevas condiciones a favor de nuestras mujeres, en un México.