• José Vicente Sáiz Tejero
Exigió tiempo, paciencia, talento y habilidad política desmontar el maximato que se intentaba en Tlaxcala


 Tiempos de Democracia

 

No han sido nada sencillas las circunstancias que enfrentó Marco Mena en la primera parte de su gobierno

Liberado de tutelajes molestos, es tiempo de atender los problemas que más agravian a los tlaxcaltecas  

 Opiniones encontradas generó el informe de Marco Mena. Las de naturaleza negativa resultan de la incomprensión de algunos sectores en torno a lo que supone suceder a un mandatario que creyó ver en Tlaxcala una extensión de su propiedad ganadera y, por tanto, con derecho a tratar como peones de la finca a sus funcionarios. Ese autócrata ejercicio del poder -vivido sin oposición a lo largo de seis años- derivó en la tentación de prolongarlo indefinidamente y, a ese propósito, sembró -en la estructura operativa de los tres poderes del estado y de los tres niveles de gobierno- alfiles adictos a su persona, atentos a contrapesar las determinaciones que, sin su anuencia, adoptara el mandatario en funciones. En contraparte, los juicios positivos los emitimos quienes, al tanto de lo que hay tras bastidores, creemos que Mena sigue -sin prisas pero sin pausas- una bien elaborada estrategia para gobernar sin influencias incómodas.

Herencia opresiva

 Ignorar esa realidad es desconocer los múltiples vericuetos de la política. Desmontar el aparato de control que le fue impuesto a Marco Mena no fue -ni es- tarea sencilla, máxime cuando, en un principio, no dispuso de suficiente respaldo social y político. Sin aún haberse hecho de las riendas del gobierno, cualquier decisión que hubiera tomado bajo presión de una opinión pública impaciente lo habría enfrentado con su antecesor y, eventualmente, habría afectado también la incompartible titularidad como Ejecutivo Estatal. Por eso actuó con cautela durante la primera parte de su periodo, y por eso es celebrable que, en el informe del pasado 5 de diciembre, al observador acucioso no le pasara inadvertido que está ya en marcha un proceso de emancipación política cuyo desenlace no puede ser otro que el deslinde definitivo de los espacios que a uno y a otro corresponden.  

Hacia una nueva perspectiva

 Marco Mena heredó un presupuesto elaborado conforme, no a su conveniencia, sino a la de quien le precedió en el cargo. Tampoco le fue dable definir las candidaturas de su partido, cuyas listas se integraron con nombres que en su mayoría no le eran -ni le son- afines. De cara hacia el segundo año de su mandato, las cosas tienden a normalizarse y, ambos rubros, el financiero y el político-electoral, quedaron ya bajo su responsabilidad. El cambio se notó en el informe, tanto por la forma en que se presentó como en el fondo mismo del documento. Solemnidad hubo en la ceremonia, sí, pero sin escenografías inútiles y costosas. Reconocimientos también, pero los justos, sin adulaciones chocantes ni mensajes excesivos. Y presencias y ausencias con significado político. Y un breve discurso, preciso y conciso, anunciante de obras necesarias y esperadas por la ciudadanía, parte de cuyo financiamiento provendrá de evitar la dispersión del gasto público en áreas de escasa o nula rentabilidad social.

Lo que se dijo… y lo que no se dijo

  Sí, es verdad, hubo omisiones. La más notable, la del Sistema Estatal Anticorrupción, aún sin propuestas para consensuarlas con la sociedad en el marco de esa gobernanza moderna que debe seguir siendo la brújula orientadora de su gobierno. Pero vayamos a lo dicho por el mandatario respecto del cambio en “…el modo y actitud de ejercer el dinero de los contribuyentes…”. Explicó que, a partir del próximo año, habrá un Presupuesto Base Cero que evitará que el gasto se fragmente y hará posible “….emprender, en el corto y el mediano plazo obras grandes y proyectos de alto impacto, sin endeudarnos...”. Remató el tema afirmando que,  sin aumentar impuestos, el saneamiento de las finanzas permitirá “…cumplir compromisos sin dañar el balance de ingresos y gastos…”.

Eficiencia financiera

  Cabe ahondar, no sólo en la aplicación del Presupuesto Base Cero, sino también en las ventajas que traerá aparejada su implementación. Su operación es bastante más fácil de explicar que de llevar a la práctica por cuanto exige, de una parte, disciplina, capacidad y transparencia, y de otra, evaluación exacta de resultados. El objetivo es que, año con año, se justifiquen todas las partidas del nuevo presupuesto, evitando -como ha sido costumbre- que sus incrementos se negocien tomando como base las asignaciones del año anterior. Ello obliga a que el funcionario cuya dependencia maneja recursos fiscales para el cumplimiento de sus fines sustente la petición de nuevas partidas en los resultados que entrega. Bajo ese sistema se le facilita al gobernante la depuración de su equipo de colaboradores y le revela con diáfana claridad la relación costo-beneficio de sus políticas públicas. Ha sido esta, y no otra, la causa de la tardanza en ajustar la estructura de su gobierno. Se trata de decidir, sí, pero no por capricho sino con fundamento en evidencias.

Focos rojos

  No termino sin mencionar el riesgo que entraña para Tlaxcala que la federación confiera a Puebla el status de Zona Económica Especial, sin que al mismo tiempo aplique una medida similar para nuestra entidad, a partir del concepto de Zona de Influencia que establece esa ley. De no prosperar la solicitud de inclusión que Marco Mena está por formular al gobierno federal, el perjuicio que resentiríamos sería terrible. Vea usted: como se sabe, la zona oriente del estado, la colindante con Puebla -en particular la colindante con la planta Audi- vive una prometedora expansión por virtud de la instalación en el lado tlaxcalteca de fábricas que suministran autopartes a las armadoras automotrices ubicadas en el lado poblano. El peligro radica en que, si los beneficios inherentes a la Zona Económica Especial que se gestiona para Puebla no se extienden a nuestro territorio las inversiones migrarán, matando en su embrión la expectativa de crecimiento más tangible que hemos tenido en décadas. Más allá de diferencias de coyuntura, he aquí una causa que debe reunir a los tlaxcaltecas alrededor de su gobernador.