• M.C.S Elsa Martínez Flores
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Expresiones tales como “está loco”, “imprudente”, “debería renunciar” son las que actualmente califican la actuación del presidente López Obrador por sus diversas declaraciones ante medios de comunicación; la aseveración más reciente, que para muchos reafirma su “locura”: que exija lealtad absoluta de parte de sus colaboradores.  

A lo largo de la historia, personas que ejercieron el poder terminaron perturbados de sus facultades mentales, jóvenes emperadores asumieron el trono con la idea de gobernar bien, de ayudar a sus semejantes, sin embargo, con el tiempo fueron enloqueciendo, ejemplo de ello es Nerón, quien incendió parte de la ciudad de Roma para reconstruirla a su gusto, mientras que otros líderes llegaron ya con un desajuste emocional a la cúspide de sus aspiraciones políticas. Sin embargo, una cosa es cierta: el poder mueve voluntades y trastorna la mente.  

Liderar el destino de un país, cambia la perspectiva, las decisiones tienen grandes consecuencias, los pensamientos cambian diariamente y las ideologías también; tal y como hemos observado en personas que tuvieron “una autoridad efímera”, y con poco “se marearon”.  

El poder absoluto desata demonios que jamás pensaríamos que una persona proyectará, si sumamos eso a la personalidad de Obrador, sus polémicas declaraciones en medio de controvertidas decisiones y un caótico 2020 que tomó de sorpresa al Ejecutivo, nos da al candidato ideal para una visita al psiquiatra en apariencia, porque él cabalga con toda una estrategia de comunicación llamada “la mañanera”, en la acomoda las piezas de ajedrez a como le convenga la jugada. 

Recientemente, el presidente exigió lealtad, declaración que muchos entendieron como “imposición a su ideología”, sin embargo, independientemente de que estemos o no de acuerdo con él, quien dirija una nación, estado, municipio, oficina debe pedirla, por hechos históricos sabemos que, si la gente carece de ese valor, devienen traiciones, donde líderes son apuñalados por la espalda, hay golpes de estado, la muerte y dolor se desatan, todo “gracias” a los desleales.  

Más que capacidad, reclama lealtad, encontrar personas de total y absoluta confianza es y ha sido el gran problema de los seres humanos, en quien apoyarse, saber que aunque lo tachen de “loc@ y no entiendan su proyecto, alguien estará ahí, creyendo que su lucha es también la de él o ella, que si el barco se hunde, no huirá como rata y si muere, tenderá su mano para ayudarle a bien morir con la firme certeza que estuvo con él o ella hasta “el último aliento”. 

Las habilidades se aprenden y son adquiridas, pero la lealtad se cocina aparte, es lo que define a una persona prácticamente toda su vida, y eso es difícil de encontrar, lo complicado es encontrar a una persona que NO apuñale y crea “ciegamente” en un proyecto.  

La historia juzgará al actual presidente, y lo pondrá en el lugar que los mexicanos decidan al término de su mandato, pero una cosa es cierta, la lealtad no se encuentra a la vuelta de la esquina, “Cuando la batalla se recrudecese prueba la lealtad del soldado” (Martín Lutero), y en política cuando se libran cruentas cruzadas diarias, más vale tener a los leales de tu lado.