• Reyes Ruiz Peña
La verdad no peca pero...

 

 

Durante toda su trayectoria como legisladora federal, ADRIANA DÁVILA FERNÁNDEZ se ha distinguido por llamar la atención mediática más por sus pleitos de coyuntura que por su labor como representante de Tlaxcala en el Congreso de la Unión.

 

Esta vez, su nombre ha ocupado importantes espacios noticiosos en el plano local, pero sobre todo nacional, no por el trabajo realizado en favor de los tlaxcaltecas, a quienes se supone representa, sino porque se dice víctima de violencia política de género perpetrada por su compañero de legislatura, el diputado Gerardo Fernández Noroña.

 

El origen de este asunto se remonta al 4 de octubre de 2019, cuando Fernández Noroña, durante una visita al Congreso local de Tlaxcala, hizo declaraciones sobre el problema de la trata de personas con fines de explotación sexual que afecta a nuestra entidad, y aludió a la diputada federal.

 

“Me dicen que hay una diputada, que fue senadora, que está vinculada a este tema (trata de personas) y que ahora es compañera nuestra y es más bocona que la chingada. No sé si sea cierto o no, pero es cierto que aquí está uno de los problemas. Pásenme elementos para ponerle una chinga la próxima vez que abra la boca”, dijo el legislador federal ese día.

 

La semana siguiente a esa visita, Adriana Dávila anunció en conferencia de prensa que denunciaría a Fernández Noroña por incurrir en violencia política de género. Como resultado, el Instituto Nacional Electoral resolvió, el pasado noviembre, que el diputado debía ofrecer una disculpa pública y esa sanción fue avalada hace unos días por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

 

Tras el reciente resolutivo, Dávila Fernández se envolvió en la bandera de la lucha contra la violencia política de género y ha desfilado de entrevista en entrevista asumiendo el papel de defensora de las mujeres cuando, en los hechos, nada ha realizado en favor de ellas durante su larga y poco productiva trayectoria parlamentaria.

 

Adriana Dávila está por cumplir 12 años como legisladora federal, 6 como Senadora (2012-2018) y 6 como diputada (2006-2009 y 2018-2021). Ninguna de estas representaciones ha sido ganada en las urnas, ya que siempre ha llegado a esos cargos por la vía fácil de la representación proporcional o la primera minoría.

 

De hecho, Dávila Fernández ha perdido cada vez que su nombre ha aparecido en la boleta electoral. Nunca ha logrado un triunfo por la vía del voto directo. Los tlaxcaltecas le han dado siempre la espalda porque saben que, como legisladora federal, solo se ha distinguido por ser una implacable defensora de los intereses de su partido.

 

Así, por los pobres resultados que su labor legislativa le ha dado a Tlaxcala y porque muchas de sus participaciones en tribuna terminan en ataques desbocados e iracundos en contra de sus adversarios políticos, considero que Adriana Dávila no tiene calidad moral para exigir ninguna disculpa pública. Pero comprendo, estimado lector, que rasgarse las vestiduras puede ser muy provechoso en tiempos electorales, sobre todo cuando se busca la reelección.

 

Como siempre, mi total agradecimiento y respeto a quienes me brindan un momento de su tiempo. Hasta la próxima, si Dios lo permite.