• Alfonso Sánchez Anaya
El inicio de la gran transformación de México está más cerca que nunca, el próximo 1 de julio, millones de mexicanos irán a manifestar su voto por quién consideran es la única persona que puede poner un hasta aquí a muchos años de abusos y de corrupción.

Andrés Manuel López Obrador ha realizado una gran campaña, recorriendo cada rincón de nuestro país, encontrándose con la gente para expresarle su enorme deseo de ser su Presidente y les ha transmitido las mejores propuestas para sacar de la catástrofe, de seguridad y de pobreza, en la que se ha convertido México.

Lo han recibido con gran entusiasmo en todos lados, existe y se respira en el ambiente aires de esperanza y se nota en cada rostro que lo ha visto y escuchado, porque saben que todos los males que los han aquejado con los gobiernos del PRIAN, no pueden durar cien años. El pueblo está dispuesto a emprender el tan anhelado cambio, que lo libere por fin del estigma de que nunca tendría un gobierno que le garantice una nueva forma de vivir, con dignidad, con paz.

Según el prestigiado diario El País, en su publicación de ayer y con información de Oraculos Todo Elecciones y propia, dice que “a pocos días de la elección presidencial en México, la ventaja de Andrés Manuel López Obrador en las encuestas no deja de crecer y, al menos sobre el papel, se antoja definitiva. El tres veces candidato roza el 50 por ciento de los votos, según el último promedio de sondeos; ha aumentado su ventaja hasta los 23 puntos sobre Ricardo Anaya, que rondaría el 27 por ciento. José Antonio Meade se quedaría con alrededor del 20 por ciento”.

Las encuestas indican que AMLO no solo se ha mantenido en primer lugar de las preferencias electorales, ha crecido a medida que el tiempo transcurre; no han servido de nada ni las guerras sucias de sus principales adversarios, ni mucho menos el tratar de infringir miedo a los ciudadanos por la prácticamente inevitable llegada del candidato de MORENA a la silla presidencial.

Las probabilidades de ganar de López Obrador se sitúan, coinciden varias fuentes que analizan la elección, por encima del 95 por ciento y por los efectos de esta aceptación, dicen también, se anticipa una victoria en un número importante de las gubernaturas en disputa y de legisladores federales, más en la Cámara de Diputados y menor en la de Senadores.

El PRIAN se encuentra en fase de alerta, en modo de pánico, no han terminado de asimilar que la posibilidad de una mayoría absoluta de la coalición Juntos Haremos Historia en el Congreso de la Unión, podría ser su hecatombe y más la de sus modestos aliados. El profundo análisis que realiza El País, con sus respectivas reservas porque las predicciones podrían tener algunas variaciones, considera que la suma de intención de voto a Morena a PES y PT, es de más del 45 por ciento, lo que le daría mayoría en el caso de la Cámara Baja, con alrededor de 280 curules, más menos 40; mientras que la coalición del Frente que encabeza el PAN sería la de alcanzar 137, más menos 35 y la del Todos Por México del PRI, 105 escaños, más menos 35.

En lo que se refiere a la Cámara Alta, decíamos, la posibilidad de que Morena obtenga mayoría es diferente, sin embargo, según el promedio de los estudios demoscópicos más importantes, podría por lo menos alcanzar la mitad de las Senadurías, lo que le daría grandes condiciones para tener el control.

Acción Nacional y el partido oficial, ubicados en el segundo y tercer lugar de las preferencias en la carrera presidencial, respectivamente, están sumergidos en la desesperación, en la distribución descarada de compra de votos con tarjetas “milagrosas” que entregarán dinero en el supuesto caso de que obtengan el triunfo. Pero el condicionamiento de programas sociales que realiza el PRI en todo el país, para “orientar” el voto a su favor, o la compra que también realiza de copias de credenciales de elector con similar objetivo, en la mismísima sede del tricolor en la CDMX, como lo documentó el Periódico Reforma hace unos días, se constituye una vez más como la estrategia más perversa y cobarde emprendida por un partido político ante la nula e ineficiente intervención de las autoridades electorales.

PD. No hay mal que dure 100 años, ni pueblo que los aguante.