• Reyes Ruiz Peña
La verdad no peca pero…

 

Adriana Dávila Fernández, oriunda de Apizaco y quien ha sido diputada federal (1 de septiembre del 2006 – 31 de agosto del 2009), senadora de la República (1 de septiembre del 2012 – 31 de agosto del 2018) y en la actualidad nuevamente diputada federal (1 de septiembre del 2018 – 31 de agosto del 2021), se ha destacado por ser una legisladora dura e implacable a la hora de defender los intereses de su partido.

Lo triste de esto, estimado lector, es que para Dávila Fernández los pleitos de coyuntura parecen estar por encima de su responsabilidad como legisladora representante de Tlaxcala en el Congreso de la Unión. Tal vez por eso los votantes tlaxcaltecas le han dado la espalda cada vez que su nombre ha aparecido en una boleta electoral.

De todos es sabido que los cargos que Adriana Dávila ha desempeñado como representante popular los ha obtenido siempre por la vía plurinominal, pues nunca en su trayectoria política ha sido capaz de librar la prueba de las urnas.

Lo anterior, a pesar de haber presumido siempre su cercanía y amistad con el expresidente Felipe Calderón, quien la hizo candidata del PAN a la gubernatura de Tlaxcala en 2010. A pesar del apoyo oficial y de la declinación a su favor de Minerva Hernández, candidata perredista en aquella elección, Dávila Fernández obtuvo apenas el segundo lugar ese año.

Luego, en 2016, Adriana Dávila repitió en la candidatura panista al gobierno local y, ya sin padrinazgos ni apoyo oficial, cayó hasta el tercer sitio en la jornada electiva del domingo 5 de junio de esa anualidad.

Vale la pena mencionar que la alardeada cercanía de la apizaquense con Felipe Calderón tampoco se tradujo nunca en la posibilidad de lograr alguna gestión de importancia y trascendencia, como legisladora federal o funcionaria del gobierno calderonista, para beneficio de Tlaxcala.

En lo que respecta a su papel como legisladora federal, por desgracia para los tlaxcaltecas, las más vehementes intervenciones de Dávila Fernández en tribuna tampoco han estado relacionadas con algún beneficio para nuestro estado, ya que en su gran mayoría han tenido como finalidad la defensa de los intereses coyunturales del PAN o el ataque desbocado e iracundo en contra de adversarios políticos.

Las intervenciones de Dávila en el Congreso federal ni siquiera dignifican al pueblo de Tlaxcala por su calidad argumentativa o intelectual, porque las más de las veces se trata de participaciones en las que la razón de los argumentos sucumbe a la emoción irreflexiva y visceral. 

En casi todas las participaciones que ha tenido como diputada o senadora demuestra, de manera exagerada y en ocasiones rayando en lo ridículo, una férrea defensa de su partido que la ha llevado a enfrentarse a legisladores de otros institutos políticos.

Precisamente hace unos días, al concluir la sesión para aprobar la miscelánea fiscal 2020, Adriana Dávila hizo uso de la máxima tribuna del país para exigir la renuncia del presidente Andrés Manuel  López  Obrador y del secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, por dejar en libertad a Ovidio Guzmán López, hijo del narcotraficante Joaquín “el Chapo” Guzmán.

La intervención de Dávila Fernández fue hecha a nombre de la fracción parlamentaria del PAN, por lo que arropada por sus correligionarios la legisladora tlaxcalteca expreso: “la cobardía de un presidente que dijo que cambiaría las cosas está más que demostrada. Señor presidente, si no puede renuncie. Renuncie ya”.

Considero que la actitud de la legisladora no representa lo que pensamos y percibimos la mayoría de los ciudadanos tlaxcaltecas ante un problema de violencia e inseguridad tan grave como el que hoy enfrenta el país. La postura de Dávila solo es una perorata que confirma su empecinamiento por atacar al actual gobierno y defender lo indefendible de los gobiernos panistas, principalmente el de su padrino político, Felipe Calderón, a quien por cierto la apizaquense dio la espalda cuando Margarita Zavala dejo al PAN, al no ser postulada candidata a la presidencia de la República en 2018.

Como siempre, mi total agradecimiento y respeto a quienes me brindan un momento de su tiempo. Hasta la próxima, si Dios lo permite.