• Cutberto Luna García
Por el Placer de Servir

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Desde hace algún tiempo, he tenido interés y preocupación, que se ha traducido en ocupación. Acerca de cómo podemos lograr que la educación en nuestros hijos sea permisiva, pero con rigidez; flexible, pero con orden; liberal, pero con reservas. Sé que son temas complicados, escabrosos y que se prestan para discutir y generar imágenes erróneas o distorsionadas de la esencia de lo que pretendo expresar. 

Mi idea no es polemizar. Sino lanzar una semilla fértil que nos haga reflexionar acerca de lo que estamos produciendo para el mañana. Recordemos que no solo depende de la semilla, sino de su cultivo y cuidado de la misma, la que nos lleva a lograr una cosecha abundante para alimentarnos y apta para producir más semillas para los ciclos venideros. Lo que en otras palabras es, reflexionar para la crianza de hombres y mujeres pensantes, sanos, seguros, virtuosos y en total equilibrio que solidifique a nuestra sociedad.

Esto viene a colación porque con tristeza y horror, veo como cada día hay más barbarie, excesos, libertinaje y total desorden entre la juventud de nuestros días. Y no se trata que en lo personal haya sido un santo en mi pasado, o que hoy me haya convertido en un dechado de virtud y me asuste por ello. ¡No! Simplemente que una de dos, o hay tanta información por doquier, lo que antes no acontecía. O de plano, ya estoy muy viejito y me empiezo a “espantar” hasta con el petate del muerto. En ambos casos la problemática es tangible y se incrementa exponencialmente. Sin que nadie haga algo por revertir tal problemática, o al menos eso pareciera.
 
No se trata de echarle la culpa al gobierno, porque no haga nada para regular el actuar de los muchachos. Pues las leyes existen y son vigentes. Pero lamentablemente, la mayoría de veces no se hacen cumplir y menos se sanciona a quien trasgrede dichas normas. Sin embargo, me pregunto… Y nosotros como padres o abuelos o tíos o cabezas de familia, ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo cuidamos y educamos a nuestros hijos? ¿Qué límites les marcamos? ¿Es suficiente darles a nuestros vástagos lo material, más que nuestro tiempo, espacio, amor, consejos y ejemplo? 

Hace días leí en un diario nacional, el caso de un par de jóvenes que por evadir el pago del servicio de taxi. Tundieron a golpes al chofer del vehículo, lo que trajo como consecuencia su muerte. Al inicio se desconocía quién o quiénes lo habían privado de la vida. Pero contrario a la costumbre de otros países en los que la investigación tarda prácticamente una eternidad. La autoridad encargada de la investigación, dio muy pronto con la identidad y el paradero de estos malévolos sujetos. 

Cualquiera hubiera pensado, que los autores materiales del crimen fueron muchachos sin oficio, ni beneficio que envalentonados por el exceso de algún estimulante: alcohol, psicotrópicos, opiáceos u otros; al no tener para pagar, les resulto más fácil propinar una golpiza para evadir su responsabilidad y pago al ahora difunto chofer. Pero… no, uno de los chicos homicidas es estudiante de una universidad particular de renombre, trilingüe, con apellido rimbombante, miembro activo y ganador en un deporte de esos que pocos tienen la oportunidad de practicar. Y del que cierto estoy, no era un delincuente y menos un homicida. Pero que seguramente como una broma, juego o demostración de poder (que pueden tener sus padres, que no él) económico, político o social, lo llevaron ahora seguramente al fracaso y al dolor. 

Esto me lleva a creer sin temor alguno, que ninguno quiere ese futuro para sus hijos. Por ello necesitamos cambiar, y sobre todo estar convencidos que tenemos que hacerlo de manera inmediata. Pues así lo hacían nuestros padres y abuelos, hablar, hablar y volver a hacerlo; necesitamos estar presentes sin la tecnología de por medio, sermonear a nuestros hijos hasta que aprendan la lección. Y procurar educarlos con nuestro ejemplo. Recordemos que es en casa donde se educa. Y que el tiempo vuela y va a llegar el día en el que no podremos estar para protegerlos, hacerles la tarea, enojarnos con el maestro por no ponerles diez, o creerles todo lo que nos dicen, porque nuestros hijos “jamás mienten”. 

Es hora de despertar papás y mamás. Nuestros hijos requieren de nuestro amor, atención, tiempo y educación. Concienticémoslos de los peligros a los que se enfrentan, si están en la calle después de las dos o tres de la mañana, de las consecuencias de sus actos, del no respetar las leyes y a las autoridades, del no saber decir NO y mucho más. No importa que los hartemos, sean cosas de otra época, o que estemos chocheando. Es preferible así, a terminar con un hijo muerto, en la cárcel o desaparecido. Hoy todavía estamos a tiempo.