• José Vicente Sáiz Tejero
Usurpar la facultad metaconstitucional del presidente ¿provocará la ruptura de la relación Peña-Videgaray?

Tiempos de Democracia

 

¿O es un episodio más del “tinglado de la vieja farsa” para la que el priismo tiene consumados maestros?

Si la pista apuntada por el canciller no es la acertada entonces… ¿se borra de la lista el nombre de Meade? 

 A días -tal vez horas- de conocer quien será el candidato priísta en la elección presidencial del 2018, Luis Videgaray se adelantó al propio Peña Nieto al hacer, a modo de destape anticipado, un desbordado panegírico del aspirante ciudadano José Antonio Meade. Si se trató en efecto del pre-lanzamiento del personaje que representará al tricolor, el canciller le habría arrebatado al presidente el instante de protagonismo político postrero de su gestión: el de la revelación del nombre de su posible sucesor. Por lo demás, el adulatorio discurso de Videgaray abundó en frases cursis, e incluyó una comparación distorsionada entre Meade -un tecnócrata competente, entendido en la materia hacendaria, distante de politiquerías, sin filiación partidista, y católico- y Plutarco Elías Calles -un caudillo revolucionario, creador de instituciones, anticlerical furibundo, fundador de lo que hoy es el PRI, y cabeza de un maximato que se prolongó por una larga década-.

Ditirambos de libro

  Poco le quedó por decir a Videgaray en elogio del aspirante a la postulación priísta que en las pasadas semanas ha sido con mucho el más mencionado. Entre otras lisonjas, destaca la de que ha sido “…bajo el liderazgo de Meade que hoy México tiene rumbo, estabilidad y claridad en la política económica…”. Las palabras de quien fungió como el poder tras el trono en el actual sexenio desdicen del mismísimo presidente en una materia tan principal como la conducción de la economía del país, la que alguna vez Luis Echeverría afirmó que se manejaba desde Los Pinos. Ya encarrerado, Videgaray ensalzó de Meade “…su gran inteligencia y disciplina y, sobre todo, su patriotismo y visión de estado…”. Para no dejar encomio sin recitar concluyó que “…es uno de los mexicanos más talentosos, mejor preparados y con una impecable trayectoria…”. La oratoria del canciller encaja en el tipo de discurso matraquero que los jilgueros oficialistas pronunciaban -en la era del partido casi único- en ocasión del advenimiento de un nuevo mesías que nos llevaría, ese sí, a estadios desconocidos de felicidad superior.

Juego de espejos

 A la intervención de Videgaray -que a algunos pareció acordada con Peña Nieto a fin de medir las reacciones ante una eventual formalización de la candidatura de Meade-, a la intervención de Videgaray, repito, puede sin embargo dársele otras lecturas distintas. Es válido hacerlo porque la política es un fascinante juego de espejos en el cual las imágenes reflejadas son poliédricas y virtuales…, excepto una, la que es real y verdadera. El reto de usted y mío, amigo lector, es dar con ella; comencemos pues el ejercicio. De entrada desechemos la idea de que se trató de un resbalón involuntario, ya que atreverse a empequeñecer la figura del presidente para ensalzar la de quien, a final de cuentas, era hasta ese momento sólo un aspirante entre cuatro, habría sido un riesgo excesivo del que tendría que haberse cuidado un político tan astuto como Videgaray. Entonces, si no se trató de un error lo que sigue es admitir -pura lógica perogrullesca- que hubo intencionalidad en la presentación que hizo de Meade ante el cuerpo de embajadores de México.  

El recuerdo de Córdoba Montoya

  Antes de seguir consideremos el siguiente dato: entre Videgaray y Meade hay una gran cercanía que data desde sus tiempos de estudiantes. Así, si se llegara a concretar la candidatura del actual secretario de Hacienda, y si el PRI obtuviera la victoria en los comicios de julio próximo, Videgaray revalidaría -ahora con Meade como presidente- la calidad de super-secretario que tuvo con Peña Nieto, pues habría sido su padrinazgo -y no el del mandatario- el que le abriera el camino a Los Pinos. Dicho de otro modo: detentaría un liderazgo transexenal, lo que ni siquiera el poderoso valido salinista Joseph Córdoba Montoya pudo retener con Zedillo. Démosle ahora sí paso a esas otras lecturas que tiene el inesperado adelanto del secretario de Relaciones Exteriores.

¿Filtración involuntaria?

  Sígame, amigo lector, en la siguiente conjetura. Si como es costumbre en el ritual priísta del destape, el presidente mantiene in pectore hasta el momento mismo de la revelación el nombre de su elegido, es natural que a su alrededor y entre sus cercanos prive el nerviosismo. En esa tensión que destempla los nervios a cualquiera, Videgaray pudo haber advertido alguna señal sugerente de que la definición final de Peña Nieto cambiaría de rumbo a última hora y apuntaría hacia otro de los aspirantes enlistados por el senador Gamboa. ¿Cómo frustrar el viraje y el surgimiento de un personaje lejano -o por lo menos no tan próximo- al interés del canciller?

La audacia de Videgaray

  Videgaray tenía que actuar, y hacerlo además rápido. La presencia en la capital de los embajadores de México en el exterior ofreció la coyuntura -casual pero afortunada- para quitarle la capucha al tapado. Si la maniobra resultaba, la cargada haría irreversible la designación de Meade. Una audacia en toda regla que, sin embargo, no desató la prevista estampida de búfalos. Así las cosas, quizá el episodio quede en anécdota y tenga un desenlace distinto, por ejemplo, el de que un presidente ofendido y minusvalorado acabe por dirigir el dedo decisorio hacia algún otro de los aspirantes que el PRI tiene en cartera.

La rectificación presidencial

   Al día siguiente del comentadísimo pre-destape de Meade, Peña Nieto enmendó lo dicho por Videgaray, al término de un acto de la Marina en Baja California Sur.

“…creo que están bien despistados todos…”

 Estar despistado supone haber tomado un camino equivocado. Y al recibir ese aviso de quien -se supone- es precisamente el que traza la ruta, lo que sigue es regresarse al punto de arranque para aguardar la señal correcta. Si no miente el presidente a la opinión pública, si no se burla de la militancia priísta, habrá que pensar que en el futuro de Meade no está abanderar al tricolor el 2018.