• Enrique Gasga Ventura
Por muchísimo tiempo las campañas electorales negativas –que no guerra sucia-,

 habían tenido un lado bueno para el electorado; ya que con estas campañas podía conocerse mejor a los candidatos gracias a que quedaban de alguna manera evidenciados sobre aspectos negativos de su persona, equipo, partido, etc., sin embargo, con el mal uso de las redes sociales y la intervención excesiva del pseudo periodismo mercenario; estas han variado radicalmente el sentido de la información de las campañas negativas; ya que prácticamente han eliminado el aspecto útil para el electorado generando en él en contraparte mayor desinformación.

La diferencia entre guerra sucia y campaña negativa es que en la guerra sucia se recurre a las mentiras y la difamación, mientras que en las campañas negativas contra algún candidato la información que se da es real; de ahí que el candidato evidenciado adquiere en mayor o menor grado una imagen negativa para él y para su candidatura; ya que queda expuesto a la opinión pública y esto busca debilitar su campaña, y favorece a su o sus adversarios quienes obviamente impulsan la campaña negativa en su contra.

Gracias a las campañas negativas en la presente contienda electoral por la presidencia de la República pudimos conocer por ejemplo; porque se hizo público la participación directa o indirecta del candidato del PRI José Antonio Meade en los gasolinazos y en el saqueo protagonizado por Rosario Robles en sedesol.

También pudimos conocer el cruento conflicto al interior del PAN protagonizado por Ricardo Anaya que afectó su candidatura; así como la corrupción que rodea a López Obrador como cuando gobernó el DF, su nepotismo y estrategias populistas similares a las que usó Hugo Chávez para ganar la presidencia de Venezuela.

Lamentablemente, hoy las campañas negativas han sido casi neutralizadas por estrategias perversas que buscan desviar la información que le puede causar una imagen negativa al candidato que defienden, esto no con información honesta; sino con un bombardeo exagerado de mensajes en redes sociales y medios masivos de comunicación que han podido variar generalmente la opinión que el electorado podía ir construyendo con la información verídica; pero que ahora lo que tiene mayormente es desinformación.

Un claro ejemplo de esto lo podemos identificar con López Obrador quien se ha vuelto un viejo político mañoso que ha sabido cambiar las campañas negativas en su contra en campañas a su favor; esto con el manejo discursivo populista que acostumbra en que los ataques aunque sean verdad le han afectado poco; ya que ha sabido jugar el papel de víctima y aprovechar la enorme falta de credibilidad que tiene el gobierno priista por sus excesos.

El líder de MORENA se queja de guerra sucia en su contra; sin embargo, gracias a la guerra sucia y campañas negativas que por muchos años ha utilizado contra los gobernantes y presidentes priistas es que ha podido mantenerse vigente, y hoy alcanzar la popularidad que tiene ayudado de una de las mayores cantidades de spots y anuncios generados; así como con el uso indiscriminado de las redes sociales.

En el caso de Ricardo Anaya ha sido relativamente poca la utilización de campañas negativas contra sus adversarios; pero él claramente ha sido el blanco del propio gobierno federal de una guerra sucia en su contra involucrándolo en una supuesta investigación de lavado de dinero que hasta el momento no ha mostrado sustento; pero que en gran parte ha logrado su objetivo al frenar por varias semanas su crecimiento en las simpatías del electorado.

En el caso de las campañas en Tlaxcala los candidatos han mostrado que no saben y por consiguiente no utilizan las campañas negativas; a lo más es la utilización de la guerra sucia que en su momento hace algunos años utilizó Mariano González para llegar a la gubernatura; pero campañas negativas no se han visto como tales en la entidad.

De ahí que hasta el momento los candidatos locales se puede decir que siguen a la deriva por donde los han estado llevando las campañas presidenciales.

El exceso de información inexacta; mentirosa y difamatoria cuyo bombardeo en redes sociales y medios de comunicación masiva ha provocado una enorme desinformación en el electorado que en su mayoría ofrece su voto sin contar con información de fondo ni clara sobre los candidatos; quedando las ideas y propuestas más o menos viables en el bote de la basura siendo sustituidas en su mayoría por estampas de anti héroes populistas.

Y no es que antes se contara con información suficiente, pero hoy lo que se tiene es una desinformación excesiva y riesgosa que puede derivar en una elección presidencial errónea; porque la cara real de los candidatos sólo es mostrada por unos momentos, pero inmediatamente es tapada por miles de máscaras que todo lo confunden. Hoy lo malo tiene un disfraz de bueno; y eso aleja cada vez más a México de una democracia real.