• Cutberto Luna García
Por el Placer de Servir

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Hace días platicando con mi familia y recordando momentos que se han tatuado en nuestras mentes y corazones, por circunstancias tristes, alegres, festivas o formativas. Llegó un pasaje para mí en ese momento poco agradable, pues justo después de mi examen profesional, y en una cena que ofrecía mi madre para celebrar. Justo en el momento de la intervención oratoria de varios de los personajes ahí reunidos. Se puso de pie el hermano mayor de mi padre, Gelasio Luna Luna, ingeniero de profesión y hombre muy querido y respetado en la península de Yucatán y en mi familia, quien sin miramiento alguno, con esa voz pausada y grave que lo identificaba, dijo puntualmente: Yo no tengo por qué felicitar a mi sobrino, por algo que es su obligación. 

Frase que ha servido para replicarla en casa, cuando reclaman, piden o exigen un premio, estímulo o felicitación especial por haber obtenido calificaciones sobresalientes o lograr algo que los lleva a escalar un peldaño más de su vida.   

Lo que me llevó a la reflexión de lo que acontece en algunos hogares, Que consiste en creer que los hijos asisten a la escuela para aprobar solo con una excelente calificación, por el simple hecho de pasar un examen, realizar una tarea, asistir puntual o incluso no faltar a clases. Sin tomar en cuenta si se aprendió o se sabe aplicar o será útil en el momento o para el futuro. ¡Lo importante es sacar un 10 y ya!

Pero más allá de la familia, y ante el fin de un semestre, cuatrimestre o ciclo escolar, la familia, los amigos y hasta en la tortillería. La clásica pregunta que le hacemos a los estudiantes es: ¿Aprobaste? Y a la respuesta automática de… ¡SI y con diez de calificación! El interlocutor festeja y elogia al “importante” estudiante. Cuando para mí, en realidad eso no debiera ser lo medular, pues no sabemos cómo, ni por qué aprobó. Pues muchos pudieron ser los factores que le permitieron aprobar, desde el haber copiado del examen de algún compañero, del apoyo de un maravilloso acordeón, porque alguien más hizo la tarea, o como acontece hoy día, porque copió y pegó la información de la aplicación “buenas tareas”. O bien porque realmente repitió tantas veces la lección, que se alojó en su memoria de corto plazo, Pero lo grave es, que en ninguno de estos casos el estudiante aprende significativamente. Y de nada sirve obtener 6, 7, 8, 9 o 10.

Según los especialistas en el tema de la educación, APRENDER es adquirir un conocimiento o modificar una conducta que perdura y se aplica a pesar del tiempo, y que deja huella en nosotros. Luego entonces, si decimos que aprobamos de manera moralmente impropia, lo que se habrá aprendido es a desafiar las normas y salir victoriosos, Lo que probablemente implicará que lo aprendido es la conducta negativa que se reforzará y repetirá con regularidad. Pues recordemos que no solo se aprende lo bueno.

De manera honesta, son pocos los que dedican tiempo para indagar en lo que realmente les interesa. Sin ver que solo es de esa forma, como se pueden adquirir los conocimientos suficientes y necesarios, para anclar en ellos, otros saberes que amplíen y solidifiquen los conocimientos en el mañana.

La experiencia que la vida me da, me ha permitido escuchar tanto a estudiantes y en el caso de la educación básica a sus padres, cuestionar únicamente las calificaciones de sus hijos, no así el aprendizaje del alumno, o la metodología empelada por el maestro. 

Sé que existen algunos docentes más exigentes que otros, Otros que con tal que en la evaluación que le realicen los alumnos a este, le pongan el mayor puntaje aprueban sin miramientos. O aquellos que en clase hablan de todo menos de su clase, Otros que olvidan su función y se convierten en hermanas de la caridad. Los hay más osados que a cambio de un “favor” ponen altas calificaciones. Otros que si les compran su libro o sus copias… bueno. Y así mil y un variantes más, que influyen favorablemente para la obtención de una buena calificación. 

Es importante para mí y creo para todos, comprender que aprender implica aplicar los conocimientos a situaciones nuevas, compararlos con otros conocimientos e integrarlos a nuevas situaciones. De lo contrario, el esfuerzo que se haya hecho, será en vano. Recordemos que un número o una letra en la escuela, no influye al final de cuentas en el desarrollo de nuestra vida. Sino la actitud, la aptitud y los conocimientos que hayamos adquirido a lo largo de ella y su aplicación. Esforcémonos y seamos hombres libres, pensantes y exitosos para la vida. Aún sin ese 10 que creemos merecer. Y que un maestro, nos decía… “el 10 solo es para Dios”.